“Estad despiertos en todo tiempo […] y manteneros en
pie ante el Hijo del hombre.”
(Lucas 21,25-28.34-36)
Como dijera aquel, un adviento
más y un adviento menos y vamos “palante”. Pero la liturgia cristiana armoniza
la vida del creyente para que en todo momento y ocasión sepamos orientar el
culto a Dios, nuestra espiritualidad y discernimiento, para actualizar en cada
momento el mensaje de Jesucristo en consonancia con las metas y retos que la
vida y la sociedad nos propone.
Revisando los Evangelios y
contemporizando el mensaje. Quizás os suene la frase “haced esto en conmemoración
mía” (Lc 22,19) es una frase de la liturgia eucarística modificada del
evangelio de Lucas a cuya palabra memoria se le suma “com” para que lo que se
hace se actualice. Así es. Lo que se conmemora se celebra y actualiza en
función del tiempo y las circunstancias. Y es precisamente desde esta
perspectiva, desde la cual deseo que arranque este adviento.
Si a algo somos llamados los
cristianos hoy en día es a ser luz, testigos, mensajeros, sal, alegría
resucitadora, esperanza de adviento…etc. Pero nada de esto lo debemos hacer
únicamente en nuestro propio beneficio. No seria propio al considerarnos seguidores
de alguien que pasó por el mundo entregando su vida por amor a todos y a todas.
Estamos en una comunidad cristiana y estamos en la sociedad del mundo, y es precisamente
en el mundo donde se nos exige hoy más que nunca que demos la talla como hijos
e hijas de Dios y hermanos de Jesucristo.
Para lograrlo será necesaria
nuestra DISPONIBILIDAD a Dios y al objeto primordial de Dios, LA PERSONA. Y llegados
a este punto tendremos que ser responsables y pensar –por ejemplo- que so
pretexto de nuestra seguridad, nuestras necesidades y prestaciones que
recibimos del estado, los inmigrantes lo que tienen que hacer es quedarse en
casa y no venir a robarnos lo que tampoco es nuestro. Tendremos que estar
atentos para ser conscientes del papel fundamental de debemos tener la
comunidad cristiana al erradicar el problema del machismo que mata a las
mujeres, modificando la perspectiva tentadora, machista e insolidaria que desde
todos lados se le da a la mujer en la Iglesia.
Seguimos defendiendo erróneamente
que Dios es padre –varón- aun cuando Dios no tiene sexo, con lo cual también
puede ser madre. Seguimos enseñando en catequesis el desfasado relato de la
creación del Génesis donde es la mujer la que carga con toda la culpa del
pecado de los primeros padres y eso es una barbaridad. Le podemos sumar otras
cosas pero no se trata de la cuestión primordial, dar respuestas actualizadas a
problemas reales, desde la perspectiva de un Dios que nos llegará hecho niño, a
un mundo lleno de desigualdades, de injusticias; muchas de ellas sucedidas ante
nuestra pasividad moral y justificadas por ello.
Preparemos un camino al Señor, allanemos
los senderos de las personas que lo pasan fatal. Pero no solo en navidad donde
damos alimentos, limosna, aportaciones concretas para alguna que otra ONG y que
buenos somos… NOOO. El adviento nos exige la continuidad del compromiso con
DIOS y la PERSONA, objetivo primordial del amor de Dios.
Nos exige estar atentos a las lágrimas de las personas, para llorar con ellas si fuera preciso colocándonos en su propia carne (lo más difícil que hay).
Un Dios que es amado cuando
amamos al otro o a la otra. Un Dios que abraza cuando abrazamos al otro o a la
otra. Un Dios que viene hecho niño, para abrir nuestros ojos como platos a la
realidad aplastante de que todo lo que se aleje de la VERDAD, VIDA, JUSTICIA Y
PAZ; no merece en absoluto la pena.
Por lo tanto, DISPONIBLES Y
DISPUESTOS coherentes y humanos para preparar un camino al Señor. Un camino
para el que no hay otro camino.