Cuidado con el pastoreo
Es complicado el dar
verosimilitud a estas palabras, supuestamente dichas por Jesús: “el que no entra por la puerta en el aprisco
de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido;[…] Todos
los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos”.
Ni siquiera Jesús
que se consideraba hijo de Dios, llegó a considerarse absolutamente
imprescindible para que la persona se salve a los ojos de Dios. La opción del
seguimiento de Jesús es precisamente eso, una cuestión que puede tomarse o
dejarse. Siempre ha dado Dios libertad al ser humano para obrar en consecuencia,
hasta el punto de permitir sentirse ignorado por muchos.
"Salvémonos así, siendo sinceros con Dios y con nosotros mismos, para considerarnos anunciadores del evangelio de Jesús. Otra posibilidad con nubes de por medio es absolutamente descartable"
Tal es así, que no
tiene fundamento ninguno el pensar –por ejemplo- que la autentica religión es
el cristianismo. Puede partirse de dos cuestiones fundamentales. 1ª: Jesús fue judío
y nunca pretendió dejar de serlo. Otra cuestión es la renovación planteada por
él mismo, sobre la nueva relación de la persona con nuestro –y su- Padre Dios.
2ª: el cristianismo es una religión hija del judaísmo, por lo cual es una
incongruencia considerar sin base aquello desde lo que se ha nacido.
Todo esto
nos puede llevar al punto de partida sobre la cuestión de la salvación,
fundamento del evangelio de este domingo (Juan 10,1-10). ¿Quién se salvará? Pues quien quiera
salvarse, así de sencillo. Lo que ocurre es que la salvación ya no puede
considerarse una posible moneda de cambio, o trueque con Dios aquí en la
tierra.
Nos salvaremos si somos personas que respondan al modo, vida y maneras
de Jesús de Nazaret, el revelador del rostro del Padre. Un Padre que es pastor
porque acoge. Un Dios que bien por sí mismo o desde Jesús, NO nos gobierna a
modo de sacerdote que obligatoriamente tiene que hacer rentable su parroquia a
costa de quien sea y como sea, NO.
Ese no es el camino a seguir, ese es parte del
montaje construido a costa del nombre de
Dios y a cuya teatralidad nos prestamos en ocasiones, yo el primero. El pragmatismo
es una cualidad fundamental en la persona de hoy, y por ende en la persona
cristiana. En cierto modo, no necesitamos que se nos diga en qué creer, como
creer y para qué creer.
Es urgente una actualización de la labor pastoral en la
Iglesia, pues el pastor como tal hoy no se entiende ni tiene cabida en una
comunidad cristiana dispersa y desencantada por la pastoral de la obligatoriedad,
llevada a cabo por muchos obispos en sus diócesis. Es la era del pensamiento
individual, al cual se llega desde el respeto mutuo con la posibilidad de confrontarlo desde la perspectiva fraterna y
comunitaria. Ante la individualidad, el abrazo.
Ante el agnosticismo, la fe en
el hombre y la mujer de cada tiempo –Templos del Espíritu Santo-. Ante el fanatismo,
una espiritualidad desde el respeto mutuo y la gratuidad de la vida.
Ante el pastor que nos quiere convertir en ovejas sin determinación, la rebeldía evangélica.
Ante la
desesperanza, la salvación aquí en la tierra dando oportunidades de abrazar y
acoger.
Ante el desamor, la capacidad para ser cordiales y amables.
Ante el
pastoreo de la manipulación, el pastoreo del evangelio de cada día y la
eucaristía del servicio y el alimento compartido en el nombre de Jesús.
Salvémonos
así, siendo sinceros con Dios y con nosotros mismos. Solo así seremos irreprochables
ante la comunidad, para considerarnos anunciadores del evangelio de Jesús. Así nos
salvaremos. Otra posibilidad con nubes de por medio es absolutamente descartable.
Sed felices y pensad por vosotros mismos, Dios vive en nosotros. ¿Qué más?
Feliz domingo. Fraternalmente,
Floren.