CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

lunes, 25 de abril de 2016

BIENAVENTURADOS LOS LLENOS DE HUMOR

BIENAVENTURADOS LOS LLENOS DE HUMOR

Bienaventurados los que saben reírse de sí mismos,
porque siempre encontrarán apoyo.
Bienaventurados los que pueden distinguir una montaña
de un montón de arena,
porque se ahorrarán muchos enfados.
Bienaventurados los capaces de descansar y dormir
sin buscar disculpas para hacerlo,
porque llegarán a sabios.
Bienaventurados los que saben escuchar y callar,
porque aprenderán muchas cosas nuevas.
Bienaventurados los que son bastante inteligentes
para no tomarse en serio a sí mismos,
porque serán valorados por los demás.
Bienaventurados los que saben sonreír sin poner mala cara,
porque serán luminosos.
Bienaventurados los que aprenden a tomar en serio
las cosas pequeñas y ven con tranquilidad las cosas serias,
porque llegarán muy lejos en la vida.
Bienaventurados los que piensan antes de actuar
y rezan antes de pensar,
porque se ahorrarán muchas tonterías.
Bienaventurados los que pueden callar y reír
aunque se les quite la palabra y se les aparte,
porque están muy cerca del espíritu del Evangelio.
Bienaventurados los que reconocen
y aman al Señor en todas las cosas,
porque irradiarán luz, bondad y alegría.

(De la revista “Alandar”)

EL PAPA Y LA FAMILIA: LA NOVEDAD INESPERADA - José María Castillo, Teólogo


 EL PAPA Y LA FAMILIA: LA NOVEDAD INESPERADA

José M. Castillo


        Una de las cosas que más se repiten, en estos días y en determinados ambientes eclesiásticos, es que la reciente Exhortación Apostólica “Amoris laetitiae”, del papa Francisco, no aporta nada nuevo, si se compara con la “Familiaris consortio”, de san Juan Pablo II. Después de tanto Sínodo y de tanto darle vueltas al tema, venimos a lo mismo. A lo que siempre ha enseñado la Iglesia. ¿Es esto realmente así? 


        El escritor José Artrila ha publicado un estudio detallado, “La verdadera novedad de Amoris laetitiae”, en el que explica documentadamente lo novedoso que es el contenido de la reciente Exhortación del papa Francisco. Vaya por delante que yo estoy completamente de acuerdo con lo que dice José Artrila  en su reciente escrito. Y valdría la pena que las mentalidades más rígidas y espiritualistas se fijen en lo que enseña el papa Francisco cuando habla, por ejemplo, del “amor erótico” (nº 150) y del amor como “pasión” (nº 148). Cosas que, por cierto, no se suelen oír en la retórica clerical. Pero, sobre todo, lo llamativo es la insistencia del papa en el tema del amor mutuo, “amor de amistad” que iguala y une a los esposos - y no en la doctrina de la Iglesia o en sus leyes - como argumento transversal, que recorre toda la reciente Exhortación papal de principio a fin.

        Pues bien, supuesto lo que acabo de indicar, a mí me parece importante que nos enteremos (o caigamos en la cuenta) de la novedad que entraña todo este planteamiento de la familia, si este asunto se piensa desde dimensiones que le son inherentes. Por ejemplo, la dimensión histórica o cuanto afecta a la sociología de la institución familiar.

        Me explico. Si prestamos atención a lo que dicen los sociólogos actualmente más valorados, enseguida comprendemos que la familia es una de las instituciones que está experimentado cambios tan rápidos y tan profundos, que, en una misma familia - esto es frecuente - los abuelos no  comprenden las nuevas costumbres de los hijos y, menos aún, las de los nietos. Mucha gente no ha pensado que la familia tradicional era, sobre todo, una unidad económica. De manera que, durante siglos, el matrimonio no se contraía sobre la base del amor sexual. Así se entendía (y se vivía) este asunto desde los orígenes de Derecho romano. Todos los derechos y todo el poder se concentraba en el paterfamilias (Peter G. Stein). Y así hemos estado, en cosas muy fundamentales, hasta hace bien poco. De ahí que la desigualdad era intrínseca a la familia tradicional.

        En los últimos años, todo esto ha saltado por los aires. Y quedan tres puntos capitales, que están reemplazando los viejos lazos que solían unir las vidas privadas de la gente; las relaciones sexuales y amorosas, las relaciones padre-hijo y la amistad. De ahí que el centro de la institución familiar se ha desplazado: de la familia como “unidad económica”, a lo que acertadamente se ha denominado la “relación pura” (Anthony Giddens). Pero, ¿qué es, en definitiva, esta “relación pura”? “La relación que se basa en la comunicación, de manera que entender el punto de vista de la otra persona es esencial”.

