Anoche acabé la novela “Dispara,
yo ya estoy muerto” de Julia Navarro. Fue una certera recomendación literaria
de mi apreciado Emilio, al cual se lo agradezco.
Alguien me advirtió de que era
un libro duro. Lo era, y lo es. Es duro porque profundiza certeramente en el
origen de uno de los conflictos más sangrientos y antiguos que hay en el mundo.
El llamado Oriente próximo es una confluencia total de problemas ideológicos,
culturales y territoriales; cuyo origen se remonta al comienzo de nuestra era y
cuya justificación es total, por parte de cada facción Israelí y/o Palestina.
La escritora Julia Navarro recrea por medio de unos personajes inolvidables,
las escenas más bellas de la amistad humana y por ende el mismo desgarro que se
produce en las personas que antaño fueron amigos y terminan enemistándose por
absoluta e imperiosa necesidad. En esta novela hay desarraigo, orgullo,
lealtades justificadas e injustificadas, luchas a muerte y por amor y bastante,
bastante ausencia de paz.
Quien escribe siempre ha cargado las tintas contra
Israel y su política de asentamientos. Hoy por hoy y tras leído el libro, sigo
estando completamente en desacuerdo con esa política de Israel, por medio de la
cual con desalojar a una familia árabe de un terreno, construir una casa y
poblarla con colonos judíos; basta para convertirla en un trozo de Israel.
Los árabes
fundamentaron su legítima reivindicación en la más absoluta violencia,
argumentando que la tierra era suya, aun cuando su legítimo propietario era el sultán
Otomano que las vendía a quien quería.
Pero si tiene fundamento el arraigo que
el ser humano contrae con la tierra, y por ello es tan difícil asumir el papel
de perdedores expulsados, condición a la que se vieron obligados cientos de
familias árabes. Cierto es que, si bien explica Julia navarro el desarrollo de
los acontecimientos, judíos y árabes se ensalzaron en un conflicto que dura más
de un siglo y en el cual no todos actuaron con la misma inteligencia.
Considero
que ambos se defendieron o se aferraron a lo que fueron consiguiendo a lo largo
de las distintas resoluciones de las Naciones Unidas. Y precisamente mientras
los árabes se limitaban únicamente a defenderse aspirando siempre a una nación árabe
–algo sin apoyo internacional y sin apoyo de los países árabes vecinos-, los judíos
igualmente se defendían y jugaban sus cartas diplomáticas construyendo de
manera larvada una estructura organizativa que luego eclosionaría en la
proclamación del estado de Israel.
Confirmo que este libro
me ha tocado de manera personal, pues se palpa la crudeza de las relaciones humanas.
Se puede decir que la responsabilidad del
conflicto es al 50% judía y palestina; pero sigo considerando al pueblo
Palestino como el gran damnificado por las políticas de Israel y las distintas
resoluciones internacionales a las que le han reducido a un país inexistente
sobre el papel y como pueblo sin patria.
Pude calibrar el dolor de los palestinos
cuando fui de turismo a Israel y Jordania, y pude ver el muro que Israel ha
levantado partiendo el territorio. Aunque pueda ser injusto mi planteamiento, da
la sensación de que los judíos están dispuesto a hacerles pagar a los árabes
todo el dolor que como pueblo han sufrido por todo el mundo.
Un dolor que
también está legitimado pero que no se puede justificar con políticas que
nieguen de plano la constitución de un estado Palestino, aun cuando Ben Gurión proclamara el estado Israelí en su día.
Ojalá cese el río de sangre que baña tierra santa desde hace siglos.
Ojalá se pueda reconducir algún
día el proceso de paz y ojalá eclosione en dos naciones vecinas, que aunque no
puedan ser hermanas, se toleren y respeten como tal.
Ojalá!!!
Mi felicitaciones a Julia Navarro
por la excelencia de su escritura.
Podéis consultar el libro en: