Locura o Naufragio
Admito mi ignorancia en temas cinematográficos, pero no recuerdo el titulo de la película, en la cual un hombre le decía a otro que un poco de locura era necesario para estimular el sentimiento de libertad. A lo cual el otro respondió con la solicitud de: “enséñame a bailar”. Y los dos comenzaron un torpe y grotesco baile.
Pues esta secuencia venia escuchando en la radio del coche, cuando tras un largo paseo por el campo reflexionando en el silencio del Espíritu sobre estas letras a desarrollar, recordé una frase de Juan XXIII y decidí el titulo que corona el texto. La frase del papa bueno dice lo siguiente: “sin un poco de santa locura la Iglesia no podrá extender sus pabellones ni hacer nada positivo para los hombres”. Y es que Locura o Naufragio, a priori se presentan como las únicas salidas para muchas personas, al hastío en el que vivimos desde la experiencia religiosa y vida de fe en nuestra iglesia.
Reconozco que estoy condicionado y que aquí mostraré una escueta dosis de ímpetu “treintañero”, pero para variar creo que me arriesgaré.
Como puedes saber, hace unos días escribí una opinión titulada Carta a los obispos de Sevilla. Además de tener más de un centenar de visitas, he recibido comentarios afines y algún que otro de opinión contraria, que igualmente y por ser respetuoso ha sido bienvenido. Pero si algo ha quedado corroborado, es la desazón que nos provoca el continuo esfuerzo de los curas por denostar su labor de pastoreo en favor del adoctrinamiento sobre los miembros de la iglesia de Jesús.
¡Como no nombrarlo! A estas opiniones se suma la desazón de muchos, por el sesgado cierre de nuestra Escuela de Teología en la ciudad de Écija. Lo diré ahora, mal que alguna persona se arrogue la decisión de su cierre, esta puede haber salido de los barrocos pasillos arzobispales, animados por una ingente cantidad de opiniones desfavorables sobre unos y otros profesores; y que por hacerles caso nuestros jerarcas, solo pueden solucionar estos, cortándole las alas a los formados y peligrosamente cultos del gremio laico y eclesial.
¿Hacia donde caminamos? ¿Qué piensan los que se consideran nuestros pastores, que aportan a la Iglesia de Jesús y a nuestro crecimiento en la fe actuando de esta forma?
Quizás por ello, he decidido trazarme estos dos caminos de Locura o Naufragio, ante las ingerencias que considero se están haciendo sobre las mentes libre pensadoras de nuestra iglesia. No sabía aun del cierre de la escuela cuando escribí a los obispos: “espero y deseo que atendáis a la riqueza que aporta a la comunidad diocesana de Sevilla, la diversidad de planteamientos ortodoxos u heterodoxos. En cada uno de estos planteamientos habita el Espíritu que nos anima e impulsa, aun a pesar de los posibles naufragios, a continuar en la Iglesia de Jesucristo”.
Esta claro que visto lo visto, los más de catorce profesores y profesoras de la escuela -algunos de ellos personas excepcionalmente profesionales-, quizás se pueda pensar que hemos quedado a la deriva.
¿A quien le importa nuestra zozobra? A nuestros familiares, a los impulsivamente jóvenes de edad o de espíritu, a los propios alumnos que hemos dejado en la estacada…etc. Solo a esos les importará.
El obispo venía a inaugurar el curso o a clausurarlo, pero como comprenderéis no veremos aparecer ni el borde púrpura de su esclavina para darnos una explicación. No le faltan a nuestro obispo palabras para ello, pero quizás el bajar a la autentica tierra enlodazada de los laicos, verdaderamente solo fue cosa de Jesús en la ribera del Jordán.
En cualquier caso y por centrarme en el tema, considero que solo la locura nos puede aportar una salida, a la tristeza que nos causan estas situaciones.
¿De que tipo la locura? No es por elegir a gusto, pero se comprende que no me refiero a la locura que produce la enajenación total de la persona y su inconsciencia humana. Curiosa esa locura tratada de “señora necedad” en el Eclesiástico (9,13-18), y que no es recomendada por la Biblia.
Pero existe una locura amorosa, que incluso confunde a los que solo entienden una locura deplorable. Sin embargo en ocasiones a los nerviosos, impulsivos e incluso ligeros de cascos, solemos decirles “estas loco”. Una prueba de esta locura amorosa es la del endemoniado de Gerasa (Mc 5,1-20), que encuentra en Jesús el sentido a su libertad -quizás desvaríos mentales- e impulsos racionales (L.Dufour).