        Ahora bien, si todo esto es así, y creo que por ahí van las cosas, si ahora volvemos la atención a la Exhortación del papa Francisco, no hay que esforzarse mucho para advertir que el papa, siendo fiel a la tradición de la Iglesia, ha dado en el clavo de lo que está ocurriendo en la institución familiar. Y en el clavo también de la solución que tiene el estado de cosas en que vivimos.  Dicho más claramente: la solución de los problemas de la familia no va a estar en afirmar verdades rotundas. Ni vendrá por el sometimiento a normas todo lo rígidas que se quieran. No. En nada de eso está el problema. Y, por tanto, en nada de eso estará la solución. La familia recuperará su estabilidad, su equilibrio y su razón de ser, en la medida en que el amor de amistad, que, en lenguaje secular, se puede denominar “relación pura”, ocupe el centro que, durante siglos, ocupó el paterfamilias, como dueño y garante de la unidad económica que, de facto, era la institución familiar.


        El papa Francisco, no sólo ha innovado en cuestiones muy fundamentales, respecto a san Juan Pablo II, sino que, además, ha captado los “signos de los tiempos” mucho mejor de lo que se imaginan quienes se empeñan en que todo siga igual.    

sábado, 23 de abril de 2016

EL EMBAJADOR RECHAZADO - JOSÉ MARÍA CASTILLO, TEÓLOGO

        EL EMBAJADOR RECHAZADO: MANDA SAN PABLO

                                      José M. Castillo 

        El papa Francisco le dijo a un periodista, en el avión que le traía de uno de sus viajes a América: “¿Quién soy yo para juzgar a los homosexuales?”. Nadie sabe cómo se ha gestionado en el Vaticano el rechazo al embajador gay propuesto por el gobierno de Francia. ¿Ha sido el papa el que ha rechazado a ese embajador? ¿Lo ha rechazado la “mano negra” que, según dicen, se opone a Francisco? Sea quien sea el que ha decidido rechazar a un homosexual, el hecho es que, en este caso, el embajador propuesto ha sido juzgado y rechazado. Entonces, ¿quién manda realmente en la Iglesia? ¿El papa? ¿Los que se oponen al papa?


        Una vez más (y en un asunto muy serio), ha quedado patente que quien manda en la Iglesia no es san Pedro y sus sucesores, sino san Pablo y su teología. Sabemos que, en los evangelios, no se dice ni palabra contra la homosexualidad. Por lo visto, a Jesús no le preocupó este asunto. Pablo, por el contrario, fue tajante. En Rom 1, 26 afirma que la homosexualidad es “contra la naturaleza”. Pero, en realidad, ¿a qué se refería Pablo cuando consideraba “natural” o “anti-natural” un acto humano? Esta pregunta tiene su razón de ser en el hecho de que el mismo Pablo considera “antinatural” que los hombres se dejaran en cabello largo y las mujeres se lo cortaran  (1 Cor 11, 14-15). Lo mismo para la homosexualidad que para el corte de pelo, Pablo utiliza el sustantivo “physis”, que está tomado de la filosofía estoica (H. Paulsen, Ph. Vielhauer).

        Que aceptemos lo que Dios nos ha revelado, de acuerdo. Pero, ¿quién manda o prohíbe que no podamos indagar el origen de ciertas expresiones, que pueden tener (y la tienen) su razón de ser en ideas y expresiones que tienen su origen en Pitágoras o vaya Vd a saber si en los chamanes del Norte de Europa, como  vienen diciendo quienes han estudiado a fondo (E. R. Dodds) los orígenes del “puritanismo” occidental?


        Todo esto da pie para pensar que, aunque es cierto que Jesús fundó la Iglesia, quien ha tenido - y sigue teniendo - más presencia determinante en ella es el Apóstol Pablo y su teología.  ¿No es urgente ya afrontar en serio este asunto capital?    

martes, 12 de abril de 2016

EL SEGUNDO DESTROZO DE EUROPA - JOSÉ MARÍA CASTILLO, TEÓLOGO

EL SEGUNDO DESTROZO DE EUROPA

                                     José M. Castillo


        No sé si todos somos conscientes de que, tal como se han puesto las cosas, tenemos motivos suficientes para afirmar que estamos viviendo el segundo destrozo de Europa. El primero se produjo con el trágico final de la segunda guerra mundial. El segundo, ahora; cuando aún no ha transcurrido un siglo de aquel primer desastre. La diferencia, entre un destrozo y otro está en que el de la segunda guerra mundial fue un destrozo material. El de ahora es el destrozo humano. El año 1945, la desolación  se ponía de manifiesto en las ciudades destrozadas y los millones de víctimas de aquella violencia brutal. Ahora, la desolación la estamos viendo y viviendo cuando nos enteramos de que jamás hubo tantos multimillonarios más corruptos que nunca, al tiempo que jamás hubo tampoco, coincidiendo con la abundancia enloquecida de unos cuantos, la carencia de millones de criaturas que claman en nuestras fronteras cortantes, punzantes, humillantes, gentes que huyen de la muerte y sólo encuentran resistencia, rechazo y desesperación. Y todo esto, al tiempo que la convivencia entre nosotros, los ciudadanos de la culta y vieja Europa, resulta cada día más complicada, más problemática y con un futuro más incierto. 

