CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

miércoles, 11 de marzo de 2015

"VERITAS DE LAPIDIBUS" - LA VERDAD SOBRE LA PIEDRA

Boletín Hermandad de San Pedro, Estepa nº 21 de Marzo de 2015. Pag 20-22.
“Veritas de lapidibus”/La verdad sobre la piedra
No cabe la menor duda de que dentro del grupo de los apóstoles, Jesús tiene predilección por tres de ellos, a los que conoce muy bien y en los cuales advierte cualidades excepcionales. En los hermanos Juan y Santiago el Mayor –hijos de Zebedeo- advierte un carácter férreo, determinante, fiel y un poco impetuoso. Eso le gusta a Jesús, hasta el punto de apodarlos “boanerges” o hijos del trueno. 

Pedro es el otro integrante de ese estrecho grupo, y una persona a la cual aprecia mucho el Señor. Es un hombre pobre natural de Betsaida Julias, del cual solo sabemos que era pescador y solo tenía una red para pescar en aguas poco profundas pues es muy probable que fuera asalariado de los propios Zebedeos. Estaba casado y tenía un hermano llamado Andrés, también apóstol de Jesús. 
Lo que llama la atención del Señor es que en Pedro, mejor que en ningún otro, Jesús aprecia la espontaneidad, honestidad y humanidad más determinante que nos lleva a la dualidad de la fidelidad y la traición, y la que lleva al sujeto del arrojo violento hasta la más absoluta conversión. Su nombre originario era Simón, pero Jesús asume una costumbre bíblica y para determinar la significación de la persona, le cambia el nombre de Simón por “Cefas = Piedra”. 
¿Cuál puede ser el significado más autentico de este apodo? Desde luego el significado no reside en piedra, relativo a cimiento sobre el que se construye la Iglesia Católica. En primer lugar porque Jesús condeno durante toda su vida la jerarquización religiosa, su poder sobre las personas y todo lo que conlleva (Mt 23.1-39). El pasaje atribuido a Jesús en Mt 16,18: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”; es muy poco probable que fuera pronunciado por Jesús, casi todos los estudiosos del evangelio de Mateo están de acuerdo en ello. 
Porque la palabra originaria en la que fue escrito el texto es griega, e Iglesia en griego “ekklesía”, es propia de la democracia de Atenas (A.Hilhortst) y no estaba al alcance del lenguaje de un galileo pobre como era Jesús sin estudios reconocidos (Jn 7.15b). Teniendo en cuenta que intento ser riguroso y que para nada mi intención es quitarle merito al apóstol, procedo a explicar el que yo entiendo es el autentico significado de “piedra” relativo a Pedro. Como he dicho antes, Pedro acompaña al Señor en momentos cruciales de su vida pública. 
Está presente en la transfiguración de Jesús en el Tabor, le acompaña junto a los Zebedeos en la oración en el huerto. Es protagonista de la traición más dura que sufre el Señor y de su consecuente arrepentimiento y protagoniza la declaración más sincera y profunda que un creyente hace sobre Jesús: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo” (Mt 16.16b). Por todo ello y mucho más, para Jesús Pedro es Roca, es Piedra. La Piedra en la biblia, tiene un carácter importante y sorprendente en cuanto a elemento de dureza y durabilidad en el tiempo. 

"Jesús condeno durante toda su vida la jerarquización religiosa, su poder sobre las personas y todo lo que conlleva"

