Boletín Hermandad de San Pedro, Estepa nº 21 de Marzo de 2015. Pag 20-22.
“Veritas de lapidibus”/La
verdad sobre la piedra
No cabe la menor duda de que
dentro del grupo de los apóstoles, Jesús tiene predilección por tres de ellos,
a los que conoce muy bien y en los cuales advierte cualidades excepcionales. En
los hermanos Juan y Santiago el Mayor –hijos de Zebedeo- advierte un carácter
férreo, determinante, fiel y un poco impetuoso. Eso le gusta a Jesús, hasta el
punto de apodarlos “boanerges” o hijos del trueno.
Pedro es el otro integrante
de ese estrecho grupo, y una persona a la cual aprecia mucho el Señor. Es un
hombre pobre natural de Betsaida Julias, del cual solo sabemos que era pescador
y solo tenía una red para pescar en aguas poco profundas pues es muy probable
que fuera asalariado de los propios Zebedeos. Estaba casado y tenía un hermano
llamado Andrés, también apóstol de Jesús.
Lo que llama la atención del Señor es
que en Pedro, mejor que en ningún otro, Jesús aprecia la espontaneidad,
honestidad y humanidad más determinante que nos lleva a la dualidad de la
fidelidad y la traición, y la que lleva al sujeto del arrojo violento hasta la
más absoluta conversión. Su nombre originario era Simón, pero Jesús asume una
costumbre bíblica y para determinar la significación de la persona, le cambia
el nombre de Simón por “Cefas = Piedra”.
¿Cuál puede ser el significado más autentico
de este apodo? Desde luego el significado no reside en piedra, relativo a
cimiento sobre el que se construye la Iglesia Católica. En primer lugar porque
Jesús condeno durante toda su vida la jerarquización religiosa, su poder sobre
las personas y todo lo que conlleva (Mt 23.1-39). El pasaje atribuido a Jesús
en Mt 16,18: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”; es muy
poco probable que fuera pronunciado por Jesús, casi todos los estudiosos del
evangelio de Mateo están de acuerdo en ello.
Porque la palabra originaria en la
que fue escrito el texto es griega, e Iglesia en griego “ekklesía”, es propia
de la democracia de Atenas (A.Hilhortst) y no estaba al alcance del lenguaje de
un galileo pobre como era Jesús sin estudios reconocidos (Jn 7.15b). Teniendo
en cuenta que intento ser riguroso y que para nada mi intención es quitarle
merito al apóstol, procedo a explicar el que yo entiendo es el autentico
significado de “piedra” relativo a Pedro. Como he dicho antes, Pedro acompaña
al Señor en momentos cruciales de su vida pública.
Está presente en la
transfiguración de Jesús en el Tabor, le acompaña junto a los Zebedeos en la
oración en el huerto. Es protagonista de la traición más dura que sufre el
Señor y de su consecuente arrepentimiento y protagoniza la declaración más
sincera y profunda que un creyente hace sobre Jesús: “Tú eres el Mesías, el
Hijo del Dios vivo” (Mt 16.16b). Por todo ello y mucho más, para Jesús Pedro es
Roca, es Piedra. La Piedra en la biblia, tiene un carácter importante y
sorprendente en cuanto a elemento de dureza y durabilidad en el tiempo.
"Jesús condeno durante toda su vida la jerarquización religiosa, su poder sobre las personas y todo lo que conlleva"
Durante
casi mil años hasta el nacimiento de Jesús la piedra era algo de difícil
extracción que solo estaba al alcance de los poderosos, para la construcción de
fortalezas y palacios. La gente pobre se conformaba con tiendas de pieles al
estilo beduino, o construían casas de madera y rastrojo, cuya base era un
murete de piedra que no solía llegar al metro de altura, valga el ejemplo de la
casa de Pedro en Cafarnaum.
En Jueces (20,16) tenemos un ejemplo bélico de la
utilización de piedras. Otros escritos hacen mención a grandes piedras que
servían para cerrar las bocas de pozos y cisternas (Gn 29,2), así como para
cerrar sepulcros funerarios (Jn 11,38). Incluso para hacer cuchillos aptos para
la circuncisión, servían las piedras como elemento ritual (Ex 4,24). En la
biblia se habla de vasijas de piedra que por su pureza, servían para contener
ungüentos sagrados.
