Se llama Malika Maluc y es de
Senegal, de la zona de Palmarín en África. Tiene diecinueve años y es una chica
muy guapa, de pelo negro zaino muy rizado y ojos de un verde intenso. Tan intenso,
que su madre siempre le decía: -hija mía, en tus ojos se siente la fuerza de la
vida y de la selva. Es hija de pescadores, aunque su padre murió hace muchos
años por causa de la picadura de una serpiente. Ella no recuerda su rostro,
aunque, como siempre su madre le habló de él, Malika tiene un recuerdo muy
afectuoso de su padre; al cual reza siempre mirando a la inmensidad del océano Atlántico
Norte.
Ese océano al cual ella se lanzó con un grupo de cuarenta y siete
personas en un cayuco de mala muerte, capitaneado por un pirata de Gambia, al
cual tuvo de darle sus ahorros de toda una vida, para aceptarla en semejante
aventura. Malika Maluc viajó sola, sin nadie de su poblado o región. Quiso hacer
la travesía hacia España, porque España era futuro, al igual que Europa. Y si
bien es verdad que muchos morían, también tenían noticias de aquellos que
lograban llegar sanos y salvos sin ser interceptados por los guardacostas, y conseguían
alcanzar un nuevo destino donde había futuro en sus vidas.
Malika tiene muchos
motivos para lanzarse a esta terrorífica aventura. Su poblado es constantemente
asaltado por bandas que secuestran a las chicas para esclavizarlas en trabajo o
sexo, y a duras penas pueden repeler los ataques de estas mafias. Además, ella
sabe que no tiene futuro en su país. África es un continente rico, pero sin
posibilidades de futuro pues la riqueza de la tierra se la quedan unos pocos,
además de las multinacionales igualmente explotadoras.
A todo esto se le une
una circunstancia que le dio el empujón definitivo para hacer la travesía. Está
embarazada. Y el padre de su bebé, murió ahogado en una travesía como la de
ella. Cuando supieron del embarazo, Sambeé, su pareja, decidió hacer primero la
travesía a España, ganar dinero y mandar todo lo posible a casa; hasta que
pudiera tener la seguridad de ofrecer un hogar a Malika y a su hijo. Porque él,
sabía que sería un niño y le pondría de nombre Martin, por Martin Luther King.
El
caso es que cuando llegó a su familia la zozobra de la barcaza en la que viajaba
Sambeé, Malika –rota de dolor- tuvo el convencimiento de que debía hacer ella
misma la travesía en solitario. Se lo debía en primer lugar a su bebé, y se lo
debía a su querido Sambeé; el hombre de su vida cuyo amor, respeto y caricias de
ébano que nunca jamás olvidaría. Lo que Malika Maluc no podía saber al
embarcarse en aquel cayuco, es que por causa de una temible tempestad y un mar
picado, veinte millas antes de la costa de la isla española de El Hierro; su
cayuco naufragaría y todos sus ocupantes serían arrojados al vacio por un golpe
de mar, sin chalecos salva vidas y sin posibilidad ninguna de pedir auxilio. Lo
último que Malika pudo ver cuando se hundía en la oscuridad del inmenso Atlántico,
era la luna llena. Preciosa. Como preciosos seguían siendo, sus ojos verdes.
Fin.
Malika Maluc era una chica de una
pureza de virtudes enorme y un corazón de bondad inconmensurable. Chica modelo
en su poblado, responsable y afanada en las tareas propias de quienes sienten
la obligación de alimentar a los suyos. Cuando conoció a Sambeé, supo que el
como hombre era un regalo del cielo, en una cultura donde la mujer siempre
tiene las de perder. No hubo nada más bonito para ella que entregarse a él. Lo
hizo consciente de lo que hacía. Se querían y querían dar vida, y la dieron. Aunque
por desgracia ni su vida ni la vida del nonato, tenían futuro en nuestro mundo.
El Espíritu que animó el amor de
Malika y Sambeé, el Espíritu que llenó de vida sus vidas con la ilusión de
aquel embarazo, es el mismo Espíritu por el que María y José concibieron a Jesús
de Nazaret, el salvador del mundo y cuya venida esperamos. Eso si, esperamos su
venida porque sabemos que no va a venir; pero ¿somos conscientes de que José y
María llaman constantemente a nuestras puertas, que traen al Salvador consigo? Lo
somos, pero miramos para otro lado. Desde la perspectiva de la pureza del
corazón e intenciones, Malika es igual a María la madre de Dios. Pero Malika
maluc es una amenaza para nosotros, para nuestro estado del bienestar. ¿Cómo
rendir culto a María Inmaculada, si hay mujeres de semejante pureza a la de
esta y son asesinadas por sus parejas, humilladas en sus trabajos, mal pagadas,
o apartadas de nuestras costas porque no son de los nuestros?
Esta es la cuestión, lector. Esta
es la cuestión que tenemos tendiente hoy en día los cristianos del siglo XXI.
Adoramos a Cristo y a su Madre porque sabemos que NO VAN A VENIR.
Si vinieran de veras, otro gallo
cantaría.
Siento la dureza de este escrito,
pero me desgarra el alma tantas vidas perdidas en la mayor fosa común del
universo y de todos los tiempos; el Estrecho de Gibraltar. Abramos, ¡por amor
de Dios! Abramos nuestras mentes y corazones a la fraternidad. Sanemos heridas,
alimentemos al abatido y hambriento. Ahí está Jesús. Esa es tu navidad y la
mía.
Fraternalmente, Floren.