Esta tarde, víspera del
Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, tuve una grata conversación con un
amigo adulto con el que coincido en diversos puntos de vista de diversas
cuestiones. Hablamos de varios temas, la fe entre ellos. Esta persona siente un
pronunciado hastío por la iglesia actual y mucha de las organizaciones que la
conforman. Y esa tesitura nos podemos encontrar muchas personas creyentes, que
mantenemos la fe –como suelo decir- aun a pesar de los posibles naufragios.
"Ojala los creyentes nos afanemos en permitir en primer lugar que Jesús entre triunfal en nuestro corazón, para luego ser nosotros mismos cauce a través del cual otros experimentes la cercanía de Dios, su amor y su justicia"
Personalmente
tanto en la iglesia como en alguna organización en la que nos llamamos “hermanos”
siento respecto de algunas personas, una falta absoluta de sentido de la
justicia hacia mi persona. Pero de la mente que no está iluminada con la luz de
la conciencia y la ética, no se puede esperar nada. Solo será nuestro aliado el
tiempo, la gratuidad hacia Dios por tantos otros dones recibidos y la certeza
de que la vida a cada cual le da la oportunidad de ponerse en su sitio.
“Yo
cada vez creo menos”, me dijo esta persona con la que conversaba. Y yo le
contesté que al contrario que él, yo en la etapa de mi vida en la que vivo
siento mi fe robusta como nunca creí poder alcanzar. Tengo una fe absoluta en
Dios y en lo mucho y bueno que es capaz de obrar en y desde los humanos –creyentes
y no creyentes- y toda materia animada y que posee la propia esencia de su
Santo Espíritu.
Y a este convencimiento se llega después de hacer mil
reflexiones, orado la Palabra otras tantas y haber recibido cien palos en la
espalda; pues todo ello nos educa y nos ofrece clarividencia absoluta y sabiduría
necesaria para saber escoger la mejor parte y que no nos la quiten. Y estoy
convencido, de que cada vez que una persona alcanza lo que podemos llamar
cierta clarividencia o iluminación respecto de la dualidad existencial y la
perspectiva de la fe; es un triunfo del pueblo.
Jesús de Nazaret (laico y persona de pueblo) alcanzó esta
clarividencia o iluminación tras un profundo proceso de discernimiento personal
por prematuro que fuera. Nadie llega al mundo convencido de que es el hijo unigénito
(biológico) de Dios y con atrévetes para proclamarlo a los cuatro vientos. Jesús
de Nazaret, como cada uno de nosotros tuvo su proceso de discernimiento y
asimilación de su vocación personal, con sus luces y sus sombras, y por eso
hizo todo lo que hizo testimoniando hasta el extremo.
El domingo de ramos no fue
algo casual. Fue algo que Jesús preparó con sumo detalle sin dejar de lado la
perspectiva que él pretendía, causar un escándalo formidable y bien que lo
consiguió. Para que se cumpliera la escritura de la que era conocedor se montó
en un pequeño borrico, pero no debemos olvidar que “detrás de toda esta escena está implícita la antigua profecía de
Zacarías, en la que se contrapone la entrada triunfal de Alejandro Magno en
alguna de las ciudades conquistadas por él y la del salvador mesiánico que
vendrá un día a liberar al pueblo de Dios, y que mateo cita, pero que debía ser
evidente para muchos de los que se encontraban presentes: -¡salta de alegría,
Sión, lanza gritos de júbilo Jerusalén, porque se acerca tu rey justo y
victorioso, humilde y montado en un asno”[1]
(Fco.Javier Sáenz de Maturana)
La fecha más probable de la entrada de Jesús en
Jerusalén tras muchos estudios, es el día 2 de Abril exactamente. Pero eso es
solo un detalle casi anecdótico. El triunfo de Jesús en su entrada en Jerusalén
se revitaliza cada vez que un hijo o hija de Dios asume su vocación –sea la que
sea- y entrega su persona, causa y trabajo por el Reino de Dios y su justicia.
Un Reino que llega de puntillas a nuestras vidas, con la misma sencillez con el
elemento con el que Jesús fue aclamado como fuente de renovada esperanza, unas ramas de olivo. Ojala los
creyentes nos afanemos en permitir en primer lugar que Jesús entre triunfal en
nuestro corazón, para luego ser nosotros mismos cauce a través del cual otros
experimenten la cercanía de Dios y su amor. Deseo una feliz semana santa a
todas las personas, la vivan como la vivan. Si hay una oportunidad para la
espiritualidad, el sentido de hermandad y la recuperación del carisma cristiano mejor que mejor. Nos veremos en Pascua y en el Triduo Pascual.
Fraternalmente, Floren.
Hosanna cantan fogosos,
Los niños al rey que viene.
Es verdad que solo tienen
corazones ardorosos.
Luego la pasión proclaman
de Jesucristo piadoso,
ritmo ágil cadencioso
que aprenden de las hermanas.
“Sores” que vienen y van
labor cayada y silente,
las hijas de San Vicente
hijas de la Caridad
De esta mañana el azul
lo comparten con la gente,
las hijas de San Vicente,
San Vicente de Paul.
(Fragmento del Pregón de
Semana Santa de Estepa de D. Manuel Santos Ortega, dedicado al Domingo de Ramos y las
monjas de la guardería)
[1] Zacarías
9,9. Mateo elude el versículo 10 de Zacarías, donde se lee: “Él suprimirá los
carros de Efraín y los caballos de Jerusalén…”. Este “Rey” entra sin
agresividades. (Nota 7 del autor Sáenz de Maturana en su libro JESÚS VOLVER A
LOS COMIENZOS, sobre la cita pag 879)