Me sobrecojo por dos motivos, por ella misma ahora en su ancianidad, y por la responsabilidad que se le imputa, y de la es víctima al menos dos personas; la madre robada y la propia niña desaparecida.
Ver ahora a esta señora salir del juzgado con su hábito puesto, anciana y protegida por la policía casi da pena; sobre todo porque la han insultado duramente una vez montada en el coche, y eso es tan deleznable como el crimen que se le atribuye.
¿Hubiera esperado esta mujer que de aquellos hechos ahora por demostrar, tendría que rendir cuentas ante la justicia de los hombres?
¿Cómo mitigó las decisiones tomadas entonces? ¿Con la confesión ante un sacerdote?
Está claro que tuvo que tener su escrúpulo al participar de aquellos actos, pero no está claro el nivel moral de su mente, para desarrollar semejante ética.
A la próxima que tengas, también te la voy a quitar por adultera. Le dijo esta monja a la mujer que le acusa de robarle a su hija.
En definitiva, la justicia de los hombres no pasa por caminos distintos a la justicia de Dios. ¿Cuál será la opinión de los obispos y de la jerarquía eclesiástica española?
¿Pensará el obispo de Alcalá –que excepto a sí mismo, a todos nos puso a caldo el viernes santo- que de estas monjas tendría que tener la iglesia varios millones, para ser flagelo del pecado?
Señores obispos, amigos todos, todo es animado por el espíritu, todo.
No utilicemos al espíritu y a la norma para lo que exclusivamente nos conviene.