3.1 Teología de la Cruz
Jesús
murió crucificado. La cruz, que fue el instrumento de la redención, ha venido a
ser, juntamente con la muerte, el sufrimiento y la sangre; uno de los términos
esenciales que sirven para evocar nuestra salvación. No es una ignominia, sino
un titulo de gloria, primero para Cristo y luego para los cristianos.
Ahora
bien, entre otras cosas aquí veremos la cruz como redención, no como adoración
a un elemento de sufrimiento o patíbulo. Antes de adentrarnos en la reflexión
sobre ella, quiero hacer una nueva comparación juntamente con Moisés. Ya hemos
visto lo mucho que es comparado con Jesús, y aun así igualmente se le compara,
ya que por él y por la cruz que construyo, fueron muchos los salvados.
Incomprensiblemente en tiempos del rey Ezequías, existía en el gran templo de
Jerusalén una serpiente de bronce que recibía culto, y que fue destruida por
orden del mismo rey (2Re 18,4).
La serpiente en el antiguo Israel, es signo de
culto para aquellos que le invocan como signo de la fertilidad. Precisamente
este elemento de culto pagano es transformado en elemento de salvación por el
escritor del libro de los Números, ya que hace de la serpiente en el estandarte
–en la cruz- una mediación de Dios.
“Núm 21,8-9 El
Señor dijo a Moisés: "Hazte una serpiente de bronce, ponla sobre un asta; los que hayan sido mordidos, al
mirarla, sanarán". Moisés hizo una
serpiente de bronce y la puso sobre un asta;
cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.”
El escritor deja entrever la necesidad que tenia Dios, de que
Israel mitificara de tal modo su culto y fe en Dios, como para convertir todo
lo que eran reminiscencias del pasado pagano, en elemento por medio del cual,
Yahvé obra en medio de su pueblo.
Esta
serpiente de bronce alzada sobre un asta le proporciona a la comunidad
“joanica”, un buen símbolo para expresar de una manera plástica la fuerza
salvífica y el poder curativo que se infunde sobre todos los creyentes a partir
de Cristo alzado en la cruz:
“Jn 3,14-15 Como
levantó Moisés la serpiente en el desierto, así será levantado el hijo del hombre, para que todo el que crea en él
tenga vida eterna".
Aun así, el episodio de la serpiente en el
estandarte, que tanto nos recuerda a cristo –interpretando el escrito de
Números en clave cristológica-, de nuevo nos devuelve a la dinámica teológica
de comportamiento del pueblo –sujeto o comunidad- ante Dios.
1ª
PECADO: impaciencia y murmuraciones del pueblo contra el Señor y contra moisés
(Núm 21,4-5)
“[…] empezó a impacientarse el pueblo, que
murmuraba contra el Señor y Moisés,
diciendo: "¿Por qué nos sacasteis de Egipto, para hacernos morir en el desierto? No hay pan ni agua, y estamos ya
hartos de esta comida
miserable".
2ª CASTIGO: Dios envió contra el pueblo serpientes venenosas
que los mordían (Núm 21,6)
“El Señor envió entonces contra el pueblo
serpientes venenosas, que los mordían
y hacían morir a muchos israelitas.”
3ª
CONVERSIÓN: del pueblo e intercesión de Moisés; (Núm 21,7) “El pueblo fue a decir a Moisés:
"Hemos pecado murmurando contra el
Señor y contra ti. Pide al Señor que aleje de nosotros
las serpientes". Moisés intercedió por el pueblo.
4ª SALVACIÓN: (texto mas arriba)
Por ello ante
la cruz de Cristo que contemplamos generalmente en cuaresma y semana santa,
debemos de ver en primer lugar todo lo bueno y lo malo que conduce la humanidad
del hombre, asumiendo nuestro barro y todo aquello que lastra nuestra fidelidad
a Dios y al sentido fraterno de la comunidad. Y siendo consciente de esto,
establecer ante la cruz una postura coherente y responsable que nos lleve a
retomar de nuevo el camino correcto por medio de una rectificación que nos
lleve por medio de la conversión, al sentido soteriológico de la vida al cual
todo viviente se siente avocado, la salvación que se deriva de nuestra propia
resurrección.
