¡A por el niño! Dicen ahora los
que no se dan por vencidos y de nuevo están dispuestos a gastarse varios
sueldos en décimos de lotería. El caso es que, aunque sea de compromiso yo he
llevado lotería de navidad para el 22 de diciembre, e indudablemente, salvo la
colaboración con las hermandades no he sido premiado. O sea, el número no ha
pasado ni por el bombo.
Lo cierto es que el día 22, es para mí de los días más
bonitos de la navidad; por lo que me alegra saber de los agraciados, así como
el maravilloso despliegue que hace la cadena SER para llevar con una inusitada inmediatez,
allá donde tocan los premios.
Lo cierto es que, ¿quién no se ha
preguntado con sinceridad, que haría si me tocara la lotería? Todos tenemos una
milésima de esperanza de que nos toque, pues si no, no compraríamos ni un
décimo o participación. Pero diré algo y que conste que no es postureo. Por mi
parte acabo antes reflexionando sobre lo que NO DEJARIA DE HACER si me tocara
la lotería.
No dejaría de levantarme a las
siete de la mañana para orar y darle los buenos días al Señor, siendo
consciente de la realidad que me rodea.
No dejaría de trabajar y de
seguir intentando sacar una sonrisa a las personas a las cuales les llevo
alegrías e ilusión con mis arreglos florales.
No dejaría de admirar la
naturaleza y extasiarme ante una flor silvestre, florecida en un pedregal.
No dejaría de amar a mis animales
y compañeros de vida.
No dejaría de expresar lo que
pienso con respeto y determinación, aun a pesar de los costes.
No dejaría de detestar la mentira
y la falsedad.
No dejaría de ser coherente hasta
el extremo.
No dejaría de disfrutar del
silencio de un paseo por el campo, y la quietud de los olivares al atardecer.
No dejaría de amar las Escrituras
y su mensaje escondido.
No dejaría de valorar una buena
lectura y los libros impresos en papel.
No dejaría de dar besos a quienes
quieran recibirlos.
No dejaría de hacer bromas, hasta
de mi propia sombra.
No dejaría de ver mil veces la
peli: “Sentido y sensibilidad”.
No dejaría de querer a los míos y
adolecerme por el que sufre.
No dejaría de tener un ideal progresista
desde el más absoluto respeto al otro.
No dejaría de desayunar cada día
en casa de mi tita.
No dejaría de intentar ser una
persona digna, aun a pesar de mis luces y mis sombras.
En definitiva. Que no nos cambie
ni el dinero ni la presunción de nada. En la sencillez, el trabajo y la
cotidianeidad están las recetas básicas para pasar por el mundo haciendo el
bien. Ojalá nos afanemos a ello en estas navidades que vivimos y en el próximo año
que afrontamos.
Fraternalmente, Floren.