¿Es un día propicio para reír?
Las noticias hoy son catastróficas como las de
siempre, tengo algún que otro frente abierto que con la ayuda del Señor y una
poquita de buena voluntad por parte de tal o cual se solucionará, una amiga
enfermó hoy y su situación casi me quita el sueño.
¿Es un día propicio para reír? Pregunto nuevamente.
Y me contesto que no, y quien conoce al que escribe,
sabe que suelo reírme hasta de mi sombra en situaciones insospechadas. Pero todo
tiene su toque, y su de reír no tenemos ganas pues somos humanos, al menos si
podemos tomárnoslo todo con un toque de buen humor socarrón y casi satírico que
nos lleve a mirar las cosas desde otro punto de vista, o con miras a otras
perspectivas.
Todo se solucionará. Mientras vivamos, podremos
alcanzar la solución. Al final de todo, queda ese espacio personal que se desea
como el oro más preciado. Ese espacio donde cada cual somos nosotros y sin
máscaras. Cada cual elige el suyo. El mío es un lugar fresco, bajo un gran
árbol. Allí me siento con mi ropa cómoda. Rezo, leo, estudio. Sobre
todo leo. A Peter Berling en esta ocasión feliz en la que comienzo “Los hijos
del grial”.
Y sabéis que? Cuando estoy en ese espacio que me
equilibra, me serena y en el que me siento más yo; recuerdo escritos y autores
y llego a la conclusión de que con buena voluntad, una pizca de esperanza y un
toque de humanidad, todo se arreglará.
Que acabéis bien el miércoles y os cunda el jueves.
Abrazos a todos y a todas.
Atte. Floren.
BIENAVENTURADOS LOS LLENOS DE HUMOR
Bienaventurados
los que saben reírse de sí mismos,
porque
siempre encontrarán apoyo.
Bienaventurados
los que pueden distinguir una montaña
de
un montón de arena,
porque
se ahorrarán muchos enfados.
Bienaventurados
los capaces de descansar y dormir
sin
buscar disculpas para hacerlo,
porque
llegarán a sabios.
Bienaventurados
los que saben escuchar y callar,
porque
aprenderán muchas cosas nuevas.
Bienaventurados
los que son bastante inteligentes
para
no tomarse en serio a sí mismos,
porque
serán valorados por los demás.
Bienaventurados
los que saben sonreír sin poner mala cara,
porque
serán luminosos.
Bienaventurados
los que aprenden a tomar en serio
las
cosas pequeñas y ven con tranquilidad las cosas serias,
porque
llegarán muy lejos en la vida.
Bienaventurados
los que piensan antes de actuar
y
rezan antes de pensar,
porque
se ahorrarán muchas tonterías.
Bienaventurados
los que pueden callar y reír
aunque
se les quite la palabra y se les aparte,
porque
están muy cerca del espíritu del Evangelio.
Bienaventurados
los que reconocen
y
aman al Señor en todas las cosas,
porque
irradiarán luz, bondad y alegría.
(De la revista “Alandar”)