PLEGARIA DE LA RESURRECCIÓN DE JESÚS DE NAZARET
Desde este humilde lugar, deseo una feliz Pascua a todos los que visitan este humilde blog. Permita el resucitado, que nos prestemos a la asistencia del Espíritu. Que nos abramos a todo lo bueno y bello que desde el hombre y la mujer de hoy, procede de Dios. Que neguemos la infamia a lo humano y logremos el pleno reinado de Dios en los corazones de las gentes.
Un abrazo cordial. Paz y bien. Floren
(La siguiente plegaria puede leerse en cualquier oficio litúrgico de la pascua, tras las preces.)
Dios y padre de bondad,
que nos amas y nos buscas.
Es realmente justo y necesario darte gracias,
Padre Nuestro, y de modo especial
en este día en que ha resucitado tu Hijo.
En nuestro mundo hay todavía caos informe,
tinieblas de guerra, iras,
desigualdades sociales, odios.
Tu aliento, Padre bueno e inmenso,
se cierne sobre la faz de la tierra,
porque Tu eres Luz y el creador de toda luz.
Nos cuesta reconocer
que el hombre es imagen de Dios,
porque le vemos desfigurado.
Este es el día, Padre, en que transformas
nuestro miedo en valentía.
Días de resurrección en que despiertas en nosotros
deseos de liberación y alegría,
al reconocer que Jesús venció a la muerte.
Son muchos los procesados.
Los enfermos, los marginados...
pero no faltan hoy quienes se entregan
por la justicia, quienes redimen a sus hermanos,
como Cristos anónimos.
Tú eres un Dios de libertad y de liberación,
como lo mostraste cuando tu pueblo
caminó por lo seco en medio del mar.
Esperamos continuamente el amanecer,
la división de las aguas amargas,
el camino limpio que nos lleva a la libertad.
Este es el día en que palpamos muy de cerca
la presencia del Resucitado.
Por lo cual nos asociamos a los ángeles
diciendo la oración que el resucitado nos enseñó:
Padre nuestro que estas en el cielo…
Padre de los cielos y tierra:
Tu Hijo Jesucristo vive entre nosotros.
Te bendecimos porque Jesucristo
vive en todo deseo de vida y amor,
porque su servicio siempre es actual,
es tan necesario e indispensable
como el alimento de tu Palabra y de tu mesa.
Cuando los hombres compartimos la palabra,
el pan, la mesa y la alegría,
nos hacemos hermanos.
En medio de nosotros está entonces Cristo.
En nombre de Jesús, Padre,
nos hemos reunido ante ti, los de lejos y los de cerca,
porque nos ha congregado tu Espíritu.
Tu cuerpo glorificado, Señor,
conserva la huella de las heridas de los hombres
y tu corazón abierto por la lanza
no cesa de manar sangre y agua de tu Espíritu.
Derrama la luz de tu Espíritu
para que en ella nos encontremos
todos los hombres y mujeres del mundo,
para que la vida tenga sentido
y todos compartamos tu felicidad.
Que llegue aquel día en que te veamos cara a cara,
cuando nadie tenga necesidad de decirnos quien eres.
A Ti, Padre, con el Espíritu del Resucitado,
te brindamos este momento de oración.
Escuchamos atentamente tu palabra,
pues ella es nuestra salvación,
la de nuestras familias y amigos
y te pedimos por todos los hombres y mujeres
que se aman y respetan, e igualmente te pedimos
por la salud de todo el mundo,
dada hoy en el Señor.
Por los siglos de los siglos. Amén.