CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

martes, 19 de noviembre de 2013

LA DEFENSA DE UN IDEAL

La defensa de un ideal
“El secreto de la existencia humana no sólo está en vivir, sino también en saber para qué  se vive” (Fiodor Dostoievski). Ayer me envió un amigo, un pequeño texto a modo de proverbio, en el cual se apreciaba la enseñanza de la libertad contra la resignación. 
Casi que resulta fácil imaginarse a ese elefante gigantón, que no hace nada por arrancar la estaca a la que está amarrado, aunque esta solo esté hincada superficialmente. Esa esclavitud forma parte de su vida, y el animal la acepta pues forma parte de su realidad y vida resignada. 

Al uso de la palabra resignación, recuerdo una conversación con una señora minusválida, que admitía conmigo que lo último es resignarse. Bien por ella, y por tantas personas que luchan en la vida, simplemente por ser ellas mismas y superar las dificultades. Personas integras y de bien. 
Yo he vivido la censura de la libertad en la sociedad. Aun recuerdo al compañero Alfonso Guerra, hablar de la dureza dictatorial del franquismo y como era cuestionable el dar un beso a la novia en público. Comprenda usted, que para muchos que deseaban vivir libremente su sexualidad, esa libertad ha sido real hace unos años, y muchas de esas personas, no habrán logrado superar la barrera del “qué dirán”. 
Lo cierto y verdadero es que hay verdades en la vida, absolutamente incuestionables, y una de ellas es la necesidad de ser libres. Nunca me ha gustado que me marquen el camino, ni que “sobredirijan” mis pasos, ni que piensen por mí. Siempre supe por mis padres que Dios es amor, tanto si tu piel es blanca como si es verde y crees en Él; y que este mismo Dios nos hizo libres y dignos. 
Siempre intenté hacer valer mi condición de persona digna, y por ello me es tan preciada la libertad. El reconocimiento personal de mi vida y de mi ideal, lo encontré en dos ideologías que tienen concepciones muy parecidas de la realidad actual; el cristianismo y el socialismo. No son antagónicas, pues se fundamentan básicamente en la atención y el servicio a lo público –laico relativo a pueblo- y los desfavorecidos, sin preguntarles a estos quienes son o si son productivos o rentables. 
Y es la defensa de estos ideales la que hoy por hoy colma mi ilusión, a sabiendas de que ambos caminos representan una continua progresión en la vida. Y sobre todo una actuación propia y comunitaria, que tiene que proyectarse en la vida de los otros, y que son los auténticos destinatarios de estos ideales y políticas. Suelo manifestar estas vivencias con una inusitada pasión, que en ocasiones me lleva a un ímpetu desaforado a la hora de escribir. 
Reconozco que este concepto de libertad a la hora de escribir, llevado por un impulso pasional de estos ideales, en ocasiones ha molestado a algunas personas. Sinceramente lo siento, pues mi intención no es molestar a nadie. Soy una persona que hoy por hoy solo aspira -siendo un currante que administra sus silencios-, a dar un testimonio más o menos contundente de lo que yo considero que es la autentica vivencia de los ideales que confieso. Y uno de esos ideales es el socialista. 
Admito que lo soy por convicción, ya que mi situación laboral no está sujeta al partido. Ser socialista para muchos conlleva el etiquetarte, con tal o cual líder de un tiempo determinado que hizo bien o mal, tal o cual cosa. Yo pido por favor, que no se me compare con los socialistas buenos ni con los socialistas malos; sino que se me compare con aquellas personas que se afanaron –con sus luces y sus sombras- en la vivencia de la socialdemocracia, como eje central de la existencia y el progreso de la humanidad y de nuestra sociedad, siendo libres y plurales. 
Y de esos socialistas que se afanan en vivir el ideal y defendedlo, hay muchas mujeres y hombres, con los que me enorgullezco en la actualidad de compartir el camino de este ideal político. Acabamos de dejar atrás la Conferencia Política del PSOE a nivel nacional, y en mi mente resuenan frases maravillosas junto a los textos de las ponencias a las que he dado lectura. 
“El Partido no es nuestro, es de los militantes y de los ciudadanos, que tienen nuestros valores y principios. El Partido es un instrumento para que los ciudadanos hagan realidad esos valores y esos principios” (Alfredo Pérez Rubalcaba). Y muchas otras declaraciones de intenciones en las que resuenan palabras tan maravillosas como PLURALIDAD, APERTURA, TRANSPARENCIA, REDES SOCIALES, MILITANCIA, PARTICIPACIÓN, JUVENTUD, LIBERTAD –que se da por hecho-…etc. 
Pensando en mi agrupación local, casi se me ocurre decir aquello de: ¿qué hay de lo mío? Tenemos que hacer PSOE. Debemos de hacer PSOE. Y no lo haremos estando separados. Dice la frase hecha que: “es más lo que nos une que lo que nos separa”. Tristemente admito que en mi PSOE de Estepa, lo que nos separa dista más que lo que nos puede unir. No se aprecia voluntad para evitar la diáspora. 

Y ese desgarro además de estar presente, solo necesita de un tirón más por ambas partes para que la ruptura sea total. En estos tiempos difíciles ideológicamente hablando, y en los cuales cunde el desanimo de los ciudadanos en la clase política, a todos los que gustamos la política se nos pide altura de miras y sentido de partido, para aunar esfuerzos en ser dignos del ideal que defendemos, en primer lugar desde nuestras filas. Oigamos a la gente. 
Atendamos a los mensajes electorales que dan las urnas, sobre todo las de 2011. Y no bromeemos con teorías de bandos y trincheras, pues en estas lides solo puede haber un perdedor, el PSOE de Estepa. Y si pierde el PSOE, quiero entender que perdemos todos, pues se ralentiza el progreso, lo público y la continua ampliación de derechos. Solo una cosa merece la pena, la gente. ¿Entenderemos esto? 
Cautela.

Florencio Salvador Díaz Fernández.
Militante del PSOE, Agrupación Local de Estepa.