CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

jueves, 15 de marzo de 2018

CUANTO NOS GUSTA UNA TRINCHERA


Hoy a una persona estimada, le he pedido por favor que deje de enviarme propaganda política. ¡Claro! Lo que me envía es relativo a la opción política que él no comparte, claro. Luego dirá que él no es de ningún partido, pero eso no se lo cree ni el mismo. 
Aparte de esto, señalo que en otro orden de cosas, he podido saber que al padre de Gabriel, el niño asesinado, lo están criticando por ser de PODEMOS. O el último frente, o estás a favor de la cadena perpetua revisable o eres casi de lo peorcito, pues hay gente desaforada que te compara con la responsabilidad del que hizo el crimen. 

A mis cuarenta años, llevo tiempo opinando que hay muchas cosas en la vida que no pueden dirimirse con un SI o un NO. En primer lugar, porque se suele opinar no desde la piel del otro, sino desde nuestra vida, nuestro coraje y en muchos casos desde nuestro fanatismo (para el que lo sea). Solemos opinar desde nuestra vida bastante instalada, lo cual es bastante fácil, vaya por delante. 
En segundo lugar, porque se ignora la repercusión última que muchas cosas pueden tener a la larga, sobre la vida de las personas. ¿Aborto si o aborto no? Pues miremos el porqué se quiere abortar, las circunstancias determinadas, el derecho a decidir…etc. Pero no hagamos una trinchera. 
Es a lo que voy. 
La inmediatez de las redes sociales nos hace estar enterados desde el minuto 1, de todo lo que ha pasado. Pero tranquilidad a la hora de opinar –mirad quien lo dice-, conformemos un criterio determinado, pensemos antes de firmar tal o cual petición; y tengamos claro que no es preciso reenviar, darle al me gusta o “retwittear” para caer bien a la gente. Se informa con precisión que la mayoría de la información que circula por redes sociales o wasapps es falsa. 
La gente difunde y comparte sin pararse a pensar en lo que está enviando, lo que hay de cierto o de mentira, pero siendo cómplice de lo que está reenviando. Ahí está la dignidad personal también. La era digital nos ha puesto a la altura, de que lo que compartes en como lo que firmas. 
Das un “OK” y plenamente manifiestas tu acuerdo con tal o cual cosa. Acabo. Tranquilidad. Si, bastante. Porque al fin y al cabo, cada palo debe aguantar su vela, en cuanto a que –salvo tu familia y amigos de verdad- nadie te va a solucionar el problema llegado el momento. Todo tiene su proceso, el día 24 horas, la hora 60 minutos, tras un día viene otro; pero no sabemos que nos deparará el descanso nocturno. 
Al fin y al cabo es el único modo en el que algunos se sienten vulnerables, ante el abandono en los brazos de Morfeo. Pues ojalá, ojalá vivamos la vida con mucho respeto. Respetando incluso al que está en las antípodas de mi pensamiento. Obrando con responsabilidad, fraternidad y acogida, si es posible. Sin cuestionar demasiado, pues todos somos cuestionables y falibles. 
Cada vida es distinta a la mía, y al fin y al cabo queremos lo mejor para nosotros mismos. Tomate la vida con tranquilidad. La crispación no es saludable y te mereces lo mejor. Poco a poco.
Fraternalmente, Floren.

domingo, 11 de marzo de 2018

ILUMINANOS DESDE EL CIELO, PESCADITO - #TodosSomosGabriel



Los  días de incertidumbre han concluido. Tristemente. Muy tristemente. Demasiada tristeza. Los esfuerzos han sido enormes. La emoción contenida de todo el país. El trabajo tan grande de policía, guardia civil y voluntarios, así como bomberos, personas todas que han puesto sus vidas en peligro por intentar recuperar una vida, por pequeña que fuera; pero una vida que a todos nos cautivó con su mirada inocente de pescadito de colores, lleno de alegrías, luz y simpatía. 

