Hilarion, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa explica dónde está el verdadero cisma de nuestra era.
Sinceramente, me resulta la mar de gratificante ver a la mano derecha del Patriarca de Moscú en cuestiones ecuménicas -y sospecho que no sólo ecuménicas-, tener las cosas tan claras. La semana pasada se fue a ver a Rowan Williams, arzobispo de Canterbury y primado anglicano. El ortodoxo ruso le dijo lo siguiente tanto al anglicano como a los que le escucharon en la conferencia que dio:
“Todas las versiones actuales del cristianismo pueden ser divididas en dos grandes grupos principales: tradicional y liberal. Hoy la distancia no es tanto entre los ortodoxos y los católicos, o entre los católicos y los protestantes, sino, más bien, entre los tradicionalistas y los liberales".
Por si alguien no tiene claro a qué se refiere el metropolita ruso, lo voy a resumir: “El cristianismo se divide en dos grandes grupos principales: conservadores y progres”. Y es evidente que son dos grupos irreconciliables.
El ortodoxo señala claramente con el dedo acusador a aquellos “cristianos” que quieren que la Iglesia acepte el matrimonio gay e incluso algunas formas de aborto. Cabe imaginar que diría lo mismo de los herejes que pretenden proponernos como adulta una fe que es adúltera.
Para mayor alegría de este que escribe, el metropolita Hilarion ha subrayado la voluntad común del Patriarcado de Moscú y de la Iglesia católica “de instaurar una alianza en Europa para defender los valores tradicionales del cristianismo, para volver a dar un alma cristiana a Europa” contra el secularismo y el relativismo. Véase cuál es el papel hoy de la Iglesia Ortodoxa en Rusia y se entenderá que este hombre no habla por hablar.
Lo curioso es que las iglesias ortodoxas apenas han sufrido el proceso de secularización interna que sí ha arrasado el protestantismo histórico en Europa y que ha dañado profundamente a la propia Iglesia Católica. Es decir, no encontraremos a ningún Boff, ningún Küng ni ningún Torres Queiruga entre los ortodoxos. Bultmann no fue leído, y sí despreciado, por los teólogos ortodoxos.
El liberalismo teológico es visto en el seno de la ortodoxia como lo que es: un virus mortal del que hay que protegerse y/o librarse a toda costa.
Yo no llegaría a tanto como a plantear que entre los católicos, ortodoxos y protestantes “conservadores” no hay diferencias serias. Es evidente que hay muchísimos más puntos en común entre ortodoxos y católicos, que entre ambos y protestantes, siendo que estos renuncian a algo tan fundamental para los primeros como es la Tradición. Por no tener, no tenemos ni la misma Biblia, pues los protestantes no aceptan los libros deuterocanónicos, que sí aparecen en las Biblias de católicos y ortodoxos.
El protestantismo tampoco acepta la existencia de una autoridad religiosa suprema, ya sea Papa, ya sea Concilio Ecuménico.
Pero a pesar de esas diferencias, católicos y ortodoxos podemos reconocer como cristianos a los protestantes no liberales. Desde luego no debe de ocurrir lo mismo con los que, sean protestantes o pretendan ser católicos, pisotean la Revelación cristiana, con los que niegan aspectos tan fundamentales como que Cristo hiciera milagros y resucitara, la existencia de ángeles y demonios, la concepción virginal del Señor, etc.
(en la foto la Arzobispo Kay Goldsworthy)
Por ser claro. Un católico fiel al magisterio de la Iglesia está mucho más en comunión con el metropolita Hilarion que todos los Masiá, Tamayo, Queiruga, Arregi y palmeros mediáticos de turno. Los católicos profesamos una fe infinitamente más cercana a la de los ortodoxos que la que profesan esa camarilla de heterodoxos que este fin de semana se han reunido en Madrid convocados por una asociación de teólogos que profana el buen nombre de un Papa beato de nuestra Santa Iglesia.
Ojalá nuestra Iglesia tome de una vez la decisión de liberarse de esa escoria teológica y eclesial que todavía tiene adherida, cual trapo sucio, a su traje de gala. Los que no se conviertan, a la calle, sobre todo si son difusores de la lepra liberal. Sin más. Lo mismo así se convierten. Si algo hemos de aprender de los ortodoxos es la manera de no contar en nuestro seno con gente que no sólo no es católica sino que cabe dudar que sea siquiera cristiana. Que ellos, que no cuentan todavía con una autoridad central como la del papado, se hayan librado de la peste del liberalismo teológico, es sin duda una de esas curiosidades que produce la Historia de vez en cuando.