Reconozco que me gusta estar
informado. A menudo durante el día consulto ELPAIS, la Ser y otros medios de
comunicación como el informativo de Piqueras y artículos de opinión. Pero llevo
unos días un poco hastiado, lo reconozco. Y es que es tanta la obscenidad que
nos aporta el continuo reguero de barbaridades inhumanas, terrorismo internacional, escándalos monetarios
y de otra índole, que somos ya legión los ciudadanos que nos preguntamos si
esto no hay quien lo pare.
Si lo que tenemos que hacer es simplemente tener
amplitud de tragaderas para soportar como un inacabable viacrucis, que aquellos
que otrora fueron legalistas, gobernantes, custodios de la banca, los derechos
humanos y los que nos decían a los demás lo que teníamos que hacer; se vayan
ahora de rositas habiendo defraudado al fisco y a la hacienda pública, que por
cierto dice el ministro que somos todos.
No, señor ministro. Hacienda no somos
todos o al menos no lo somos todos de la misma manera. Es más, creo que nadie
es igual a nadie si entre dos individuos se interpone la amplitud de un mar o
un océano, o una economía determinada. Aun sentimos el horror de la catástrofe
aérea de Germanwings en los Alpes franceses.
Los medios de comunicación han
realizado un despliegue de tal magnitud, que hemos conocido pormenorizadamente
los detalles del horror vivido en el avión, así como los rostros de casi la
totalidad de los fallecidos y sus historias personales. Esta catástrofe tiene
el hándicap de que es muy posible que todos los que habitamos el primer mundo
nos montemos en un avión en algún momento de nuestra vida. ¿Qué sería de
nosotros?
Y es por ello que nos resulta demasiado fácil ponernos en la piel de
los fallecidos. En contraposición a este suceso, un barco zozobró hace unos
días en el Mediterráneo. Puede que ni usted ni yo sepamos ninguna de las historias
de los fallecidos. Es más, puede que no hayamos visto ni siquiera el rostro de
uno de los fallecidos.
Pero ojo, eran personas humanas. Eran SERES HUMANOS con
cada una de sus historias complejas o sencillas, con sus almas y creencias, con sus amores desengaños y
anheladas felicidades. Su billete no era ni de primera ni de segunda, era de
tercera como aquellos entierros de pobres que se hacían hace medio siglo. Marcharon
de su tierra con la desesperación que supone el sobrevivir aun a pesar del
desarraigo de la tierra que les parió.
Se quedaron ahí, en el fondo de un mar que para muchos es costa del sol y para otros el paraíso inalcanzable. Y no es por
ponerme dramático pues ya las cifras lo son; pero por muy lastimoso que fuera
el accidente del avión, ni siquiera estos fueron 150 o unos pocos más. Fueron
más de 700 personas las que perdieron la vida asustadas y atemorizadas en una travesía
causada por la desigualdad que este mundo crea, al dar a luz hijos con estrella
e hijos que nacen estrellados.
¿Hubiera reaccionado nuestro primer mundo de la misma manera, si lo hundido hubiera sido un crucero de lujo de una compañía enorme con personas acaudaladas?
La responsabilidad creo que es de todos, hasta de los que educan a sus hijos diciéndole que si no comen la cena vienen los rumanos y se los llevan. Por cosas tan simples como esa comenzamos a mal educar. Y cuando nos damos cuenta hemos creado un submundo al margen de realidades crueles como la de este accidente de muertes sumarias.
¿Hubiera reaccionado nuestro primer mundo de la misma manera, si lo hundido hubiera sido un crucero de lujo de una compañía enorme con personas acaudaladas?
La responsabilidad creo que es de todos, hasta de los que educan a sus hijos diciéndole que si no comen la cena vienen los rumanos y se los llevan. Por cosas tan simples como esa comenzamos a mal educar. Y cuando nos damos cuenta hemos creado un submundo al margen de realidades crueles como la de este accidente de muertes sumarias.
En fin, hoy recuerdo
aquella canción de Alejandro Sanz: “NO ES LO MISMO”. Y tiene razón el
compositor. Dice la letra: “será que ni somos, ni estamos”. Quizás ese es el
problema, nos “insensibilizamos” y eso es malo. Es buena la alegría, pero hay
que adolecerse con estos dramas enormes y otros particulares, pues solo poniéndonos
en la piel del/a otro/a podremos comprometernos a hacer un mundo más justo.
Luchemos
por la autenticidad, y la Humanidad lo es.
Floren Salvador Díaz Fernández.
Estudiante de Pneumatología