Corazón de Misericordia
Jesús tuvo
un corazón, con todas sus válvulas, ventrículos, miocardio y arterias propias
de la construcción cardiovascular. Un corazón que latió durante una treintena
de años -desde la 5ª semana de embarazo de María- y que se paró en el instante
en el que aquella lanza del soldado, le causó aquella herida mortal. No podemos
saber si la herida profundizo en el corazón, pero fue una herida de mortal
necesidad.
El caso es que ese corazón, el de Jesús de Nazaret, latió como el
tuyo y como el mío. Se aceleró por muchos motivos y se ralentizó en su tensión
arterial en otras tantas ocasiones. ¿Qué tensión arterial produce cada
circunstancia de la vida? Pues a eso mismo estuvo sujeto Jesús de Nazaret. Esto
es así, es real y absolutamente plausible. Y lo sagrado, lo divino y lo
celestial que sobre este corazón se dice o se hace; es algo que sirve
fundamentalmente para rendir culto divino y exclusivamente para observar a
Jesús desde una distancia prudencial, desde donde les gusta a muchos creyentes
contemplarlo.
En los documentos más antiguos del magisterio de la iglesia, se
anatematiza la sola contemplación de la dimensión humana de Jesús eximiéndole la
condición divina. Por otro lado Eutiques, el promotor del “monofisismo”
afirmaba que era al contrario, que Jesús solo era absolutamente divino. Como comprenderás,
cada cual se quede con lo que quiera. Pero una cosa está clara desde mi punto
de vista, y es que Dios –nuestro Padre-, nos sale al encuentro cada día a cada
hora y en una “multiformidad” que en ocasiones es complicado descifrar.
Pero ahí
tenemos que estar, atentos y dispuestos a dar la talla sin demasiadas complicaciones.
A mí me gusta esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Me alegra y estimula mi
fe el hecho de que el hijo de Dios hubiera sido un humano como yo, y esa es mi
meta. Un Dios que se nos revela como amor en la segunda lectura de hoy. Un Dios
que en Deuteronomio (7,6-11) nos sale al encuentro en nuestra vida, como he
dicho antes.
Un Dios que desde el evangelio apuesta por la vida sencilla y el
elogio de la sencillez. Y un Dios que como canta el salmista de hoy (Salmo 102),
es compasivo y misericordioso. Considero por tanto, que solo el cuerpo a cuerpo
nos puede hacer mensajeros de este amor que emana Jesús. Y creo que solo lo
lograremos acercándonos sin miedo ni escrúpulos ninguno, a aquellos corazones
que necesitan calor, efectividad, respeto y sobre todo, los corazones que
tienen quebrantada su dignidad.
Para hacer esto hay que ser bastante poco en la
vida, pero hay que ser humano sobre todo y llevar humanidad por el mundo. Aunque
valoro mucho la oración, pues “es un grito que se lanza al cielo para que nos
sea devuelto humanizado”; he sabido de una convocatoria un poco extraña sobre
una oración a nivel nacional para que “España sea un altar toda entera”.
Bueno,
con todo respeto hacia esta extraña convocatoria, si algo nos sobran en España
son altares y los que están, están bien donde están –valga el juego de
palabras-. Pero si algo hace falta en España y en el mundo, son corazones que
se estremezcan ante la injusticia humana, la pérdida de derechos libertades y
las burlas hacia los desfavorecidos que causan los poderes dominantes –eclesiásticos
incluidos si los hubiere-.
Jesús no pasó de largo ante ninguna injusticia, ni
causó escándalos considerables. Su apuesta fue la HUMANIDAD y por ello perdió
el pellejo. Ojalá esta fiesta nos sirva para rendir culto al Corazón de Jesús, adorándole en aquellos corazones que necesitan sanación de humanidad y MISERICORDIA. Amén.