Ahora bien, sin que lo
sepamos, con la actual orientación teológica que desarrollamos en nuestras
comunidades –en términos generales-, estamos mas cerca del luteranismo que del
catolicismo. Uno de los quebraderos de cabeza que trajo la reforma protestante
fue la llamada “teología de la cruz o teología de la gloria”, según el lado del
que era mirada. Lutero manifiesta que la cruz es el único objetivo de cristo
desde su encarnación, centrando en ella su objetivo de vida y esencia de su
mensaje, como su última consecuencia y finalidad.
Según este, sólo podemos
conocer a Dios a través de la cruz, no de la razón humana, y de plano rechazaban
todo conocimiento natural de Dios, y todo intento humano de conocerle. En este
sentido y aunque nos parezca este debate lejano y fuera de contexto, hay que
admitir que la teología de la cruz esta permanentemente vigente en la vida de
cada cristiano y en la vida de la misma iglesia de Jesús.
Hoy en día la teología de la
cruz, nos ofrece la posibilidad de ver a un Dios apasionado y comprometido con
el hombre, un Dios de calle. Sabemos que Dios en su inmensidad es
incomprensible y permanece como misterio que trasciende y supera al hombre en
muchos aspectos, pero al mirar la cruz de Jesús, se nos descubre a un Dios
pasional, poderoso en su debilidad y Señor en la humillación. Por ello la cruz
es fuerza de Dios que denuncia el esfuerzo humano por autojustificarse, y el orgullo
del que pasando por alto el sentido de comunidad, quiere alcanzar la perfección
por su propio esfuerzo.
La cruz de Jesús es la
denuncia radical a la conciencia que el hombre occidental tiene de colocarse en
disposición de… pero sin lanzarse al camino responsablemente, porque sabe que
al responsabilizarse de ello, peligra el cimiento del primer mundo en el que
esta instalado. Es esta el tipo de persona que quiere constantemente construir
un paraíso en la tierra, y que sueña con una autosuficiencia histórica –yo
valgo, yo puedo, yo soy capaz sin los demás-, que le hace independiente de Dios
y constructor único del reino de la libertad y de la emancipación, de la utopía
del reinado de Dios. Esto le llevará a labrar su pequeña porción de tierra que
el cree reino de Dios, cuando es solo el lugar en el que dejarse caer él mismo.
No, la cruz es un STOP en
nuestra vida, un indicador. Una señal o un aviso como la serpiente de bronce,
porque el hombre en la mayoría de los casos, al pretender construir un cielo en
la tierra, construye un nuevo infierno totalitarista, que nos lleva al
egocentrismo de nuestras ideas y al desaforado fanatismo del que no ve mas allá
de lo que cree y piensa.
En este sentido, corremos
el riesgo de sea cual fuere el sentido que le demos a la cruz, nos quedemos
perplejos ante ella y no reaccionemos. Esta, nos interpela y nos llama. Ante la
cruz reconocemos lo que somos y de lo que somos capaces, actuando con autentica
conciencia de cristianos que se consideran objetos del amor de Dios.
Ante la
cruz respondemos solo por nosotros mismos y manifestamos un compromiso de
escuchar, disponernos y actuar conforme al espíritu de quien sabe que Dios es
su todo pero que le acompaña en el duro camino de la vida. un camino que desde
la cruz se torna renovado, convertido y reubicado, para ser en el mundo
fermento y masa.
(Por ello, no olvidemos que
la teología de la cruz es la afirmación de la necesidad de la gracia y de la
gratuidad de esta, la postulación de la fragmentación del esfuerzo humano –cada
ejemplo es valido- y de la búsqueda de nuestra identidad contra todo sueño de
inmediatez y totalidad, ¿sabemos lo que somos?. Aunque consideremos el reino de
Dios utópico, solo a el corresponde instaurarlo, según el esfuerzo del trabajo
humano por conseguir las bases para tal reino –démosle motivos para ello-.)
Por ello dos actitudes
básicas ante la cruz, la penitencia y la conversión.