“El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia.
Y si alguno tuviere la osadía, lo que Dios no lo permita, de contradecir a esta nuestra definición, sea anatema.”
(Cap.4,nn. 3074. Vaticano I. Primera Constitución dogmática “Pastor aeternus” del 18 de Julio de 1870)
Bueno, recupero este escrito, que transcribo de las mismas constituciones vaticanas que poseo, para mencionar la solemnidad de hoy; la Cátedra de San Pedro. Como saben, Pedro es el obispo de Roma, cuya Iglesia Catedral es San Juan de Letrán. Pero su Cátedra se instala encima de su tumba en la colina vaticana. Cátedra viene del latinazgo cathedra, y este del griego καθέδρα. Significa asiento, sede o lugar desde el cual se imparte una determinada enseñanza o ejemplo. En el vaticano, la cátedra está al final de la basílica. Es un gran sillón de varias clases de bronces, que suspendido en el aire y circundado por apóstoles y padres de la iglesia, determina el lugar que corresponde al apóstol. En la parte baja de este sillón hay una especie de rejilla bellamente adornada y en su interior, se cree que se conserva el antiguo cajón en el cual se sentaban los antiguos papas.
Después de esta –casi innecesaria- explicación, me centro en la fiesta en sí misma y llego a la conclusión de que el pueblo, lo laico, no acaba de estar en sintonía con esta fiesta, ni de forma aparente siento una vinculación con ella. Porque creo que es un atrevimiento, el adjudicar poder religioso y en nombre de Dios a un solo hombre. Porque considero que, basándose esta fiesta en la infalibilidad papal, se devalúa el favor, poder y asistencia del Espíritu Santo; ya que se considera, que reviste al pontífice de más facultades que al resto de los mortales; y esto en “roman-paladino” es acepción de personas. Porque se sobrepasa la Iglesia, al considerar la imposibilidad de que el papa se equivoque, cuando Jesús de Nazaret e Hijo de Dios, como humano tuvo que equivocarse. Y porque considero de manera modesta, que igual que participamos con Jesús como anunciadores de su palabra; podemos participar del ejemplo y la labor evangélica de pedro y sus sucesores junto a su cátedra.
No se si me explico, pero considero que si la iglesia atribuye al obispo de Roma estas facultades, tendría que ser capaz de reconocerlas igualmente, en los Hijos que son portadores de la gracia de Dios, Sacramento del Espíritu Santo. Ya sabemos que el papado es una invención de los hombres, y por ello no lo considero denostable. Pero el magisterio papal no es conferido a nadie por manos de Jesús. La frase de las llaves es dicha en el evangelio de Mateo tres veces y solo una, es dirigida a Pedro. Otra es dicha a los discípulos en conjunto y otra es dicha a los seguidores, sin especificar quien son los presenten en el momento.
¿Correspondía a Pedro ser la cabeza coronada de la Iglesia?.
Recientemente se ha hablado por parte de algunos teólogos progresistas, de que Jesús pudo pensar en Santiago el Mayor, para ser el responsable de la comunidad tras la crucifixión. Era ideal, pues era persona respetada, culta, tenia arrojo y una formidable personalidad, estaba convencido de lo que hacia…etc. Además es curioso que tras arrestarlo junto con Pedro, es a Santiago a quien matan, pues le consideran como persona portentosa, mas peligroso que a Pedro.
Eso quedará para la historia, pero lo que sí es cierto es de que todos participamos del magisterio apostelar, que implica ser anunciadores. Lo de menos es el poder, del que uno se crea investido. Hay poderes que no son deseables para nadie pues mal forman como el dinero; y el religioso no es una excepción.
Por ello, pido hoy por el papa para que se considere efectivamente uno más. Ni cabeza, ni piedra ni ángulo. Un Hijo de Dios. A que dignidad más grande podemos aspirar. Y ruego a Dios para que le asista en sus cuitas y le haga caminar por la senda de la paz interior y la serenidad.