Florencio Salvador Díaz Fernández. (Diplomado superior en Teología I.I.TUP.Comillas)
“Hay significatividad donde hay
eficacia. Quiero decir, una cosa puede ser muy verdadera, pero si no sirve para
nada, no interesa. Sencillamente porque es algo que no tiene un significado
concreto y práctico”.
(El proyecto de Jesús.
J.Mª Castillo-J.A.Estrada)
Todos asistimos expectantes a la
posible configuración del nuevo gobierno de nuestro país. Las quinielas están
abiertas y aunque no hay nada claro, cada día la prensa nos ofrece un nuevo
titular que prefigura la orientación de ese posible gobierno, en función de las
posibilidades que unos y otros tengan para gobernar. Muchos apuestan por la
gran coalición PP – PSOE, que es para muchos signo de estabilidad, y es lo que
desean los llamados mercados y la “Troika”.
Indudablemente otra posibilidad es
la de un gobierno progresista o socialdemócrata, lo que conllevaría el acuerdo
entre PSOE, PODEMOS, y algunos otros partidos de representación minoritaria. A esta
hora de la tarde en que escribo, esta última opción es la que tiene más
relevancia. ¿Por qué cuento todo esto? Hace un rato estaba yo rezando el oficio
de lectura y como lectura posterior de reflexión, he estado leyendo el libro al
que pertenece el texto de la cabecera. Y el pensamiento me ha derivado a la
inquietud que hay dentro de algunos grupos o sectores cristianos, ante la
posibilidad de un gobierno en el que estén partidos como PODEMOS.
"probablemente lo que más perjudique a nuestra iglesia no sea lo que pueda venir de afuera, sino lo que se puede cocer en su interior"
Yo no he
votado a este partido, y engañaría si no admito que participo de esa inquietud
y de la expectación ilusionante que me causa esta posibilidad de gobierno a
partes iguales. Y sea cual fuere el resultado de las distintas negociaciones
abiertas, mi pregunta en esta tarde, la pregunta que me hago a mí mismo, es:
¿tiene el cristiano motivos para tener miedo ante la posibilidad de un gobierno
progresista en el que participe PSOE-PODEMOS? Parto de la base –lo digo con amplia
experiencia- de que muchísimas personas cristianas religiosas y seculares,
admiten que a la iglesia católica le ha ido siempre bien con gobiernos del
PSOE, en términos generales.
Pero PODEMOS significa para muchos el comienzo de
algo desconocido y algo de lo que tenemos información, pero nada basado en la práctica
pues están recién llegados, como quien dice. Es incontestable el apoyo
ciudadano que tienen a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, y eso
es ya de por sí, algo a tener en cuenta y desde luego reconocer y respetar. Centrándome
en la pregunta que hago, sinceramente creo que en función de lo que una persona
priorice en su vida cristiana, pues considero que puede tener motivos para
tener miedo o no tenerlo.
Parto de la base de que el miedo, siendo un
sentimiento no deseable para nadie; no es absolutamente negativo para el
cristiano. Porque el miedo nos coloca en una disyuntiva, que esa sí, es preciso
dirimir reaccionando debidamente (Lucas 12,49). Ante el miedo una persona puede
estar a la defensiva o a la ofensiva. Si se muestra defensivo se dedica a defenderse
exclusivamente acusando los golpes o imprecaciones recibidos, lo cual puede
llevar al sujeto a una situación de colapso estático. Pero si afrontamos el
miedo desde la ofensiva, lo que estaremos haciendo es avanzar hacia el
contrincante, buscando el choque con él y planteando alternativas.
Partiendo de
la base de que todos los partidos plantean la ampliación de derechos y
libertades y no su reducción, por ese lado se puede estar tranquilo. Ahora bien,
lo que es la estructura eclesiástica y jerárquica, considero que si tiene
motivos para estar preocupada ante cambios que le pueden sobrevenir de manera
precipitada, pues le cogerán con los deberes sin hacer; ya que son muchos los
privilegios ante los cuales nuestra Iglesia no se ha sabido sustraer.
Ante todos
estos planteamientos que es muy probable afecten al orden jerárquico, los
cristianos debemos tener una sola tranquilidad, y es que el Reino de Dios no se
sustenta en ninguna casa, o estructura jerárquica de más o menos volumen o
documentación concreta magisterial, exceptuando el Evangelio de Jesucristo y
las Escrituras.
Dios desde Jesucristo nos enseña lo primordial del proyecto del
Reino de Dios, que se fundamenta en la persona, en el sujeto individual con su
propia dignidad que Dios le confiere al ser creado. Y todo el que relativice
esto por su posición concreta o su estatus, ante pone su beneficio al de los
demás e interfiere seriamente en el desarrollo que el Reino de Dios debe tener
en la vida de un creyente de Jesús de Nazaret.
Por muchos cambios que pueda
haber, ¿quién nos puede apartar del amor de Dios? (Romanos 8,35-39).
Somos muchos en la Iglesia los
que antes de preocuparnos por lo venidero, estamos preocupados por el
desarrollo que nuestra iglesia hace de la “pastoral de la obligatoriedad”, que
por decirlo de manera coloquial, viene a establecer la orden episcopal de que
“sí o sí” tienes que confirmarte, por ejemplo. Esto es pastoral de reduccionismo,
pues es algo que será flor de un día ante la perspectiva pastoral que la
iglesia en España tiene, al no dar respuesta alguna a los nuevos desafíos que
se le planean.
Quiero decir con esto que probablemente lo que más perjudique a
nuestra iglesia no sea lo que pueda venir de afuera, sino lo que se puede cocer
en su interior. Porque en el mundo, donde habitan los desheredados de la tierra
y de nuestra ciudades y pueblos, donde casi no se conocen estatus jerárquicos
ni los índices diarios de la bolsa; hay hambre, y necesidades, y personas que
acoger, y eucaristía que compartir, y dignidades que restituir (Sal 8,6) y
abrazos que dar. Y todo eso, no podemos olvidar que lo podemos hacer en el
nombre del Señor.
Y que al hacerlo estaremos construyendo el Reino de Dios y
haciendo cristianismo desde una ofensiva fraternal. No quiero el oprobio de
nadie, ni siquiera de aquellas personas con las que dentro de la Iglesia estoy
en desacuerdo; pero celebraría la autenticidad por encima del cristianismo
inmóvil, de la careta y de la mera representación. Así que cuando nos asalte el
miedo más o menos justificado o injustificado, basta con darnos un breve paseo
por la primera carta de Juan (4,7s) y descubriremos que nuestra grandeza no es
otra que la de ser amados por Dios, y hacer que otros se sientan amados por Él.
Un saludo cordial desde Estepa, Andalucía.