CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 22 de febrero de 2013

EN CAMINO, TEOLOGÍA DE LA CUARESMA 3. UNA CRUZ EN EL CAMINO 3.1 TEOLOGÍA DE LA CRUZ


3.1 Teología de la Cruz
Jesús murió crucificado. La cruz, que fue el instrumento de la redención, ha venido a ser, juntamente con la muerte, el sufrimiento y la sangre; uno de los términos esenciales que sirven para evocar nuestra salvación. No es una ignominia, sino un titulo de gloria, primero para Cristo y luego para los cristianos. 


Ahora bien, entre otras cosas aquí veremos la cruz como redención, no como adoración a un elemento de sufrimiento o patíbulo. Antes de adentrarnos en la reflexión sobre ella, quiero hacer una nueva comparación juntamente con Moisés. Ya hemos visto lo mucho que es comparado con Jesús, y aun así igualmente se le compara, ya que por él y por la cruz que construyo, fueron muchos los salvados. Incomprensiblemente en tiempos del rey Ezequías, existía en el gran templo de Jerusalén una serpiente de bronce que recibía culto, y que fue destruida por orden del mismo rey (2Re 18,4). 

La serpiente en el antiguo Israel, es signo de culto para aquellos que le invocan como signo de la fertilidad. Precisamente este elemento de culto pagano es transformado en elemento de salvación por el escritor del libro de los Números, ya que hace de la serpiente en el estandarte –en la cruz- una mediación de Dios.

         “Núm 21,8-9 El Señor dijo a Moisés: "Hazte una serpiente de      bronce, ponla sobre un asta; los que hayan sido mordidos, al mirarla,   sanarán". Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un        asta; cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba a la          serpiente de bronce y quedaba curado.”

El escritor deja entrever la necesidad que tenia Dios, de que Israel mitificara de tal modo su culto y fe en Dios, como para convertir todo lo que eran reminiscencias del pasado pagano, en elemento por medio del cual, Yahvé obra en medio de su pueblo.
Esta serpiente de bronce alzada sobre un asta le proporciona a la comunidad “joanica”, un buen símbolo para expresar de una manera plástica la fuerza salvífica y el poder curativo que se infunde sobre todos los creyentes a partir de Cristo alzado en la cruz:
         “Jn 3,14-15 Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así será    levantado el hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga        vida eterna".

Aun así, el episodio de la serpiente en el estandarte, que tanto nos recuerda a cristo –interpretando el escrito de Números en clave cristológica-, de nuevo nos devuelve a la dinámica teológica de comportamiento del pueblo –sujeto o comunidad- ante Dios.
         1ª PECADO: impaciencia y murmuraciones del pueblo contra el Señor y contra moisés (Núm 21,4-5)
         “[…] empezó a impacientarse el pueblo, que murmuraba contra el Señor y Moisés, diciendo: "¿Por qué nos sacasteis de Egipto, para hacernos morir en el desierto? No hay pan ni agua, y estamos ya hartos de esta comida miserable".

         2ª CASTIGO: Dios envió contra el pueblo serpientes venenosas que los mordían (Núm 21,6)
         “El Señor envió entonces contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían y hacían morir a muchos israelitas.”

         3ª CONVERSIÓN: del pueblo e intercesión de Moisés; (Núm 21,7) “El pueblo fue a decir a Moisés: "Hemos pecado    murmurando contra el Señor y contra ti. Pide al Señor que aleje de       nosotros las serpientes". Moisés intercedió por el pueblo.

         4ª SALVACIÓN: (texto mas arriba)

Por ello ante la cruz de Cristo que contemplamos generalmente en cuaresma y semana santa, debemos de ver en primer lugar todo lo bueno y lo malo que conduce la humanidad del hombre, asumiendo nuestro barro y todo aquello que lastra nuestra fidelidad a Dios y al sentido fraterno de la comunidad. Y siendo consciente de esto, establecer ante la cruz una postura coherente y responsable que nos lleve a retomar de nuevo el camino correcto por medio de una rectificación que nos lleve por medio de la conversión, al sentido soteriológico de la vida al cual todo viviente se siente avocado, la salvación que se deriva de nuestra propia resurrección.