Mientras todo esto sucedía, ¡quien nos lo iba a decir! El demonio estaba en la propia familia, ahí, trazando el mal, dejándose llevar por unos turbios sentimientos que probablemente radiquen en el resentimiento o en unos celos insoportables. Como siempre, como en todo conflicto armado, colectivo o individual, las víctimas son los inocentes. Quienes nada tienen que ver en el origen de las cosas. Aquel pequeño trayecto desde casa de su abuela al pobre Gabriel le costó la vida. Una pequeña vida que ha caminado demasiado pronto a la Casa del Padre, en el cielo.
Nuestro sentimiento primigenio nos lleva desearle a la supuesta asesina lo peor. En estados unidos probablemente le costaría su vida. Una vida por otra vida, pero estamos en un país civilizado, donde el estado de derecho establece que todo posible criminal tiene opción a la reinserción, pagando su deuda a la sociedad. Pero Gabriel, ya nadie se lo va a devolver ni a su padre ni a su madre ni a su familia y amigos.
En el “Via Crucis” del Calvario le hemos tenido muy presente a este pequeño y su familia, con mucha emoción.

ORACIÓN POR GABRIEL
Dios y Padre bueno que nos amas y nos buscas. 
Esta tarde hemos acompañado a tu hijo Jesús 
en el camino hacia la cruz. 

Una cruz donde hemos podido contemplar 
a los injustamente tratados y asesinados 
por la crueldad humana. 
Permítenos Padre, que ante la cruz de Jesús, 
optemos por la esperanza en la resurrección, 
desde las entrañas de misericordia. 
Trabajando en la construcción de una sociedad justa. 
Admirando la vida y la necesidad vital de vivirla 
en amor y fraternidad. 
Guarda en tu paz a los familiares de este pequeño, 
con el que se nos ha ido un poco de nuestra alma. 
Y a él, Gabriel, el pescadito, 
concédele un espacio lleno de luz, a tu lado; 
porque junto a Ti –origen de la vida- 
iluminará la vida de sus familiares y amigos, 
pues Tu Luz, Padre bueno, nos hará ver la luz.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
#TodosSomosGabriel

viernes, 9 de marzo de 2018

OS LO REPITO, ¡ESTAD ALEGRES! (Filp 4,4b)




La Iglesia Católica no es una institución que se caracterice por la alegría, no. A lo largo del tiempo hemos confundido la seriedad del culto a Dios, con la condición de imbuirse de tristeza para entrar en el misterio, algo completamente erróneo. He escrito en más de una ocasión, que esta situación sobre todo se da en el tiempo litúrgico en el que estamos, la cuaresma. Siento generalizar, pero es un tiempo que se aprovecha más desde el plano cultural que el religioso.
Pero aun así son muchas las personas las que se privan de tal o cual alimento o acuden con más solicitud a las prácticas penitenciales. Bien, perfecto. Pero no debemos de dejar de lado, en primer lugar que por mucha seriedad que queramos aplicar en nuestro culto, o por mucho dolor que desprenda la representación de las imágenes de la semana santa, tanto de nuestro señor como de su madre, María; -digo que- no perdamos de vista que el encuentro con Dios (con el Señor) es siempre un encuentro gozoso. 