Incluso la realización de fuego con piedras figura en 2 Macabeos (10,3). El plano religioso es el que
más nos interesa pues existe una teología de la piedra. En Génesis (28,11.18-22.35,14),
se narra el sueño de Jacob y como este levanta la piedra que le sirvió de
almohada y la convierte en estela
sagrada ungiéndola con aceite.
Para que nunca olvide Israel los
mandamientos, en piedra los grabará el Señor (Ex 24,12) y mandará igualmente
grabar en una roca los doce nombres de las Tribus de Israel (Ex 28,9). Pero sin
lugar a dudas el episodio de la roca de Meribah junto al Monte Nebo (Jordania),
donde Moisés golpea la piedra de la que brota un manantial para que beba el
otrora sediento pueblo de Israel; es sin duda el ejemplo bíblico por
antonomasia de que desde entonces Dios es la Roca, y como es roca es refugio y
es piedra de la que mana la vida, pues le colmó la sed a Israel (Ex 17,6).
Este
episodio es muy nombrado a lo largo y ancho de los LXX, pues la desesperación
de Israel se torno en amor hacia su Dios y creador, ya que no sólo Dios les
ayuda desde la roca, sino que Él mismo es “su” roca.
"Pedro emerge de entre la humanidad como roca Sagrada, llena de vida, prototipo de todo lo bueno y toda la debilidad a la que están sujetos el hombre y la mujer de cada tiempo"
En clave cristológica hay
un pasaje en Isaías (28,16) que se refiere a la roca que Dios colocará en Sión
(Jerusalén), y en la cual muchos hacen referencia a Jesús e incluso a Pedro. Me
parece curioso hacer referencia a esta gran roca situada bajo la cúpula dorada
en la mezquita de Omar en Jerusalén, cumbre del monte Moria y donde estuvo el
gran Templo judío, hoy explanada de las mezquitas y donde Abraham pretendió
sacrificar a Isaías por orden de Dios (Gn 22,2b); y roca desde la cual Mahoma inició
el “mijray” (subida al cielo) según la tradición mahometana.
En este orden de
cosas no olvidemos la importancia de esta última roca sobre la que se levantaba
el Templo de Jerusalén, el centro económico y religioso de Israel. A pesar de
su importancia, Jesús relativizará la importancia de este templo para
significar toda la atención de Dios en la propia humanidad, que como aquellas
piedras sagradas y el mismo templo, son obra del creador y contienen su santo
Espíritu (Is 61,1). “Destruid este templo y en tres días lo levantare” (Jn
2,19).
Jesús desprecia la construcción poniéndola tras los ejemplos vivos que
la vida nos ofrece, tanto de palabra como de obra. Y entre esos ejemplos de
vida encontramos como piedra preciosa a Pedro el seguidor de Jesús por antonomasia.
Una persona que necesitaba al maestro, tanto como el Señor al discípulo.
Alguien muy valioso para Jesús, hasta el punto de colocarlo como punto de
partida hacia esa nueva relación con Dios que Jesús inaugura con su vida y su
ejemplo.
Lo mismo que Jacob levantó la estela del suelo, Pedro emerge de entre
la humanidad como roca Sagrada, llena de vida, prototipo de todo lo bueno y
toda la debilidad a la que están sujetos el hombre y la mujer de cada tiempo.
Una humanidad de la que parte la comunidad cristiana al considerarlo hombre
sabio, continuador de Jesús y por ello pastor de la primigenia comunidad no
jerarquizada pero si organizada con el objetivo de servir, ser fraternos y
anunciar a Jesucristo.
Es por ello, que Pedro significa para nosotros aquella
incorruptibilidad de las tablas de la ley, pues como aquellas lozas, su ejemplo
perdurará por siempre. Su vida es roca y testigo del más sincero seguimiento al
maestro y cuna de honestidad y humildad de la que todos podemos aprender.
Recuerdo
a la profesora y teóloga Felisa Elizando cuando dice que “el cristianismo es
cosa decente”. Pues en Pedro advertimos la posibilidad inagotable del perdón
más sincero y del diálogo limpio, que le llevo a mirar a Jesús cara a cara y
sin reservas. Herman@s de San Pedro, que su espíritu os inunde y a todos nos
ilumine a través del desierto cuaresmal. Gracias por la oportunidad y feliz
camino a la pascua. Laus Deo.
Florencio Salvador Díaz Fernández.
Titulado superior en Teología por
el Instituto Internacional de Teología.
Universidad Pontificia de Comillas.