Cuando una circunstancia triste
sucede, vive Dios que no me gusta dar explicaciones al respecto. No es porque rehúya
la responsabilidad o niegue la evidencia, sino porque cada explicación viene a
renovar el dolor y la tristeza de la que uno o varias personas participan.
La tarde noche de ayer, paseaba
por el campo para despedir el día ante el Señor. No me apetecía realizar el
oficio de Completas en casa y decidí pasear con mis animales leyendo el oficio.
Una vecina me preguntó: ¿Floren, no te veo ahora por la ermita? Me supe zafar
del asunto como pude. Pero volvió a preguntar: ¿tendremos misa en verano
verdad? Entonces fui consciente de que no puede omitirse la verdad, por lavar
la cara a nadie.
Le expliqué lo sucedido y le
dije que era la primera vecina que sabía, que por causa de una represalia de la
jerarquía católica de la iglesia de Sevilla, no solo me habían quitado la llave
del templo de la aldea, sino que me habían echado fuera como a un trapo.
La sorpresa de esta vecina paso
del estupor al insulto, para con los que han orquestado estas acciones contra
mí. Yo le pedí contención, insistí; pues hay solo un 1% de posibilidades de que
esto se arregle.
Las imágenes siguen allí,
montadas en sus pasos, con las flores de la procesión podridas y comidas de
polvo. El Santísimo está en el sagrario, sin su luz encendida y en la más
completa ignorancia por parte de los fieles.
Yo por mi parte, pues continuo a
lo mío. ¿Esperanzado? No, ya no se puede esperar nada de ciertas personas. Así nos
educa Dios y la vida. Sigo rezando, sí. Mi oración no decae y mi fe se
robustece, pues en estos casos luctuosos que nos ofrece la vida, uno prioriza
lo realmente importante para que no nos lo quiten –como a la hermana de
Lazaro-.
El domingo realicé una vigilia
de oración. Callada, magnifica y profunda. Me sentí muy bien y en sintonía con
el Trascendente y el Medio Natural, y un improvisado altar en el que no falto
la Luz del Resucitado, ni la Palabra revelada, ni el símbolo de la Amistad, ni
las flores por su puesto. Todo ello junto a un árbol, bullicioso de vida y de
pajaritos que como yo, nos cobijamos a su sombra.