Recuerdo hace poco que mi sobrino Manolo vino conmigo a la ermita al rezo de la hora “Nona” a las tres y media. Cuando nos disponemos a leer los salmos tomamos asiento y él cruza su piernecita en una postura cómoda, no de desahogo. Me mira y al ver que no lo censuro me pregunta: -Tito, ¿por qué dicen que no se puede cruzar la pierna en la Iglesia? 
Yo le expliqué que desde luego que se puede cruzar la pierna, sí así se está más cómodo. Pero que lo que no debe perderse es la atención en el culto divino y desde luego el respeto. Y que desde luego a Dios le interesa mucho más nuestras buenas intenciones y nuestro deseo de “encuentro” que nuestra postura. 
Pues esta mañana en Laudes al leer el salmo 99 pensé en este tema, y en la necesidad que tenemos de contextualizarlo en nuestra vida de fe. Estamos en cuaresma, pero la cuaresma pasará. Nos alegraremos, pero la alegría no radicará en el encuentro con el Señor, sino en otros aspectos, necesarios pero que suponen una carencia notable para la vida del creyente. ¿El entusiasmo cuaresmal de creyentes y cofrades, se transformará en alegría pascual desbordante? Pues no sé, soy pesimista al respecto. 
Sí, lo siento. Es por ello que como servidor del altar en el Triduo Pascual (*), noto desde hace años una desvinculación total de los creyentes con estas celebraciones religiosas, primordiales para actualizar en nuestras vidas y en nuestras comunidades el paso del Señor por nuestras vidas (Éxodo 12.1-8.11-14). No sé si sabéis que en el Templo de Jerusalén existía un salterio, o sea, un compendio de Salmos organizados por temas, utilizados por los fieles según el estado de ánimo por el que acudían al Templo al encuentro con el Señor. 
“1 ¡Cantad al Señor con alegría, habitantes de toda la tierra! 2 Con alegría adorad al Señor; ¡con gritos de alegría venid a su presencia! 3Reconoced que el Señor es Dios; él nos hizo y somos suyos; ¡somos pueblo suyo y ovejas de su prado! 4 Venid a sus puertas, entrad en su templo cantando himnos de alabanza y gratitud. ¡Dadle gracias, bendecid su nombre! 5 Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin.” 
(Salmo 99) La persona que escribe este salmo es alguien que por un largo periodo de tiempo no ha podido acudir al Templo, corazón del culto judaico, ni siquiera una vez al año como tiene prescrito. Quizás la distancia de su pueblo donde residía, circunstancias colaterales…etc. Lo cierto es que su anhelo se ve colmado al cruzar sus puertas. Su andar hasta el Templo es la culminación de un proceso evolutivo en el cual su fe se ha visto muy fortalecida. 
Es un salmo parecido a los llamados “cantos de las subidas”. Uno muy popular es, “que alegría cuando me dijeron…”. Ojalá nos prestemos a esta ansia del encuentro con el Señor. Ojalá participemos de las celebraciones religiosas de la Semana Santa, pues su intensidad es tal, que difícilmente se comparan a otras celebraciones de la vida del creyente. 
El Señor dio un testimonio duro, contundente, llego de dolor y pasión; pero todo se tornó en gozo y felicidad. En gozo desbordante, en anhelo y acción de gracias. Así, queridos hermanos
y hermanas, aun a pesar de todas la posibles cosas, “os lo repito, ¡estad alegres!”.
Fraternalmente, Floren.
*Triduo Pascual: son las celebraciones litúrgicas que conmemoran la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Comienza el jueves santo con la misa “De la cena del Señor” y culmina con la Vigilia Pascual el Sabado Santo “De la Resurrección del Señor”.

jueves, 8 de marzo de 2018

TODO SEA POR ELLAS, Y POR QUIENES SIENTEN COMO ELLAS


TODO PARA VOSOTR@S
Para las mujeres que se sienten mujer.
Para las mujeres que sienten que con cada golpe dejan de
serlo.
Para las mujeres que nacieron con cuerpo de hombre.
Para todos los hombres que nacieron con entrañas de
mujer.
Para todos los que son en casa, el alma y la sensibilidad
de la mujer.
Para todas las que sacan adelante su hogar.
Para las que por causa del hambre o la guerra, no
llegarán a ser mujeres.
Para las mujeres que son vilipendiadas.
Para las que dieron su vida por los derechos de las
trabajadoras.
Para las mujeres que lucharon por el sufragio universal.
Para las mujeres que aman y no son amadas.
Para las mujeres que son, "DIOS AMOR".
Para las mujeres que no saben lo que es el amor.
Para las mujeres que aman a otra mujer.
Para las mujeres ateas y para las creyentes.
Para las que aman a un hombre que las hace dignas.
Para las mujeres con alma de niñas.
Para las mujeres maduras.
Para las mujeres florero, aun a su pesar.
Para las mujeres, dignas.
Para las mujeres aventureras.
Para las mujeres que son simplemente personas.
Para las mujeres que murieron y para las que nacerán.
Para todas y para todos.
Muacc... Besos miles.