        Y es que está visto que, con la política, la economía y el derecho que tenemos, no salimos del pozo en que nos vemos metidos. Nuestros conocimientos y nuestras instituciones no dan más de sí. Porque el problema no está en cambiar unos políticos por otros, ni unas instituciones por otras. El problema está en que cambiemos nosotros mismos. Es urgente modificar nuestras “convicciones”. Y esto es lo que me produce más miedo y más desorientación. Porque, en realidad, lo que se palpa es que cada cual da la impresión de estar más firmemente afianzado en aquello de lo que está convencido. Queremos que cambien los demás, pero nadie consiente poner en cuestión sus propios convencimientos.

        Por lo menos, ¿no podríamos coincidir en que lo más urgente y lo que no puede esperar es que, en Europa o a las pertas de Europa, siga habiendo tantas familias destrozadas, tanta hambre, tanto abandono para los últimos, tanto sufrimiento  que soportan gentes que han perdido la esperanza?


        No me quita el sueño el futuro que nos espera en Europa. Lo que me angustia es el presente. El dolor, la desesperación que se ven obligados a soportar, tantas criaturas que no le ven futuro a sus vidas, al tiempo que quienes tenemos casa y comida andamos interesados con la pregunta de si el gobernante de turno será ahora el que a mí me gusta o el que le interesa al otro.    

sábado, 2 de abril de 2016

CREER EN JESÚS ES CREER EN NOSOTROS

La amiga Leticia, nos envía este bello texto, a todos los amigos y amigas del Encuentro LGTB de Chipiona: 

“Dios amigo de la vida”. Libro de la Sabiduría (11,24-12,1)

Amas a todos los seresy no aborreces nada de lo que has hecho;si hubieras odiado alguna cosa,no la habrías creado.Y ¿cómo subsistirían las cosassi tú no lo hubieses querido?¿Cómo conservarían su existenciasi tú no las hubieses llamado?Pero acoges a todosporque son tuyos,Señor, amigo de la vida.Todos llevantu soplo incorruptible.

Gracias Leticia, por tus palabras, que me llevan a mi propia reflexión sobre el texto que nos envías entrelazado con la liturgia de este fin de semana, en la cual se nos cuenta el episodio de Tomas, el apóstol incrédulo.

Empezaría diciendo, que creer es maravilloso y todas esas cosas bonitas que puedan decirse de la fe. Pero la dimensión de personas creyentes no nos debe de llevar a ignorar el lugar que ocupamos en el mundo, seamos creyentes o no creyentes. Me explico.

Tomas se resiste a creer en el resucitado. No porque no crea en sí mismo a Jesús y su vida o su mensaje, sino porque él no ha tenido aun la experiencia del resucitado. Junto a mi apreciado amigo y teólogo José María Castillo, señalo algo muy curioso. Y es que la insistencia de meter los dedos en las llagas y de verlo en persona, manifiesta una exigencia natural para el ser humano; y es que todo se aprecia de una manera autentica desde los sentidos del cuerpo humano.

Precisamente por eso, en la aparición a Tomas solo le bastó verlo, para creer. En definitiva, somos masa, somos cuerpo, somos personas. Como bien nos dice el texto que nos envía Leticia, Dios solo puede querer y cuidar aquello que crea, pues por amor es creado.

Acabo. Estoy convencido de que la persona humana se hace un flaco favor a sí misma, si pretende creer y poner sus anhelos en tal o cual cosa, mientras no apueste firmemente por el reconocimiento de SU propia dignidad, como persona humana y como SER creado por Dios a imagen y semejanza suya.

“Pero acoges a todos porque son tuyos,
Señor, amigo de la vida. Todos llevan
tu soplo (Espíritu) incorruptible.”(Sabiduría 11,24ss)

Ojalá la vida nos de oportunidades reales para SER personas dignas en el mundo. Ojalá encontremos cuerpos llenos de llagas, de sonrisas, de anhelos cumplidos o frustrados, de esperanzas…etc; cuerpos en los cuales podamos descifrar el rostro del Resucitado, para creyendo en él, ayudar a transformar este mundo, por un lugar más justo, digno y fraterno.

“En la orilla,
envuelto en la bruma de la mañana,
allí está él, hechizándonos
y tendiéndonos los brazos.

Tu mirada, Señor,
ha atravesado nuestro corazón y nos ha seducido:
¡¡llévanos siempre más lejos por tu amor!

¡Haznos vivir, Señor,
por el poder de tu nombre!
Denuncia a quienes nos acusan
y líbranos de los lazos que nos impiden
poner en práctica tu Palabra.

Por la resurrección de tu Hijo,
arráncanos del poder de la muerte.
(Dios cada día. S.Terrae 22. Ferias pascua)

Feliz pascua a tod@s. Os abrazo de una manera “apretadita” desde Estepa.

Atte. Floren de Estepa.