Durante casi mil años hasta el nacimiento de Jesús la piedra era algo de difícil extracción que solo estaba al alcance de los poderosos, para la construcción de fortalezas y palacios. La gente pobre se conformaba con tiendas de pieles al estilo beduino, o construían casas de madera y rastrojo, cuya base era un murete de piedra que no solía llegar al metro de altura, valga el ejemplo de la casa de Pedro en Cafarnaum. 
En Jueces (20,16) tenemos un ejemplo bélico de la utilización de piedras. Otros escritos hacen mención a grandes piedras que servían para cerrar las bocas de pozos y cisternas (Gn 29,2), así como para cerrar sepulcros funerarios (Jn 11,38). Incluso para hacer cuchillos aptos para la circuncisión, servían las piedras como elemento ritual (Ex 4,24). En la biblia se habla de vasijas de piedra que por su pureza, servían para contener ungüentos sagrados. 
Incluso la realización de fuego con piedras figura en 2  Macabeos (10,3). El plano religioso es el que más nos interesa pues existe una teología de la piedra. En Génesis (28,11.18-22.35,14), se narra el sueño de Jacob y como este levanta la piedra que le sirvió de almohada y la convierte en estela  sagrada ungiéndola con aceite. 
Para que nunca olvide Israel los mandamientos, en piedra los grabará el Señor (Ex 24,12) y mandará igualmente grabar en una roca los doce nombres de las Tribus de Israel (Ex 28,9). Pero sin lugar a dudas el episodio de la roca de Meribah junto al Monte Nebo (Jordania), donde Moisés golpea la piedra de la que brota un manantial para que beba el otrora sediento pueblo de Israel; es sin duda el ejemplo bíblico por antonomasia de que desde entonces Dios es la Roca, y como es roca es refugio y es piedra de la que mana la vida, pues le colmó la sed a Israel (Ex 17,6). 
Este episodio es muy nombrado a lo largo y ancho de los LXX, pues la desesperación de Israel se torno en amor hacia su Dios y creador, ya que no sólo Dios les ayuda desde la roca, sino que Él mismo es “su” roca. 

"Pedro emerge de entre la humanidad como roca Sagrada, llena de vida, prototipo de todo lo bueno y toda la debilidad a la que están sujetos el hombre y la mujer de cada tiempo"

En clave cristológica hay un pasaje en Isaías (28,16) que se refiere a la roca que Dios colocará en Sión (Jerusalén), y en la cual muchos hacen referencia a Jesús e incluso a Pedro. Me parece curioso hacer referencia a esta gran roca situada bajo la cúpula dorada en la mezquita de Omar en Jerusalén, cumbre del monte Moria y donde estuvo el gran Templo judío, hoy explanada de las mezquitas y donde Abraham pretendió sacrificar a Isaías por orden de Dios (Gn 22,2b); y roca desde la cual Mahoma inició el “mijray” (subida al cielo) según la tradición mahometana. 
En este orden de cosas no olvidemos la importancia de esta última roca sobre la que se levantaba el Templo de Jerusalén, el centro económico y religioso de Israel. A pesar de su importancia, Jesús relativizará la importancia de este templo para significar toda la atención de Dios en la propia humanidad, que como aquellas piedras sagradas y el mismo templo, son obra del creador y contienen su santo Espíritu (Is 61,1). “Destruid este templo y en tres días lo levantare” (Jn 2,19). 
Jesús desprecia la construcción poniéndola tras los ejemplos vivos que la vida nos ofrece, tanto de palabra como de obra. Y entre esos ejemplos de vida encontramos como piedra preciosa a Pedro el seguidor de Jesús por antonomasia. Una persona que necesitaba al maestro, tanto como el Señor al discípulo. Alguien muy valioso para Jesús, hasta el punto de colocarlo como punto de partida hacia esa nueva relación con Dios que Jesús inaugura con su vida y su ejemplo. 
Lo mismo que Jacob levantó la estela del suelo, Pedro emerge de entre la humanidad como roca Sagrada, llena de vida, prototipo de todo lo bueno y toda la debilidad a la que están sujetos el hombre y la mujer de cada tiempo. Una humanidad de la que parte la comunidad cristiana al considerarlo hombre sabio, continuador de Jesús y por ello pastor de la primigenia comunidad no jerarquizada pero si organizada con el objetivo de servir, ser fraternos y anunciar a Jesucristo. 
Es por ello, que Pedro significa para nosotros aquella incorruptibilidad de las tablas de la ley, pues como aquellas lozas, su ejemplo perdurará por siempre. Su vida es roca y testigo del más sincero seguimiento al maestro y cuna de honestidad y humildad de la que todos podemos aprender. 
Recuerdo a la profesora y teóloga Felisa Elizando cuando dice que “el cristianismo es cosa decente”. Pues en Pedro advertimos la posibilidad inagotable del perdón más sincero y del diálogo limpio, que le llevo a mirar a Jesús cara a cara y sin reservas. Herman@s de San Pedro, que su espíritu os inunde y a todos nos ilumine a través del desierto cuaresmal. Gracias por la oportunidad y feliz camino a la pascua. Laus Deo.

Florencio Salvador Díaz Fernández.

Titulado superior en Teología por el Instituto Internacional de Teología. 
Universidad Pontificia de Comillas.