Me da la sensación de que hoy, todos somos un poco más buenos y sobre todo más cristianos. Hoy y mañana sobre todo. En el saco de la santidad todos introducimos a los fallecidos otorgándole el halo de santidad, aun cuando muchos finados y finadas no lo merecieron. La suerte es que por un lado actúa la omnisciente misericordia de Dios, y por otro lado –como digo- todos somos hoy y mañana un poco más caritativos y misericordiosos sobre todo con la memoria de los ausentes. Esto es solo por la inseguridad e incertidumbre que a todos nos atenaza, ya que la muerte como paso definitivo de esta vida a otra forma de vida, es obligada para todo ser vivo que puebla el mundo.
Mañana, día dos de Noviembre, es el día en el que mas personas acuden a misa. Para celebrar la eucaristía la mayoría no. No quiero ser demagogo sino realista y ser consciente de que son muchas las personas que consideran de obligado cumplido el asistir a misa y aplicar la misa por los difuntos.
¿En que medida el alma de un difunto o el estado en el que este se encuentre en la otra vida, mejora o mengua en función de las misas aplicadas?. ¿Tiene el alma del difunto, algún beneficio determinado si es un sacerdote el que le nombra en la misa?.
Son preguntas que con timidez se hacen muchas personas. Y merecerían ser contestadas desde la responsabilidad.
Lo cierto es que por no ser desde la perspectiva cristiana, mayoritariamente personas de resurrección y estar plegados al sentido de vacuidad y temor que el cristianismo ha arrastrado desde siglos, y desde el que muchos han sido educados; -digo que- nos ceñimos con demasiada facilidad a las prácticas supersticiosas que tranquilizan nuestras conciencias.
No escribo desde luego, posicionándome como entendido ni como exento de estas practicas de mercadeo religioso. Estoy entre los que aplican misas a los difuntos, los recuerdo repetidamente en mi vida contemplativa, les pongo flores en el cementerio y además mi pan son las flores como muchos sabéis.
Y por participar de estas prácticas que están arraigadas en lo más profundo de nuestra cultura y sentido antropológico de la humanidad, por ello admito que a las nuevas generaciones para los que los “tabúes” de hoy no son la vergüenza y la sexualidad sino la muerte y lo trascendente, debiéramos de educarlos desde un sentido cristiano que comience y concluya en la resurrección.
La esperanza y sentido de la tumba vacía, no como partidas hacia el mas allá, sino como experiencia renovadora aquí en la tierra; ya que de nada nos sirve resucitar a la otra vida únicamente al final de esta vida, sino resucitamos en un momento determinado en esta vida en la que vivimos. Acordaos del texto de Juan: “Nicodemo le preguntó: "¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?" (Jn 3,4) Para Jesús fue posible y debe serlo para nosotros, que junto a Jesús compartimos la dimensión de vida humana. Flores, misas, velas, lutos…etc, están bien porque nos ayudan a mantener fresca la memoria de aquellos que se marcharon. Pero igualmente afirmo que esta memoria, nos debe de llevar a hacer realidad aquello que era sagrado para los ausentes, realizando en nuestras vidas las enseñanzas que otros nos dejaron. Esta es una manera magnifica de mantener a un finado en permanente estado de resurrección. Si tu padre quería a tu madre, quiérela tú aun más y respeta a tu esposa.
Cuida con celo del que está a tu lado pues aquella se marcho al otro mundo haciendo todo lo posible por los tuyos aun sin tocarles nada. Ten esperanza y ama a Dios como aquel, para el que todo tenia un sentido positivo en la vida y sonreía constantemente.
Se fiel como aquella que de manera callada, sufrió lo indecible para sacar a los suyos adelante. Cuídate responsablemente de accidentes para que no te pase como aquel primo que en la A-92 tuvo el infortunio de chocar con…etc.