A considerar igualmente el curioso concepto de locura que nos enseña Pablo el apóstol de las gentes, al decirnos sobre la locura que: “El mundo con su propia sabiduría no reconoció a Dios en la sabiduría manifestada por Dios en sus obras. Por eso Dios ha preferido salvar a los creyentes por medio de una doctrina que parece una locura. […] Pues la locura de Dios es más sabia que los hombres”. (1Cor1,21.25a)
Y es que lo que Jesús nos trajo fue una revolución desde un judaísmo renovado, establecida por medio de un memorial. Memorial no exclusivamente eucarístico –que lo es-, sino memorial entendido desde la generalidad de todo el compendio de vida y obras de Jesús, que por ser memorial (“zizcarión” en hebréo) estamos llamados a realizar y actualizar. El memorial no es algo estático que se celebra de una manera inamovible, ni siquiera tiene por que ser ritualista, sino que se actualiza en función de los tiempos.
Y este tiempo en el que vivimos, lo mismo que el tiempo en el que vivió Jesús y los tiempos que le precedieron, todos ellos fueron tiempos propicios para la actualización de la vida de Jesús desde nuestras vidas. De rebeldía si queréis, de opción libre y responsable como para decir NO en mi nombre y como iglesia. De encendida solicitud por actuar en el mundo y dejarnos actuar por Dios.
¿Es fácil llevar a cabo el evangelio en nuestras vidas y nuestro mundo? Quizás el primer obstáculo lo tenemos en el magisterio eclesial, que como dije en otro momento parece que solo sirve para “determinar con su enseñanza si uno está dentro o fuera de lo que piensa la iglesia”.
¡Dejemos por tanto que navegue nuestra mente! ¡Gritemos antes al cielo y liberémonos del desasosiego que contengamos! Apliquémonos al evangelio de Jesús, aunque nos podamos quemar evangélicamente en el intento. “He venido a traer fuego a la tierra, y ojalá estuviera ya ardiendo” (Jn 12, 49) Aprendamos a dotar de realidad eucarística nuestra reuniones fraternas, amistosas o de grupo. Disgreguemos la Palabra de Dios, hasta llevarla desmenuzada al mismo límite desde el cual bombea nuestro corazón en la realidad de cada vida y su naturaleza.
Atrevámonos a llamar a Dios “abba”/Padre, ¡que se nos llene la boca! ¡Si efectivamente es Padre, que más nos puede faltar! ¿Qué necesitamos para hacerle presente entre nosotros, salvo corazones que le amen, se amen, le deseen y se deseen entre sí, para hacerle presente y parparle en la vida del mundo?
“¿Quién puede atreverse a echar la barrera en la frontera en la que los humanos puedan pasar a comunicarse con Dios?”. (Paco L.Ahumada) Puede que seamos un poco culpables de todas las ingerencias que nuestros pastores nos causan, al haber organizado, jerarquizado y judicializado nuestra iglesia con códigos de conducta que ni ellos se creen, pero ante los cuales hemos asentido y hemos tragado.
La vida es sencilla y no tan complicada como la hacemos los hombres. Sin embargo nos afanamos en envolver a Dios de distintas formas, aun cuando Jesús nos lo muestra cada día humanizado amoroso y valiente a nuestros ojos.
Seamos locos amigos y hermanas. Seamos locos como Francisco de Asis, el llamado Loco de Belén. Seamos locos y disfrutemos dignamente de nuestra libre y santa locura. Una santa locura que se compromete, a resultas de equivocarse muchas veces, pero que sabe seguir adelante difundiendo su comprensión y apoyo al que sufre abandono humano espiritual y material, haciendo nuevos ensayos y presupuestos teológicos para remediar las preocupaciones humanas, sin pensar ni en el derecho canónico ni en las teologías oscurantistas y apolilladas que paralizan cuanto tocan.
Seamos locos y no estilistas, renunciemos al cristiano sentido del ridículo –que lo tenemos- y dejemos de lado tantos comportamientos, que nos acercan al ejemplo del levita en la parábola del buen samaritano.
En resumidas cuentas, si lo consideras oportuno y crees que “más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena”; -digo que- ¡anímate a la locura de Jesús!