TRISTEZA EN
FIN DE AÑO
Entiendo que
quienes me conozcan les cueste creer esto, pero es así. Acaban de preguntarme
en la puerta de la tienda, como acabo el año y bueno, mi cara ha sido un poema.
Calan en mi espíritu las adversidades de las personas, el desanimo colectivo,
el saber de gente cercana que lo está pasando muy mal.
¿Qué cenar
esta noche, Señor y Padre bueno? No seré hipócrita, cenaré desde luego. Pero si
por mí fuera, despejaría de la mesa todo alimento o utensilio -que sin ser
vehículo para la alegría-, se salga de la normalidad de un día cualquiera.
Estamos de
acuerdo en que mis sobrinos se merecen la alegría y nosotros también nos la
merecemos; pero hoy siento un poco mi alma comprimida y solo se me ocurre
implorar al cielo –para no perder la costumbre- y pedir que el 2013 sea mejor.
Para rematar
el asunto, pasan una parejita graciosísima de gitanitos por casa, con un gran
equipo de música y tocan melodías navideñas. Y entonces es cuando en la soledad
de la trastienda mis lágrimas han brotado, hasta causarme el desahogo
necesario.
No me quejo
de 2012, al contrario. He tenido con los míos trabajo y salud, hemos sorteado
dificultades. Espero al menos que 2013, no arranque de nosotros y de la
sociedad las entrañas de misericordia que Dios nos transmite.
Somos
humanos y no debemos dejar de aflorar la solidaridad efectiva y el sentido
humanitario de la vida.
Amémonos, pues.
Todo lo posible. Estemos juntos en cada envite, pues los brazos unidos pueden más
que mil batallas juntas.
Cuando pasee
esta tarde por el campo, estaré mejor.
De momento,
sigo con ganas de llorar.
Feliz 2013.
ABRAZOS DE FLOREN.