Orgullosos/as de Jesús
“Dios no hizo la
muerte ni se alegra con la destrucción de los vivientes, […] porque Dios creó
al hombre y lo hizo a imagen de su mismo ser” (Sabiduría 1, 13a. 2,23)
Hoy hace cuarenta y seis años de
aquellos disturbios en el barrio Neoyorquino de Stonewall, que arrancaron la
lucha por los derechos LGTB en EE.UU., y posteriormente en todo el mundo. Recordando
a quienes tanto se dejaron en el camino de la vida por la obtención de estos
derechos, y sin dejar de mirar hacia países donde la homosexualidad es
penalizada hasta con la muerte; hoy es un buen día para felicitarnos.
El mejor
regalo que se nos pudiera hacer a toda la comunidad, es que la corte suprema de
los Estados Unidos reconociera irrevocablemente el derecho del matrimonio
homosexual, lo cual es ya una realidad desde hace pocos días.
Pero hay otros motivos
para alegrarnos en este día y hay motivos para no dejar de sentirnos personas
libres y seguir luchando para que otros lo sean.
Desde mi condición cristiana
me llama mucho la atención las lecturas de este domingo. Y no solo me llaman la
atención, sino que desde la perspectiva de Jesús de Nazaret, creo que es muy
posible un mundo mejor donde la libertad sea el punto de partida y la humanidad
el punto de encuentro.
Las religiones desde hace miles de años, ha dificultado
la progresión en los derechos y libertades de las personas. El enfermo era
despreciable solo por serlo, y así mismo cualquier persona que tuviera o viviera
una cualidad excepcional en su vida (Levítico 15,25-30). Todo fuera por una
manipulación de Dios al servicio de unos intereses concretos.
Aunque en la
actualidad aun tenemos talibanes en todas las religiones, que nos dicen a todos
lo que tenemos que hacer e incluso se atreven a postularse como ejemplos, desde
Jesús de Nazaret solo se nos muestra un camino posible, el camino de la vida y
el camino del amor. Entendida cada dimensión como uno quiera, siempre y cuando
no sea en detrimento de la libertad del otro ni de su dignidad.
La lectura
primera del día de hoy (Sab 1,13-15;2,23-24) bien podemos resumirla con aquella
frase de San Ireneo que tanto me gusta: “la gloria de Dios es que el hombre viva”.
Por otro lado, el evangelio (Marcos 5,21-43) nos muestra un camino en el cual
Jesús de Nazaret una vez más rompe con el sistema establecido dejando de lado
la ley escrita, poniendo en práctica la acogida y el amor como premisa de la
existencia humana. “Si algo se desprende con claridad de su actuación es que,
para él, hombres y mujeres tienen igual dignidad personal.
Sin embargo, los
cristianos no hemos sido todavía capaces de extraer todas las consecuencias que
se siguen de la actitud de nuestro maestro. El teólogo francés René Laurenti ha
llegado a decir que se trata de una “revolución ignorada” por la iglesia” (J.A.
Pagola).
Revolución que se vislumbra en lontananza desde el talante fraterno
del Papa Francisco, pero que bien puede quedar en agua de borrajas por la
presión de la gran estructura católico ortodoxa. En cualquier caso, en Jesús,
por Jesús y desde Jesús de Nazaret tenemos un motivo para sentir orgullosos y
orgullosas de que hace tantos siglos, un hombre desafiara las reglas
establecidas y se volviera hacia aquella mujer a quien el sistema excluía por
su enfermedad y su femineidad, y hablándole al corazón le restituyera su
dignidad otorgándole la suya propia.
¿Cuántas personas viven su vida en
oscuridad simplemente por ser como son? “Personas buenas que se sienten
indignas de acercarse a recibir a Cristo en la comunión; cristianos piadosos
que han vivido sufriendo de manera insana porque se les enseñó a ver como sucio,
humillante y pecaminoso todo lo relacionado con el sexo” (J.A.Pagola).
¿Cuál es
nuestro lugar, Señor? Se me ocurre preguntar hoy en el silencio de mi ermita. Desde
luego no merece la pena sufrir por presiones o por la insensibilidad de la
estructura católica ni de sus agentes clericales. Jesús, Jesús y Jesús. Su nombre
nos lo dice todo, “Dios salva”.
Y en su mensaje encontramos la receta necesaria
para hacer el REINO DE DIOS, para vivir en fraternidad con aquellos que nos
aman e intentando siempre poner cara amable a aquellos a los que debiéramos amar
más. Jesús es nuestro valedor, nuestra suerte, nuestra liberación.
¿De qué
clase de muerte rescató Jesús a la hija de Jairo? Pues de una muerte en vida
como tantos y tantas. De una sepultura causada por la ley, los estigmas y el
continuo rechazo incluso de los más cercanos.
Permita Dios, la vida y la conciencia
humana, que se eliminen las barreras de la exclusión sexual, racial y de toda
índole. El mundo no es mundo si todos no conformamos una gran fraternidad
humana donde la paz, la justicia y la solidaridad sean una realidad. Confiemos en
Jesús, en su proyecto del cual somos valedores/as.
Solo así nos sentiremos cada
día más orgullosos/as de Él.
Feliz día del orgullo.
Floren Salvador Díaz Fernández.