EL AJETREO DEL VERANO
Hora Sexta-Estepa
“Así dice el Señor:
«Oíd, sedientos todos, acudid por agua […]”
Las lecturas de este domingo, a buen seguro tienen varias lecturas -valga la redundancia-. Y por ello cansaré a los visitantes de este blog con mi interpretación propia.
¿Qué haces esta tarde, noche? Es una pregunta muy casual entre familiares y amigos, sobre todo en fin de semana. Y por la otra parte suele responderse: tengo…, y tengo…, y a las seis tengo…. Y por la noche estamos invitados a casa de…..etc.
Y así se nos pasa el verano, y casi que entramos en campaña de mantecados, sin que hayamos dedicado un tiempo oportuno a la interiorización de nuestra realidad.
Las lecturas de este fin de semana son claras. Animan a acercarse al Señor, desde el encuentro consigo mismo –en primer lugar-.
El llamamiento de Dios es insistente y así nos lo deja entrever el tercer Isaías 55,1-3: “Así dice el Señor: «Oíd, sedientos todos, acudid por agua […]” Venid pues yo os ofrezco algo de lo que estáis necesitados. Quietud, consuelo, una paz para mantener el espíritu atemperado; es lo que nos ofrece el profeta, como receta para evadirnos de todo aquello que nos separa, aparta o circunstancias a las que nos vemos avocados y por medio de las cuales nos auto excluimos de la presencia de Dios.
Son en definitiva cosas que nos apartan de Aquel que nos Trasciende.
Pablo, el apóstol de las gentes así lo comunica a la convulsa comunidad cristiana de Roma (8,35.37-39) –formada por no menos de cuarenta personas-, a la cual le plantea el distancia miento de Dios, como elemento a salvar, aunque por ello tengamos que sortear dificultades como lo necesario para vivir.
Y es que, si el aprendizaje o la practica de la meditación, o el desarrollo de la oración y el pensamiento de una manera apartada; no lo cultivamos debidamente –y no nos creamos ese hábito necesario para nuestro equilibrio personal-; llegado el momento de la prueba estaremos demasiado agitados como para auto comportarnos y saber propiamente encauzar la situación.
Mateo (14,13-21) lo plantea desde la dolorosa experiencia de que Jesús pierde a un gran amigo, como Juan el Bautisma. Se retira para pensar, para ordenar su interior, para focalizar la dolorosa perdida desde el sentido evangelio de lo que Dios y la comunidad espera de nosotros.
Digamos que se espera en toda circunstancia un testimonio contundente –de los cuales está necesitada nuestra iglesia- de aquellos que nos hacemos llamar cristianos. Y en una situación límite, aquello que exterioricemos debe ser igualmente llevado al límite de la pedagogía, para transmitir nuestro cristiano, nuestro sentir y nuestro hacer a aquellos que están en nuestro en derredor. Y convertir nuestra experiencia en un testimonio que alimente y enseñe a los otros, como tal multiplicación de los alimentos.
Hoy a las siete de la mañana subía afanosamente una cuesta, haciendo deporte con mi bici de montaña. Instintivamente recite en voz alta, acompasado con el esfuerzo de la respiración el cántico de Daniel: “Oh, Dios, tu eres mi Dios por ti madrugo…”
Os aseguro que fue una experiencia religiosa.
Eso hay que buscar. Esa mañana, ese rinconcito al frescor de la tarde, esa novela sugerente, esa flor o esa música.
Pero hay que buscarle a Él. Se nos muestra demasiadas veces y no acertamos a descubrirle. Con las justificaciones de apretadas agendas en verano acabamos casi de dejarle de lado excepto por la misa del Domingo. Y no nos enteramos que el encuentro con él, que se produce desde el encuentro con el “yo” y “mío particular”, no tiene nada que ver con la misa del Domingo.
Buen fin de semana.