Hoy domingo y cuando acaba la Navidad, los cristianos celebramos el bautismo de Jesús. Uno de los curiosos
acontecimientos en la vida del nazareno, un episodio que tiene algunas
connotaciones importantes que desgrano brevemente para no robaros mucho tiempo.
Siempre me ha llamado la atención la influencia que Jesús tenía de su primo
Juan el bautista, el último de los profetas –si a Jesús no lo consideramos como
tal-. Hay muchísimos aspectos de la vida de Jesús que nos hacen saber que si no
era esenio, simpatizaba absolutamente con esta secta ascética a la cual pertenecía
Juan el hijo de Isabel y Zacarías, secta en la cual se cultivaba la cultura, la
limpieza el dominio de sí y la espiritualidad.
Es por ello que el rio Jordán como el mar muerto u otros afluentes cercanos
eran el sitio ideal para que los esenios se asentaran, y es en el río donde
Juan Bautista pregona la llegada de todo lo nuevo que representa Jesús.
Evidentemente Jesús no necesita ser bautizado como tal y nadie necesita en sí
mismo ser bautizado para ser considerado hija e hijo de Dios, ya que por el
mero hecho de nacer a la vida, es entendido que Dios Padre nos otorga su propia
dignidad.
Además el bautismo no salva como tal, nos salvamos en la tierra. O sea, lo
diré más claro. El bautismo no es un comodín que se puede utilizar para ir al
cielo si en la tierra hemos sido unos calaveras, no. Llegaremos a la plenitud
de la vida en la resurrección tanto si estamos bautizados como si no. Y esto es
así porque Dios en su ternura no hace acepción de personas. Quienes le adoran
con el nombre de Alah o creen en Él antes que los cristianos, también
alcanzarán su salvación.
El bautismo, por lo tanto, es solo un ritual por el cual su simbología nos
enseña la posibilidad de nacer de nuevo, que quedar limpios de todo aquellos
que nos dificulta para ser buenas personas, los apegos materiales, nuestra
autosuficiencia, los egoísmos, la falta de humanidad y sensibilidad, nuestra
negación al amor, nuestro exiguo respeto hacia los otros…etc.
Si dejamos atrás todo lo que nos lastra negativamente y nacemos a una nueva
vida, seremos recién nacidos a la vida de Cristo y desde ahí podremos caminar
junto Él, tengamos o no tengamos una partida de bautismo.
Otra cosa significativa es que Jesús llega al Jordán siendo bastante
desconocido. Es por ello que el se acerca a su primo y establece un diálogo con
él, pues Jesús aprovecha la coyuntura popular que asiste al bautista. Juan era
considerado profeta, muy respetado incluso por el rey Herodes. El hecho de que
Jesús llegue y Juan le reconozca de tal manera era importante para Jesús, que
se presta a un bautismo simbólico al cual Él mismo le da completa
verosimilitud.
La última cuestión que reseño es la entrada de Jesús en el barro del
Jordán, en aquella rivera del río en la cual algunas personas hemos tenido la
dicha de estar.
Es algo muy significativo pues Jesús entro como barro, masa moldeable en
las manos del creador (Is 64,7), humano por excelencia y completamente sensible
a las realidades de cada tiempo. Se prestó a ser uno más, para testimoniar con
la verdad y con las obras de sus manos.
Sus palabras, modificaron el latir de los corazones de aquellos presentes y
por ello le siguieron. De aquellas aguas Jesús salió como nuevo engendro, “tú
eres mi hijo yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como una nueva criatura que de
forma ilusionante -con la asistencia del Espíritu Santo- fue prototipo para
todas las mujeres y hombres que vendrían tras él y que llegamos hasta nuestros
días. Este Jesús, aquel Jesús de hoy y de siempre, solo desea que nos
enfanguemos. Que nos metamos en el barro, de donde procede la vida.
Que bajemos hasta allí abajo, donde la humildad, la intransigencia o quizás
la falta de higiene, hace preciso la presencia de una voz que revitalice la voz
de Jesús al decir “bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a
Dios” (Mt 5,8).
Cuando testimoniemos y solo entonces –a ver si nos enteramos-, ofreceremos
a quien esté a nuestro lado una razón contundente para ponerse en marcha, para
vivir su bautismo de fe y decir “SI” estoy dispuesto.
A ponernos en camino, para construir junto al Espíritu de Jesús, la
Cristiana Humanidad de los que nos reunimos en su nombre. Buena receta para este
año.
Feliz domingo y continúo deseándoos un feliz año 2020.
Fraternalmente, Floren.
HIMNO DEL AMOR
– Pedro Casaldáliga, Obispo.
Si yo tuviese
en mí todas las emisoras
y todos los
tablados de rock del mundo entero
y los altares y
cátedras y los parlamentos todos,
mas no tuviese
Amor,
yo sería ruido
sólo, ruido en el ruido.
Si yo tuviese
el don de adivinar
y el don de
llenar estadios
y el don de
hacer curaciones
y una supuesta
fe, capaz de trasportar cualquier montaña,
mas no tuviese
Amor,
yo sólo sería
un circo religioso.
Si yo
distribuyese
los bienes que
gané mal – quién sabe, quién no sabe-
en cestas de
Navidad
y en aireados
gestos caritativos
y fuese capaz
de dar mi salud
en prisas y
eficacias
más no tuviese
Amor,
yo sólo sería
imagen entre imágenes.
Paciente es el
amor y predispuesto, como regazo materno.
No tiene envidia
ni se vanagloria.
No busca el
interés como hacen los bancos:
sabe ser
gratuito y solidario, como la mesa de Pascua.
No pacta nunca
con la injusticia, nunca.
Hace fiesta de
la Verdad.
Sabe esperar,
forzando con coraje las puertas del futuro.
El Amor no
pasará, pasando todo lo que no sea él.
En la tarde de
esta vida nos juzgará el Amor.
Inmadura es la
ciencia y gateando,
inmadura la
ley, juguete el dogma.
El Amor ya
tiene la edad sin edad de Dios.
Ahora es un
espejo la luz que contemplamos,
un día será el
Rostro, cara a cara.
Veremos y
amaremos como Él nos ve, como nos ama.
Ahora están las
tres:
la fe, que es
noche oscura,
la pequeña
esperanza, tan persistente;
y él, el Amor,
que es el mayor.
Un día, para
siempre,
lejos de toda
noche y toda espera,
ya sólo será el
Amor.