La Fe de unos y la Fe de otros
Está
próximo el año de la fe. El año de la fe por aquí, el año de la fe por allá. Lo
cierto es que parece que nuestra Iglesia, está bastante dispuesta a poner mucho
esfuerzo en la difusión de este año de la fe y lo propuesto para desarrollarlo.
Carteleria, banderolas en todas las webs de aire cristiano o religioso, cartas
de los obispos, el motu proprio “Porta Fidei” escrito para su convocatoria…etc.
Aprecio profundamente la preocupación del papa por el sentido de la fe: “redescubrir el camino de la fe para
iluminar […]la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”. Sobre
todo por el sentido de la fe en el mundo y en Europa. Como sabemos, la
evangelización de Europa es un testigo que el actual papa ha recogido de su predecesor
Benedicto XV.
Las circunstancias eran distintas al comienzo del siglo XX,
aunque problemas como tales, no han faltado en cada una de las épocas. Lo que
ocurre en cada sentido, es que puede que nuestra Iglesia aun a pesar de la sabiduría
que le proporcionan los años, quizás no haya sabido colocarse certeramente en
el lugar adecuado, para afrontar tales eventos.
“Después del Concilio, la Iglesia ha trabajado para que sus ricas
enseñanzas sean recibidas y aplicadas en continuidad con toda la Tradición y
bajo la guía segura del Magisterio”, dicen las indicaciones pastorales para
el Año de la fe. (S.C.D.F) Y efectivamente, si de algo somos conscientes muchos
cristianos, es del interés que demuestra nuestra iglesia, para que el
Magisterio sea estrictamente observado en el pueblo de Dios.
Poco margen se
ofrece a los cristianos en la consecución de sus vidas, aun cuando se observe siempre
el reducto de la confesión para descarriados, como oportunidad para regresar al
buen camino. La fe a lo ancho y largo de su significado, como he escrito en
otras ocasiones no es garantía de ser buena persona. Se puede tener fe y llegar
al fanatismo, por el cual todo el mundo debe creer lo que yo creo, u orientarlo
en la misma dirección.
O se puede tener fe, y pasar desapercibido (Lc 10,29ss)
haciendo el bien sin preguntar por la situación social o moral del necesitado. ¿No
os parece que más que estar necesitado el mundo y la humanidad de fe; es la fe
la que está necesitada de humanidad? En primer lugar, quiero decir que me
hubiera gustado que la Iglesia llevada por un espíritu aperturista e
integrador, bien pudiera haber reservado espacios del año de la fe, para
profundizar en la fe como principio universal, desde toda perspectiva o
creencia interreligiosa.
Pero continuamos en cierto modo los cristianos, considerándonos
la guinda del pastel, al considerarnos depositarios de algo, que en muchas
ocasiones se nos escapa de las manos. “Esperamos
que el testimonio de vida de
los creyentes sea cada vez más creíble” (Porta Fidei nn.5), dice el papa.
Yo
creo que hoy más que nunca, la fe es una actitud ante la persona que está ante
nosotros o nos interpela en la distancia (Sant 2,18.26). Pues es solo ante el sujeto
que reclama nuestra atención en pro de una ayuda, un abrazo o una acogida,
donde encontraremos el rostro del Dios vivo (Mt 10,42). Todo esto es una opción
de vida de fe, considero yo que completamente actualizada y humanizada desde el
Evangelio de Jesús.
El papa afronta este año de la fe, como consecución del
declive del cristianismo en Europa, ya que la fe cristiana no va incardinada en
el proceso cultural de nuestra sociedad europea, como un presupuesto adicional
a la educación recibida. En términos generales, no preocupa demasiado a los
padres y madres que sus hijos sean cristianos. Y esto nuestra iglesia lo
percibe con estupor, en función del descenso de las estadísticas, respecto de la
bajada de la natalidad, el descenso de los bautizos, el bajón en los
matrimonios canónicos y el descrédito general al que la iglesia se somete a sí
misma aunque no lo reconozca.
A este proceso de involución del cristianismo,
nada ayuda la férrea doctrina impulsada por el papa y los obispos, para no
abrirse a nuevas realidades sociales planteadas, la negación a nuevos retos en
la búsqueda de la verdad de cada cual y los nuevos estados de vida que son una
realidad en nuestra sociedad comunitaria europea. “La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo
comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia”, (P.F. nn10)
dice el papa.
Pero si la iglesia abrazara a todos los que dicen seguir a Jesús
y le siguen, ofreciendo un camino integrador y de diálogo antes que someter a
la persona al credo y la moral del catecismo naranja; -digo que- la catolicidad
de la iglesia tendría un vuelco absolutamente comunitario y humanitario, pues
primero abrazaría y luego preguntaría.
Se nos habla de fe y se nos habla de
salvación en “Porta Fidei”, como una concatenación de circunstancias, las
cuales no pueden darse la una sin la otra. No me voy a enredar en temas de
soteriología con el gran teólogo Ratzinger. Pero estoy convencido de que la
salvación de cada cual, está donde está su corazón.
Y el corazón de muchos
cristianos sufre hoy, porque no sienten ni sentirán el calor de la iglesia, más
preocupada por sus privilegios y sostenibilidad, que por el nivel de calor del
corazón de sus hijos.
Lo diré sin reservas al acabar este escrito. Soy completamente
escéptico respecto del Año de la Fe. Creo que es nuestra Católica Iglesia la
que tiene que ser reevangelizada desde dentro mirando a los que nos miran con
incredulidad, sin dar crédito a los modos con que nos las gastamos los que
decimos seguir al de Nazaret, incluso entre nosotros mismos.
Comparad estas
últimas palabras mías con las del papa al Consejo de Conferencias Episcopales
de Europa. “La Iglesia en Europa, en el
trasfondo de los desafíos sociales y espirituales, está llamada a reflexionar
sobre la perenne tarea de la evangelización y sobre su urgencia renovada y
actual”. ¿Será posible? ¿O será una quimera?, por cierto palabra tan de
moda.
Nada
más. Todo sea por una fe humanizada.
Saludos
desde el corazón de Andalucía.
Atte.
Floren de Estepa, estudiante de teología cristiana.