Si la muerte y la vida, son ya
por si mismos un misterio para la vida del hombre y la mujer de cada tiempo, no
digamos ya la resurrección. Yo, particularmente me rindo ante un misterio
respecto del cual tengo una opinión, pero admito contra viento y marea que
Cristo vive entre nosotros. Quien lo crea así, sin aditivos ni condicionantes
ni nada por el estilo, sin preguntarse nada…etc.; pues me parece respetable.
Eso
sí, un flaco favor le hacemos a la condición cristiana, si como hijos e hijas
de Dios no nos interpelamos a nosotros mismos. Intentaré explicarme. El misterio
de la resurrección de Jesús de Nazaret no es un episodio de la vida del Señor
que deba contemplarse o adorarse de una manera estática.
Si de buena voluntad
puede morirse uno sin hacer nada, pues igual podemos adorar a Cristo sin hacer
nada en particular, lo cual es absolutamente infructuoso. Contemplación =
Praxis. Lo fácil es pedir al Señor que resucite. Y que resucite en mí, sin que
mi conciencia active ni una neurona de mi cerebro hacia una acción concreta y
positiva –a ser posible-.
Lo fácil es celebrar la resurrección, prestarnos a
los maravillosos rituales –yo lo he hecho- y acostarse y levantarse sin haberse
planteado una acción concreta por la que resucitar a cualquier cosa que debamos
impulsar, animar o rectificar. La tumba vacía de Jesús es un misterio que no
tiene explicación con los alcances de este mundo. Eso sí, Jesucristo resucita,
no revive. Esta es una cuestión molesta para muchos pues malentienden que con este argumento se pretende quitar mérito a la resurrección en sí o algo
parecido. Nada más lejos de la realidad, al contrario. Lo fácil para Cristo –como
dije antes- es resucitar.
"Lo complicado es descifrar el rostro del Resucitado en la vida y vivirlo en nuestra vida, solo existe esa posibilidad de experimentar la resurrección de Jesús, y que este resucite constantemente"
Él lo puede todo, es Hijo de Dios y está en sus
posibilidades, pues Dios y Él son uno. Pero la vuelta a la vida del Señor, no
se debe malinterpretar como un retorno completo a la vida biológica del cuerpo
y alma humanos, no. Jesús vuelve a la vida desde una realidad completamente
distinta, respecto de la relación humana de la que participamos.
Digamos que el
cuerpo del Señor tras morir, no resurgió a la vida como profetizó el profeta
Ezequiel en su día; respecto de que el hálito de vida vuelve al cuerpo muerto,
la carne putrefacta vuelve a crecer y se activan los órganos vitales. No. Eso sería
lo más fácil para el Señor, pues Él lo puede todo o así lo creemos. Lo complicado
es descifrar su rostro en la vida y vivirlo en nuestra vida, solo existe esa
posibilidad de experimentar la resurrección de Jesús, y que este resucite constantemente.
Pablo y Lucas el evangelista no conocieron al Jesús biológico, humano y
tangible. Ellos tuvieron la experiencia del resucitado, tan enorme que les llevo
a la plenitud de una vida según Cristo. La Magdalena le confunde con el
jardinero porque realmente no estaba viendo a nadie, pero supo en un momento de
clarividencia advertir la PRESENCIA y asumir por lo tanto, la compañía del
maestro.
A cualquier persona se le pregunta si se siente querida por su familia
y responde que sí. Aun estando solos, sabemos que allí en otro lugar, hay
personas que nos piensan, nos quieren y se preocupan de nosotros. El cariño
traspasa las fronteras del tiempo e incluso de la historia, pues se puede
querer la memoria incluso de los que ya no están con nosotros. Eso es hacer
memoria, y algo parecido es asumir la PRESENCIA. El ejemplo más claro es el de
aquellos dos que caminaban hacia Emaús. Físicamente fueron dos, comieron dos y
volvieron dos. Pero fueron tres los que intervinieron en el episodio que nos
relatan los Evangelios.
Jesús estaba presente en ellos en su corazón y
conciencia, aunque no supieron hacerse eco de la PRESENCIA y del significado
que entraña para la vida del creyente. Se nos cuenta que sentados a la mesa y al
partir ellos el pan y hacerlo en nombre de Jesús, fue cuando asumieron que
Jesús estaba con ellos, desde el comienzo. Pero les hacía falta el poner en
orden las ideas, revitalizar el mensaje y saberse imprescindibles para la causa
del Reino de Dios. Acabo. La resurrección de Jesús es más que un episodio ante
el que maravillarnos y ante el que nos quedamos sin palabras. El viene siempre
a nuestras vidas. Siempre.
Lo celebramos en tal o cual fecha, pero siempre
espera Jesús que –como aquellos de Emaús- demos la vuelta y revitalicemos
nuestra vida de creyentes. ¿Seremos capaces de hacerlo dejando de lado todo lo
accesorio? Por causa de nuestra educación clásica nos puede resultar difícil,
pero no olvidemos que Cristo fue el primero que apartó todo lo accesorio –lo que
no hace falta- para centrarse en la vida de la persona y del mundo. Cuantas personas
hay cansadas de una religión que obliga, contrae las posibilidades humanas,
limita libertades y predica la pobreza aun cuando no puede vivir sin sus
privilegios de los cuales huyó Cristo.
Ojalá sintamos al resucitado en nuestra
vida, con el anhelo de vivir y dejar vivir. Ojalá sintamos la fuerza del
resucitado en el mundo y en la fuerza y energía del mundo. Ojalá sintamos la
energía vital de la madre naturaleza –expresión maternal de Dios-, su dolor
también y nos esforcemos por respetar el medio que nos rodea, animales y plantas
en cuya sabia habita el germen de Dios, vida resucitada constantemente. Ojalá sintamos
al resucitado en nuestras relaciones personales, de pareja, en las
posibilidades del ser humano en construir y edificar para el bien y la paz en un mundo ajado por las injusticias, la violencia y el desamor.
Ojalá
sintamos al resucitado en la oración diaria y en la vida del mundo. Ojalá!!!
Feliz Pascua de Resurrección.
Martes de la Octava de Pascua
2017. Fraternalmente, Floren.
¿No oiste los pasos silenciosos?
Él viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
Él viene, viene, viene siempre.
He cantado en muchas ocasiones y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
Él viene, viene, viene siempre.
En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
Él viene, viene, viene siempre.
En la oscura angustia lluviosa de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
Él viene, viene, viene siempre.
De pena en pena mía,
son sus pasos los que oprimen mi corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría.
(Rabindranath Tagore)