Dios es nuestro – flash de la palabra de Dios para el finde
Pero no acabamos de entenderlo ni
de asumirlo en nuestra vida de creyentes. No me gusta hablar de culpas, pero sí de responsabilidad. Desde
un plano general, nunca se ha apostado por la formación ni por el estudio o el
escudriñamiento de las escrituras. Sencillamente porque nunca les ha convenido
a nuestros pastores –que nos quieren ignorantes-, ni al creyente en general;
pues ponerse a ello supone un autentico dolor de cabeza y una implicación más
intensa en el proyecto del “Reino”.
Es mucho más fácil ir a misa el domingo –o cuando
sea- y que el cura te ponga a parir y te diga que es lo que tienes que hacer. Todo
esto es lo fácil, aquello a lo que se prestan un buen número de creyentes, a
los cuales respeto. Lo difícil, considero yo que es el asumir que somos
proyectos de Dios, cada uno de nosotros de manera individualizada; y teniendo
esto claro aspirar a la comunidad desde un plano bastante general.
"Lo único que hace verdaderamente hace falta para SER del Reino de Dios, es escuchar su palabra y aplicarla en el mundo con solidaridad y fraternidad, todo lo demás es absolutamente accesorio, todo."
No diré
comunidad cristiana, pues eso hoy es día es puro reduccionismo, sino comunidad
humana; pues un cristiano o un creyente hace falta en cualquier parte del
mundo. Ojo, no para anunciar nada con aspiraciones de conquistadores, sino para
testimoniar humanidad, que es de lo que auténticamente está necesitado el
mundo.
Este “finde” es intenso pues junto a la Liturgia de la Palabra del
Domingo celebramos la transfiguración del Señor. Pueden ir la de la mano muy fácilmente
las dos cosas. La transfiguración es una experiencia más del Jesús Resucitado
que tuvieron los apóstoles. Es una situación épica, en la cual Dios da a Jesús
plena autoridad para hablar en “SU” nombre y “SER” escuchado en su nombre; como
garante absoluto del proyecto del Reino de Dios.
Un Reino que está en ti y en mí,
si así lo deseamos. Lo está por inercia, sin más. No cabe aquí decir que el
Reino de Dios sea exclusivo de los bautizados, pues hay bautizados que dejan
bastante que desear. Para ser del Reino, basta con querer serlo; y a posteriori
ya se preocupará uno de desarrollar las actitudes propias del Reino de Dios en
la vida de cada uno.
Un Reino para el que Jesús nos advierte en el evangelio,
que no debemos tener miedo. El miedo es propio de la condición humana, es algo
que sentimos cuando peligra nuestra seguridad. Pero la seguridad máxima del
Reino de Dios es la dignidad humana, la propia y la ajena. Y al respecto
recibimos de Jesús un llamamiento concreto a vivir el miedo desde un plano
ofensivo y no defensivo.
El miedo puede paralizarte, pero sí que quedas
estático –condición defensiva- te pierdes. Por el contrario Jesús nos llama a
vivir el Reino de Dios desde la defensiva, afrontando así el miedo, la alegría
y toda circunstancia positiva o negativa que se nos pudiera dar.
Eso sí, una
actitud defensiva desde el amor, el respeto y la fraternidad. El papa Francisco
lo ha dicho hace unos días en Cracovia, “nuestra respuesta a un mundo en guerra
se llama fraternidad”. Ojalá vivamos ampliamente nuestra condición de hijos e
hijas de Dios, necesarios y precisos para Él que es la vida misma; el origen y
sentido de todas las cosas.
Un Dios que es fe consolidada y desde cuya fe se
persevera (Hebreos 11,1-2.8-19). Un Dios que desde antiguo animó a los
creyentes a estar en acción permanente escuchando Su Palabra y aspirando a la
promesa de la esperanza, en cuya acción debemos colaborar (Sabiduría 18,6-9).
Un Dios que nos ama y en la vida nos busca, y del que nos debemos sentir
dichosos de que nos acoja en su corazón (Salmo 32), que es la vida misma del
mundo. Amén.
Fraternalmente, Floren.