No perdamos de vista, que la batalla por los derechos de la mujer, los derechos femeninos, la ganaremos en la educación de la sociedad. En la educación de los pequeños, cuyo mejor reflejo de tolerancia, será el testimonio ejemplar de los que están a su alrededor.

Atte. Floren
#niunamenos #8marzo #diainternacionaldelamujer
#derechosdelamujer #mujeryderechos

sábado, 3 de marzo de 2018

EL COMPLEJO MARIDAJE ENTRE LA DESVERGÜENZA Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


(*) Opino que la sentencia es excesiva. Sí, creo que lo es. Este chaval se habrá "acojonado" bastante como para tener cuidado de sus letras la próxima vez que componga. Ahora, señoras y señores, ¿Al arte en sí mismo -como expresión creativa- hay que permitírselo todo? ¡¡EN ABSOLUTO!! Felipe de Borbón además de rey es una persona. Lo es. Esposo y padre. Se podría hacer una letra de rap poniendo como los trapos a la madre del rapero y justificarlo como libertad de expresión. 


O quizás algo mejor, invitar al rapero a que diera un concierto ante víctimas de ETA, para que cantara la letra donde jalea la colocación de bombas por parte de la banda armada. Sí, sí, que bonita es la libertad de expresión. Sí, es maravillosa. Sobre todo cuando ponen a parir al de al lado y a mí no me tocan ni un pelo.

¿Os dais cuenta de que todo cambia cuando se pone uno en la piel del otro? Es un ejercicio muy recomendable que siempre nos ha enseñado mi mamá, a mis hermanos y a mí.
Sinceramente, creo que se han perdido los papeles en cierto modo. Soy de la opinión de que debiera de suprimirse el articulado constitucional que advierte sobre las injurias al rey. Yo lo cambiaría por injurias a toda persona, pues en dignidad somos todos iguales. Con corona o sin corona. 

Pero dejando claro que por mucho derecho que una persona crea tener al expresarse o al cantar –que lo tiene-, el mismo derecho de asiste al otro para que sea salvaguardado su honor y su dignidad.
ACLARACIÓN. A mí también me irritan las condenas comparativas. O sea, las calles están llenas de ladrones y otras personas que merecen estar entre rejas y este rapero pasará algunos meses a la cárcel. 
PERO ESE NO ES EL TEMA. 
Esa es la deriva sensacionalista a la que nos llevan en facebook o en los grupos del dichoso “wasapps”. El meollo de la cuestión sobre lo que he querido opinar, es que la desvergüenza no puede estar amparada por la libertad de expresión. Todo lo que sea violentar al otro o herir profundamente sus sentimientos, debe estar regulado y penalizado –si así lo mereciera-. 
Así lo creo, con todo respeto.
Fraternalmente, Floren.

*LA NOTICIA: http://cadenaser.com/ser/2018/03/02/tribunales/1519994155_836381.html

viernes, 2 de marzo de 2018

EL PARADIGMA DE JESÚS Y NUESTROS PARADIGMAS - José Mª Castillo, Doctor en Teología


