José M.
Castillo
Es un secreto a voces que, en España ahora mismo, es
demasiada la cantidad de gente que, por un motivo o por otro, se siente
descontenta, inquieta, insegura, en una situación de profundo malestar. Como es
lógico, la política y la economía tienen mucho que ver con este sentirse mal de
tanta gente. Si vivimos en un país en el que los políticos han organizado (o
permitido que se organice) la economía de forma que la desigualdad entre los más ricos (unos pocos) y los más pobres
(una notable mayoría) es la que más ha
aumentado en Europa en pocos años, ¿Cómo no vamos a hablar de un profundo
malestar y de una situación que claman al cielo? Por eso también hay que
preguntarse, ¿tiene que ver algo en esto la religión? Más en concreto, ¿tiene
alguna responsabilidad la Iglesia en que las cosas estén tal como están?
Aquí no vale echar mano del consabido argumento según el cual
lo que tiene que hacer la Iglesia es quedarse en sus templos y dedicarse a sus
rezos, dejando a políticos y economistas, para que sea ellos - los que saben de
las cosas de este mundo y tienen los poderes correspondientes - quienes
organicen y gestionen la vida de un país para que funcione lo mejor posible.
Por supuesto, así tendría que ser, si políticos y economistas
fueran ángeles del cielo. Pero de sobra sabemos que no lo son. Como sabemos
también que, en demasiados casos, políticos y gobernantes son gente corrupta,
que utilizan sus cargos y su poder en provecho propio y a costa de los más
débiles. Además, esto se hace de manera que a la gente se le dice lo que va
bien y se le oculta lo que va mal. Por eso, sin duda, los gobernantes no paran
de repetir que la economía de España es la que más sube en Europa, cuando en
realidad España está casi a la cola en la asombrosa desigualdad entre los más
ricos y los más pobres. ¿Quién entiende este “galimatías” de mentiras, medias
verdades y trampas que se ocultan según conviene al capital y al poder? No le falta
razón al novelista Upton Sinclair cuando nos recuerda que “es difícil hacer que
un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”. Es
exactamente lo que ahora mismo le está pasando a mucha gente cuando, por una
parte, oye lo que dicen los que mandan y, por otra parte, percibe (cuando lo
percibe) un jornal que ni es seguro, ni le da para llegar hasta final de mes.
Y mientras tanto (o que yo sepa), hasta ahora, nuestros
obispos cavilando si se puede o no se puede comulgar en la mano, si hay que
negarles los sacramentos a los divorciados vueltos a casar, si los homosexuales
están o no están empecatados, si la Iglesia tiene que ir por donde pretende
llevarla el Papa o si no sería mejor que las cosas funcionen como pretendía
Rocuo. Pero, ¿y si el Parlamento se pone a repensar que a la Iglesia hay que
quitarle los privilegios económicos que tiene? ¿y si el Gobierno les quita a
los curas la “paguita”, por aquello del Concordato y los
Acuerdos con la Santa Sede? Sinceramente, a veces, me da por sospechar que
nuestra Conferencia Episcopal piensa que “lo más prudente”, en todo lo que roza
este asunto del dinero, lo mejor es dejarlo como está. Y que cada cual se apañe
como pueda.
Sinceramente, con frecuencia me da por pensar que estamos
viendo y viviendo la capitulación de la religión ante la lógica del poder. Es
decir, estamos reduciendo la “causa de Jesús” a “mera religión”. Y la religión
– ya se sabe – no tiene más salida que entenderse lo mejor posible con el
poder, incluso apoyarlo en todo cuanto a la religión le conviene. Lo demás, que
salga adelante como pueda. Y sale. Pero casi siempre a base de dejar a los más
desamparados tirando de su desamparo. Y que salgan adelante como puedan.
Siempre habrá centros de caridad y ayudas de limosna, para que la gente vea que
la Iglesia “hace lo que puede”. Y es verdad. La Iglesia, como “religión” hace
lo que puede. Pero, ¿y la “causa de Jesús”? ¿dónde la ponemos? ¿cómo la
vivimos? El “mandamiento nuevo” del amor (Jn 13, 34-35) y la sentencia del
juicio de las naciones: “tuve hambre y me disteis de comer” … (Mt 25, 31-46),
eso es un buen material para días de retiro. No pida Vd. más, que no es
posible. Así estamos.