LA SALADA, OFICIO DE COMPLETAS
Acabo el domingo ahora.
Una cena a base de setas y una pequeña
ensalada, y el corazón agradecido al Señor fundamentalmente.
Hoy en vísperas, aquí en mi aldea dije
gracias al Señor; por el día, por el ánimo de cada persona y la alegría que se
manifiesta en los rostros de las personas.
Y es que, el Evangelio de este domingo
nos habla de muchas cosas. Nos habla de matrimonio como compromiso y dación
mutua entre personas que se aman. Nos habla de realidad sacramental y la
humildad, sencillez y generosidad de corazón al descubrir a Jesús y vivirle en
la vida. Nos habla el evangelio de dignidad e igualdad ante los ojos de Dios.
Muchas cosas, y todas de mucho
contenido.
Me quedo con una, de la cual tengo
mucho que aprender. Fidelidad a lo que somos.
¿Se nos olvida acaso, que las aguas
bautismales nos introdujeron junto a la educación de nuestros padres, en el
hermoso sendero de seguir las huellas de Jesús?
De coherencia está necesitado el Reino
de Dios. Lo está. De certeza en la convicción de que los pobres y desfavorecidos
son los preferidos del Señor. Certeza de que cada cual debe descifrar el rostro
de Jesús en su mundo y en su ambiente, favoreciendo aquellas actitudes que
deben adornar a que es, o dice ser Hijo de Dios.
Hoy profesó un amigo monje trapense, y
en la hermosa ceremonia cuya alegría recordaremos durante mucho tiempo,
reconocí mi propia necesidad de ser fiel al camino comenzado hace tiempo.
¿Dónde está nuestra felicidad? Hoy
estaba en el rostro del amigo profeso, en el de sus padres, hermanos y familia –llorosos
en la feliz ocasión-. La felicidad estaba en el rostro de los hermanos monjes
de Santa María de las Escalonias. Estaba en el rostro de aquellos que gustamos
de compartir con ellos la oración y junto a ellos nos sentimos unidos
espiritualmente.
Hoy pido al Señor, por todos aquellos
que como Marta, supieron reconocer esa parte fascinante del rostro del Señor
que no puede dejarse escapar.
Pido al Señor, para que los que no
pueden alegrarse, encuentren en nosotros un motivo para –al menos- hallar esperanza.