La parábola del rico epulón y del pobre Lázaro (Lc 16, 19-31) nos enseña, entre otras cosas, lo inquietante y peligroso que es el “pecado de omisión”. Es el pecado que consiste en dejar las cosas como están. Porque “el mundo es como es”. O también, “las cosas son como son”. Y yo no puedo cambiar ni el mundo ni las cosas. De ahí que el interés, o el proyecto de la vida, lo centra cada cual “en sí mismo”. Cosa que se puede hacer por el egoísmo burdo del que se dedica a pasar la vida lo mejor que puede, como fue el caso del rico epulón, que se dedicaba a banquetear cada día y a vestirse con el lujo más refinado. O también se puede hacer – lo de centrar la vida en sí mismo – por un motivo religioso. Porque el sujeto ya ha encontrado a Dios y se ha relacionado con Dios. Es decir, tiene su conciencia en paz y se siente espiritualmente satisfecho. Es el caso del “sacerdote” y del “levita”, que se mencionan en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 31). Los dos “bajaban” (“katébainen”) (F. endrich).
 Si bajaban por aquel camino, es que (sin duda alguna) descendían del monte donde estaba el templo, en Jerusalén, y viajaban hacia Jericó. O sea, lo mismo que el rico epulón se sentía satisfecho por su buena mesa y su buen vestir, el sacerdote y el levita se sentían también satisfechos porque el problema, que a ellos les preocupaba, que no era un vulgar problema “material”, sino un problema “intelectual”, el problema de Dios. Es decir, dónde y cómo encontrar a Dios. El “epulón” lo satisfacía en su casa, en sus banquetes y en su buen vestir. El “sacerdote” y el “levita” resolvían ese problema en el templo. La cuestión era vivir sin preocupaciones. ¿Y qué hacemos con el mendigo del portal o con el apaleado del camino? “El mundo es como es”. Y lo que cada cual tiene que hacer es vivir en paz.
Como dicen los hombres religiosos del Oriente unitario, vivir en el “Dharma” profundo, difícil de comprender, difícil de alcanzar, ya que su iluminación es tranquilidad y silencio; es excelente, trasciende el campo del análisis y las distinciones, es sutil, es una realidad que solo puede ser conocida por la sabiduría”. Es pura mística, en el sentido más radical, pero quizá también el más peligroso. Ya que, entonces, “la naturaleza y yo nos hacemos uno”. ¿Y lo demás? ¿Y los demás? “El mundo es como es”, Y yo no lo voy a cambiar.  
Así las cosas, lo primero que se me ocurre aquí es recordar lo que, hace ya bastantes años (en 1969) escribió John K. Galbraith, uno de los más importantes economistas del siglo pasado. Este hombre fue enviado, por la administración de EE. UU., como embajador de su país a la India. Pues bien, al terminar sus años de estancia, en uno de los países más religiosos del mundo, publicó un libro (Ambassador’s Journal, 1969), en el que recogía sus impresiones de la estancia en India. Y en ese libro afirmaba que la causa más determinante de la pobreza y el hambre en aquel país era precisamente le religión que allí se vivía. Porque era una religión que, desde su profunda espiritualidad unitaria, lo que en realidad fomentaba era la aceptación que la vida le asigna a cada cual para que acepte y viva, en la resignación y mayor paz posibles, la suerte que la ha tocado en este mundo. Y entonces, como es lógico, un país, en el que cada ciudadano vive resignado y aceptando la suerte que le ha tocado en la vida, ¿dónde va a encontrar el poco bienestar que puede tener en la vida? En la paz unitaria de su propia intimidad. Posiblemente, no le queda otra salida.
Por supuesto, yo no soy quién para asegurar que todo esto es así. En todo caso, y a la vista del notable interés que suscita el tema de los diversos paradigmas sobre el tema de Dios y la espiritualidad, me ha parecido que puede tener quizá utilidad indicar algunas cosas, que pueden interesar a algunas personas preocupadas por el tema de Dios y de la religión.
