Dios y Padre bueno, que nos
amas y nos buscas.
Te queremos. Te queremos y
nos sentimos queridos.
Somos obra tuya, causa de
tu creación y tenemos la certeza
de que jamás nos abandonas
a nuestra suerte.
Prueba de ello es aquel
Arco Iris de colores,
que mostraste a Noé como
fidelidad de amor
al hombre y a la mujer de
cada tiempo (Gn 9,13).
La persona es tu
fascinación, Padre de amor.
La persona, su dignidad y
su vida.
Por ello, llegado el
momento nos enviaste a tu hijo Jesús,
que culminaría con un
testimonio de vida y obras,
el amor que sientes por el
mundo y por la gente.
Jesús nos mostró el vivo
rostro de la misericordia,
del perdón sin fin.
Fue el vivo rostro de la
amorosidad entregando amor en tu nombre,
restaurando la dignidad
perdida, atendiendo a los desestimados,
calmando las ansias de
venganza; y mostrando a todos
que es posible ser las manos
de Dios, siendo fraternos,
respetuosos y comprensivos.
Cuando Jesús estaba reunido
con sus discípulos,
nos envió su Santo Espíritu.
Como fuerza renovadora.
Como ánimo perenne para
continuar viviendo esperanzados
en el sentido comunitario
del cristianismo y sus valores.
Por este mismo Espíritu te
damos gracias Padre.
Porque lo sentimos cerca,
en nuestra vida.
Y porque este Espíritu lo
sentimos de manera especial en Chipiona,
junto a nuestra madre la
Virgen María Regla y fundamento de nuestra fe.
Que tu Hijo Jesús nos siga
animando con este Espíritu
que se nos ha entregado y
por el que vivimos.
Que por intercesión de la
Virgen María, Regla y amparo de nuestra fe,
todos continuemos sintiéndonos herman@s
y abrazados por el amor de
Jesucristo. Amén.
Floren Salvador Díaz
Fernández.