Ahora bien, sin que lo sepamos, con la actual orientación teológica que desarrollamos en nuestras comunidades –en términos generales-, estamos mas cerca del luteranismo que del catolicismo. Uno de los quebraderos de cabeza que trajo la reforma protestante fue la llamada “teología de la cruz o teología de la gloria”, según el lado del que era mirada. Lutero manifiesta que la cruz es el único objetivo de cristo desde su encarnación, centrando en ella su objetivo de vida y esencia de su mensaje, como su última consecuencia y finalidad. 

Según este, sólo podemos conocer a Dios a través de la cruz, no de la razón humana, y de plano rechazaban todo conocimiento natural de Dios, y todo intento humano de conocerle. En este sentido y aunque nos parezca este debate lejano y fuera de contexto, hay que admitir que la teología de la cruz esta permanentemente vigente en la vida de cada cristiano y en la vida de la misma iglesia de Jesús.

Hoy en día la teología de la cruz, nos ofrece la posibilidad de ver a un Dios apasionado y comprometido con el hombre, un Dios de calle. Sabemos que Dios en su inmensidad es incomprensible y permanece como misterio que trasciende y supera al hombre en muchos aspectos, pero al mirar la cruz de Jesús, se nos descubre a un Dios pasional, poderoso en su debilidad y Señor en la humillación. Por ello la cruz es fuerza de Dios que denuncia el esfuerzo humano por autojustificarse, y el orgullo del que pasando por alto el sentido de comunidad, quiere alcanzar la perfección por su propio esfuerzo.

La cruz de Jesús es la denuncia radical a la conciencia que el hombre occidental tiene de colocarse en disposición de… pero sin lanzarse al camino responsablemente, porque sabe que al responsabilizarse de ello, peligra el cimiento del primer mundo en el que esta instalado. Es esta el tipo de persona que quiere constantemente construir un paraíso en la tierra, y que sueña con una autosuficiencia histórica –yo valgo, yo puedo, yo soy capaz sin los demás-, que le hace independiente de Dios y constructor único del reino de la libertad y de la emancipación, de la utopía del reinado de Dios. Esto le llevará a labrar su pequeña porción de tierra que el cree reino de Dios, cuando es solo el lugar en el que dejarse caer él mismo.

No, la cruz es un STOP en nuestra vida, un indicador. Una señal o un aviso como la serpiente de bronce, porque el hombre en la mayoría de los casos, al pretender construir un cielo en la tierra, construye un nuevo infierno totalitarista, que nos lleva al egocentrismo de nuestras ideas y al desaforado fanatismo del que no ve mas allá de lo que cree y piensa.

En este sentido, corremos el riesgo de sea cual fuere el sentido que le demos a la cruz, nos quedemos perplejos ante ella y no reaccionemos. Esta, nos interpela y nos llama. Ante la cruz reconocemos lo que somos y de lo que somos capaces, actuando con autentica conciencia de cristianos que se consideran objetos del amor de Dios. 

Ante la cruz respondemos solo por nosotros mismos y manifestamos un compromiso de escuchar, disponernos y actuar conforme al espíritu de quien sabe que Dios es su todo pero que le acompaña en el duro camino de la vida. un camino que desde la cruz se torna renovado, convertido y reubicado, para ser en el mundo fermento y masa.

(Por ello, no olvidemos que la teología de la cruz es la afirmación de la necesidad de la gracia y de la gratuidad de esta, la postulación de la fragmentación del esfuerzo humano –cada ejemplo es valido- y de la búsqueda de nuestra identidad contra todo sueño de inmediatez y totalidad, ¿sabemos lo que somos?. Aunque consideremos el reino de Dios utópico, solo a el corresponde instaurarlo, según el esfuerzo del trabajo humano por conseguir las bases para tal reino –démosle motivos para ello-.)

Por ello dos actitudes básicas ante la cruz, la penitencia y la conversión.