Ante todo, el Homo Sapiens no empezó a practicar la religión para buscar a Dios. Mucha gente no sabe que “Dios es un producto tardío en la historia de la religión“ (cf. la bibliografía es muy abundante sobre este asunto capital. Cf. Walter Burkert, Homo Necans, con amplia documentación). Si el ser humano apareció hace unos cien mil años, el pensamiento simbólico y las expresiones simbólicas, relativas a “lo religioso” (ritos, sacrificios, cultos funerarios, etc.), se practicaron, sin mención alguna de Dios, durante más de ochenta mil años (cf. Ian Tattersall, Richard Leakey, Carl Sagan, etc.). Baste pensar que Ina Wunn ha escrito un volumen de más de 500 pgs. sobre Las religiones en la prehistoria, en el que no se menciona a Dios.
Además, es importante tener muy claro que Dios no es un componente de la religión. Porque Dios es trascendente, es decir, no está al alcance del entendimiento humano. O sea, no sabemos, ni podemos saber, cómo es Dios. La religión es inmanente y, por tanto, es un hecho cultural. En cada cultura, los humanos nos “representamos” a Dios de acuerdo con la propia cultura. Pero una “representación cultural de Dios” no es “Dios”, el Dios Trascendente. No puede serlo. Ya he dicho que la religión es un “hecho cultural”, mientras que Dios no puede ser un “hecho cultural”, ya que (en tal caso) Dios sería un producto nuestro, un producto humano.
Por otra parte, si el tema de Dios se piensa desde el concepto de “lo infinito”, en tal caso nos imaginamos a Dios como “poder sin fin”, “amor sin fin”, etc. Pero, si echamos por ese camino, nos metemos sin remedio en un callejón sin salida. Porque entramos en una contradicción insoluble. ¿Cómo conciliar el poder sin límites y el amor sin límites con el problema del mal en el mundo? Si Dios es tan poderoso y es tan bueno, ¿cómo ha hecho (o permite) este mundo tan espantosamente limitado, perverso y sobrecargado de tanto dolor y de tanto sufrimiento?  
La solución, que el cristianismo le ha dado a este problema, ha sido la “Encarnación de Dios” (“humanización de Dios”) en Jesús. Es decir, en aquel modesto galileo, que fue Jesús de Nazaret, se nos reveló Dios y se nos dio a conocer el mismo Dios. Esto está claramente e insistentemente repetido en el Nuevo Testamento (Jn 1, 18; 10, 38; 14, 9-11; Mt 11, 27; Lc 10, 21-22; Fil 2, 6-7; Col 1, 15; Heb 1, 1-2). Ahora bien, esto nos viene a decir que los humanos no podemos hablar de Dios mediante nuestras ideas, nuestras palabras o nuestros sentimientos, sino mediante nuestra vida, nuestra conducta, nuestro comportamiento. Esto es lo que expresa y lo que explica en quién creemos y en lo que creemos. Nuestra forma de vivir, nuestro proyecto de vida, el paradigma de nuestra conducta, eso es lo que dice cuáles son nuestras verdaderas creencias. Nuestras obras, nuestro proyecto de vida es el que le dice a la gente en qué y en quién creemos de verdad. Jesús mismo lo dijo con toda claridad: “Si no creéis en mí, creed en mis obras” (Jn 10, 38). Las “obras”, en el evangelio de Juan, y los “frutos”, en los sinópticos, es decir, la conducta, el proyecto de vida, eso es lo que revela en qué es en lo que cada cual cree de verdad. Por tanto, la forma de vida y el proyecto de vida de cada cual, eso (y nada más que eso) es que le dice a la gente en qué y en quién cree cada cual. Eso, y sólo eso, es lo que revela o niega a Dios.  
Esto supuesto, lo decisivo es tener muy claro que el paradigma religioso de Jesús fue uno y muy firme: aliviar el sufrimiento de quienes lo pasan mal en la vida. Jesús, por tanto, nos reveló a Dios en el paradigma de la justicia, la rectitud, la honestidad, la bondad, la misericordia, la lucha contra el sufrimiento y, sobre todo, la identificación con quienes lo pasan peor en la vida. Éste es el lenguaje que, según el cristianismo, habla de Dios, nos explica a Dios y nos propone el paradigma que explica a Dios. Es, por decirlo mediante un ejemplo muy sencillo, claro y actual, el paradigma de vida que nos presenta el estilo y la forma de vida del Papa Francisco.  
Como ha escrito acertadamente Juan Antonio Estrada, “ante una cultura inhóspita a la religión, hay un refugio en la interioridad, en la meditación, en la conciencia vivencial de lo divino, dejando sin tocar los condicionamientos externos. La crítica moderna ha denunciado las formas religiosas que tienden a la “fuga mundi”. El peligro está en refugiarse en un gueto espiritualista, ajeno a la realidad de la sociedad en que se vive” (Las muertes de Dios. Ateísmo y espiritualidad, Madrid, Trotta, 2018, 187-188).