LA RESPUESTA A
NUESTRAS PREGUNTAS
José M.
Castillo
Mucha
gente no se da cuenta de que lo más importante, que estamos viviendo ahora
mismo, no es el cambio de gobierno, ni el deseado cambio en la economía, ni el
anhelado (o temido) cambio de no pocas leyes y costumbres, ni los cambios en la
religión y sus gobernantes. Todo eso, por supuesto, es importante. Pero no es
lo fundamental.
La raíz de
todos los cambios está, en este momento, en
la radical transformación que estamos viviendo en nuestra cultura. Por eso
anda todo revuelto. Y por eso también, en esta inquietante situación, son muchas
(muchísimas) las personas que se hacen (o nos hacemos) incontables preguntas
para las que no encontramos respuesta.
En muchos
ámbitos de la vida, de los que no entiendo nada (o casi nada), ignoro incluso
las preguntas más urgentes que ahora mismo hay que hacerse. En el terreno que
trabajo, desde hace tantos años, es decir, en el ancho campo de la religión y
sus muchas implicaciones en la vida, hay una respuesta a nuestras preguntas,
que es sin duda alguna la respuesta más firme, fuerte y clara, que podemos
afrontar. Y la respuesta también que – desde las creencias cristianas – tenemos
que aceptar.
Voy
derechamente al centro mismo de este asunto capital. Esta mañana, leyendo a san
Juan de la Cruz, encontré este texto genial, que el santo pone en boca de Dios:
“Si te tengo ya dichas todas las cosas
en mi Palabras, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora
responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él
lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y
deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él
los ojos, lo hallarás en todo; porque él es toda mi locución y respuesta y es
toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido,
manifestado y revelado, dándoosle por hermano, compañero y maestro, precio y
premio” (“Subida del Monte Carmelo”, libro 2 – cap. 22, nº 5).
“Pon los ojos
sólo en él, porque en él lo tengo todo dicho”. Efectivamente, todo lo que Dios
nos puede responder o decir, sea cual sea la pregunta que le hagamos, y sea
cual sea la situación en que nos encontremos, la respuesta que Dios nos puede dar está en Jesús. La respuesta
está siempre en lo que fue la vida de Jesús. Su proyecto de vida. Su forma de
entender la vida. Lo que fue importante para aquella vida.
Que todos
tenemos problemas, ¿quién lo duda? Que muchas personas tienen preguntas graves,
quizá muy graves, para las que no encuentran respuesta, es evidente. Y que tan
evidente como lo es todo esto, lo es igualmente que, en las situaciones
complicadas que nos presenta la vida, raro es el caso en el que personas,
nacidas y educadas en la cultura cristiana, buscan la solución y la respuesta en la “Palabra” última, definitiva y total,
la respuesta a los problemas y preguntas más serias de la vida, que es Jesús,
la vida que llevó Jesús, la solución que siempre tendríamos que buscar y
encontrar en Jesús.
Y, por favor,
que nadie me diga que estoy sacando las cosas de quicio. Los problemas y las
preguntas, que nos presenta la vida, ¿no son problemas y preguntas relacionadas
con la salud, el dinero, el éxito y el fracaso, el poder y sus privilegios, las
relaciones humanas, el sentido o el sin-sentido de la vida, el amor y el odio,
la felicidad o la desgracia, la paz o la violencia, la libertad o el
sometimiento, la buena o la mala conciencia, la culpa, el perdón o la venganza,
la bondad o los malos sentimientos, el triunfo o el fracaso en la vida, la fama
o el olvido general?
Pues bien, de
todo esto es de lo que nos habla la vida de Jesús, el proyecto de Jesús, la
Palabra que es Jesús. Por esto, yo me pregunto, tantas veces, ¿qué hemos hecho los cristianos con el
Evangelio? ¿Por qué y para qué le llamamos “Palabra del Señor”? Sobre todo,
cuando sabemos que nuestro verdadero “señor” es el dinero, es el poder, es la
seguridad para el futuro, es el buen vivir, es el éxito, es el disfrute de la
vida.
Seamos sinceros y honestos. ¿Es el Evangelio el factor determinante
de la vida de la Iglesia? ¿Está el Evangelio en el armazón fundamental de
nuestra cultura? ¿Es el criterio rector de nuestras vidas? El día que todo esto
quede resuelto y patente, ese día tendremos resuelta y patente la respuesta a
nuestras preguntas, las grandes preguntas de la vida.