CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

domingo, 15 de octubre de 2017

¿QUÉ HACE DIOS CON UN ALMA QUE PESA 21 GRAMOS?

¿Qué hace Dios con un alma que pesa 21 gramos?
Esta tarde una persona me pregunta algo que verdaderamente parece que no es ya de este mundo. El PURGATORIO. Lo estudié en "Soteriología". En este breve escrito no trataré este tema con frivolidad, empezando porque seguro que hay personas que creen en este estado y sobre ello tienen problemas de opinión y sufren. Según la más antigua tradición de la iglesia, el purgatorio es el estado en el que el alma del pecador se encuentra tras haber fallecido. Hasta que sea llevado ante Dios para dar cuenta de sus actos, debe padecer el tormento eterno, el castigo que no se acaba. 

Una de las afirmaciones dogmáticas más antiguas sobre el purgatorio la encontramos en el Concilio Ecuménico de Florencia en el siglo XV: “si los verdaderos penitentes salieren de este mundo antes de haber satisfecho con frutos dignos de penitencia por lo cometido y omitido, sus almas son purgadas con penas purificadoras después de la muerte” (Papa Eugenio, Bula “Laetentur caeli” sobre la suerte de los difuntos). 
También se considera que cuando una persona en vida sufre remordimientos o se adolece por el daño causado, se dice que se está purgando, que se está purificando. Hay que tener cuidado sobre esto último que acabo de escribir, porque hay personas que incluso se pueden congratular de que quien tanto daño hizo, ahora lo pene y lo pague en vida. 
Si así nos comportamos dejaremos mucho que desear como hijos e hijas de Dios que somos, ya que “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y que viva” (Ezequiel 18,21ss). Lo diré más claro, Dios no quiere el sufrimiento de nadie, ni en vida, ni el sufrimiento del alma tras la muerte. Tampoco admite Dios el dolor gratuito que alguien se inflige como oblación a Dios, eso es un absurdo. Porque Dios es amor. Y si Dios admitiera el dolor aunque fuera mínimamente, estaría anulando el principio fundamental que le adorna que es el AMOR y la MISERICORDIA, lo que significa la caridad infinita. 
Particularmente creo que le mismo hecho de la muerte y todo lo que conlleva, ya redime –en cierto modo- a la persona para pasar de este, al otro mundo. Lo que sí es cierto es que, teniendo en cuenta que nadie ha venido del otro lado y dejando aparte todos los romanticismos posibles establecidos sobre la “otra” vida; tras la muerte humana, estamos en manos de Dios. Convendrá usted conmigo en la muerte, como los efectos meteorológicos, son algo que aun es un enigma para el hombre y la mujer de hoy. Podemos hacer vaticinios sobre una cosa y otra, pero nadie tiene certeza de lo que acontecerá, hasta que los hechos sucedan por sí mismos. 

El alma humana pesa 21 gramos. Es un dato no científico pero en el que están de acuerdo muchos investigadores. Digamos que por muchas o pocas posesiones que tenga una persona, lo que de ella va al más allá pesa 21 gramos. O sea nada. Evidentemente, es más a tener en cuenta la esencia personal del interfecto que el peso que su alma pueda tener. Lo cierto es que es un enigma, que los humanos y sobre todos los cristianos hemos resuelto siempre estructurando el cielo a nuestra más absoluta conveniencia. Una estructura, inframundo o subsuelo, suelo y estado celestial, que le debemos a la cultura judía y que gustosamente hemos heredado. Sino pregúntate tú, lector.  
¿Cuántas veces has pensado en que el difunto se encontrará con los anteriores difuntos y que se conocerán y abrazarán y de nuevo compartirán la “otra” vida? Quizás muchas veces has caído en este pensamiento, y desde luego si así se cree yo lo veo genial y lo respeto. Lo que ocurre es que como en muchos casos, una cosa es la realidad y otra cosa es el afán que ponemos los humanos –creyentes y no creyentes- para creer lo que mejor conviene para la tranquilidad de nuestra conciencia. 
Por lo tanto, no existe el purgatorio. 
Creo firmemente que cuando una persona muere su alma, su esencia vuelve al lugar del que provino, o sea vuelve a Dios que armoniza el ciclo de la vida. Y cuando así sea, junto a todos los que están en esa dimensión, formarán todos una sola cosa junto a Aquel que les dio la vida y que es fuente de energía y vida. Nadie se va a conocer en la “otra” vida, ni volverá a abrazarse (Mateo 22, 23-32). 

Pero ojo, todos formaremos el día de mañana una sola cosa junto a Aquel al que aquí en la tierra rezamos y que nos sostiene. En Él tenemos puesta nuestra esperanza. Y aunque nos afanemos en querer ver a tal o cual ser querido en el más allá, debe ser un motivo de esperanza el saber que nuevamente volveremos a ser vida; espiritual pero vida. Pues como dijo aquel, los lazos del amor son más fuertes que los lazos de la muerte. 
Afanémonos pues, en construir aquí en la tierra y mientras estemos, toda la amistad posible y todo el amor posible; pues obras son amores y no buenas razones. Abrazo con todo cariño a quienes han perdido a un ser querido de manera temprana o dolorosa. Puede que estén llenos de dudas y de interrogantes, pero les debe consolar la revitalización del recuerdo del finado, para que viva en sus corazones. Con todo respeto.

Fraternalmente, Floren.
p.d. siento no poder extenderme más, sino el escrito sería de difícil digestión.