CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 14 de junio de 2013

FRANCISCO, QUE NO LE TENGAMOS QUE DECIR: "ENTRE YO Y MI HERMANO, POCO NOS LLEVAMOS"

Entre yo y mi hermano, poco nos llevamos
Desde el trece de mayo de este año, somos muchas las personas que hemos vivido todo un tsunami de sensaciones alentadoras, tras la elección del papa Francisco, como consecuencia de la –muy responsable- decisión de Ratzinger de dejar el pontificado. 
Quien escribe reconoce ante ustedes que se ha reconciliado con el solio pontificio tras muchos años de discrepancias totales. Aunque todavía albergo discrepancias con la iglesia, asumo la vitalidad de todos los gestos de Francisco y su repercusión en el mundo; pero espero que todo esto no sea una cortina de humo, para evitar lo esencial. 

Lo esencial es el seguimiento de Cristo. Y lo malo es que “NO” es una novedad para el cristianismo de hoy, que la opción sea la del seguimiento. Son tantos los dimes y diretes, son tantas cuestiones a tener en cuenta para tomar tal o cual decisión, que puede que al papa y a nosotros mismos –en ocasiones- se nos pase el tiempo sin que consigamos poner nuestro pié en la hendidura que deja ante nosotros el Resucitado.
Aun resuenan en nuestros oídos los ecos de la resurrección, los gestos de Jesús y sus acciones. Todo ello hay quien lo prefigura en la persona del papa Francisco, y yo aliento esos gestos. Quien está cerca de mi me ha escuchado en más de una ocasión manifestar, la repercusión que en tiempos de Ratzinguer, hubiera tenido el ver al papa leyendo su mensaje de navidad sentado en una humilde silla. 

Está claro que Ratzinger, tan amante de los tronos dorados y ornamentos litúrgicos con siglos de antigüedad, se lo ha puesto demasiado fácil a Francisco, aunque el pretexto de este último fuera solamente el aligerar el peso del atuendo pontificio en las celebraciones. 
Ya manifestó el teólogo y amigo José María Castillo, que no se cambia la iglesia con cambiar de zapatos. Una afirmación muy elocuente, para mirar al nuevo papa como yo creo mirarlo, con esperanza, ánimo y mucha cautela. Cautela porque los ecos eclesiásticos en nuestro país, al menos no indican que el talante papal sea somatizado a los obispos de las diócesis de la muy católica –que fue- España. 
Los que sabemos algo del sentido eclesiástico de nuestra iglesia, sabemos que todas las declaraciones de los obispos responden a un orden estratégico organizado por ellos mismos, para no dejar de marcar la senda de la ideología católica más conservadora y por ende, la única entendible por ellos. 
Los obispos de Segovia y Córdoba hoy se manifiestan contra el aborto, niegan de pleno el acceso de la mujer al sacerdocio argumentando este como don exclusivamente masculino, y tildan el divorcio como epidemia del siglo XXI…etc. No me extiendo en las declaraciones porque solo hay que imaginárselas. 
En la vecina Francia se suceden manifestaciones de carácter fundamentalista contra derechos obtenidos hacia la identidad de género, y está demostrado que tras las convocatorias está el aliento de la iglesia católica francesa. 

En Rusia esta semana se ha aprobado con la bendición de la Iglesia Ortodoxa, una ley represiva y de una dureza extrema al considerar un delito la manifestación de la libertad sexual, así como penalizar por ley todo aquello que sea considerado ofensa a la religión. No sé si se me podrá tildar de demagogo pero, ¿nos cambiamos todos se zapatos y así comenzamos a cambiar el mundo? Dejadme que os pregunte. ¿Qué respuesta damos a todas las personas a las que afecta de manera negativa y causan dolor estas declaraciones episcopales, así como los hechos acaecidos en Francia o Rusia? 
Me centro brevemente en los divorciados. A estos la iglesia, nuestra iglesia, como respuesta inmediata les cierra la puerta a la participación responsable de la comunidad, negándoles la comunión y el acceso a responsabilidades eclesiales tachándolos de ácratas. 
¿Esto no es una vuelta a la antigua economía de la salvación? ¿Apostamos por la vida y el amor, o por el “cumpli-miento” de la ley? 
Es precisamente aquí donde esperamos a Francisco, en este recodo del camino en el que muchos le diremos egoístamente ¿qué hay de lo mío? Porque solo entonces tendrá la oportunidad de TESTIMONIAR auténticamente como Jesús de Nazaret, aunque se tenga que dejar la piel en el intento. 
Coincido con el papa en que os pobres son importantísimos. 
¡Lo primero! Porque la pobreza es la autentica lacra del siglo XXI y no que la gente se separe o se deje de separar, pues los vínculos sacramentales van más allá de las posibilidades de visibilidad que tiene un obispo. Pero hay cuestiones de fondo en las que la iglesia se obceca, y que irremediablemente causan la retirada de muchos hijos e hijas de la iglesia por el camino. 
Los que responsablemente se salgan del camino no volverán por muy evaluable que sea la clase de religión. ¿Hasta dónde presionaran los obispos? Probablemente hasta la próxima campaña electoral. Mientras tanto no debieran perder de vista, que somos muchos los cristianos que estamos casi a punto de renunciar a la catolicidad como seña de identidad religiosa, ya que se ha convertido en represiva. 

Y Jesús de Nazaret solo quiso la felicidad individual y colectiva, sin preguntar el cómo ni el porqué. Acabo. Papa Francisco, déjese de fuegos artificiales y no se duerma en los laureles, no le vayamos a tener que decir el refrán del pueblo respecto de la similitud con su antecesor: “entre yo y mi hermano, poco nos llevamos”. 
Paz y bien desde la calurosa Andalucía.

Atte. Florencio Salvador Díaz Fernández, Titulado superior en Teología.