En cuarenta años da lugar de
muchas cosas. De nacer, de vivir el primer amor, de no vivirlo. De sentir
sensaciones de todo tipo, fundar una familia, vivir en pareja, disfrutar y
viajar, tener hijos, enterrarlos, quizás ser abuelo, morirse…etc. Pero cuando
uno ve esta cifra “40” desde la perspectiva democrática, puede que caigamos en
la cuenta de que 40 años en democracia no son casi nada.
"que nos importe la persona que está al lado mío sea de derechas o de izquierdas, pues el sentido de mi fraternidad dará cuenta de mi capacidad como persona humana y cabal"
Comparada con otras
cifras de fechas históricas, 40 años son demasiado pocos. Quizás tan pocos, que
en ocasiones tengamos la sensación –yo la tengo al menos- de que todo se pueda
romper por cuestiones políticas y fracturas de la convivencia por cuestiones ideológicas,
no me refiero aquí al asunto catalán aunque preocupa entre otras lides.
Escuchaba
la radio esta mañana y me estremecía oyendo a personas que fueron apresadas en
el régimen de Franco por ser homosexuales, aplicándoseles la ley de maleantes y
desordenes públicos. Un chico de aquel entonces y hoy con cincuenta y siete
años se sinceró con su familia. Era gay. Su madre superada por la revelación
acude a unas monjas a pedir consejo o no sé qué. Y la monja denuncia al hijo
que acabó en la cárcel sin derechos de ningún tipo y torturado porque la
dictadura nos consideraba enfermos.
Ojo, aun hoy hay quienes nos consideran
como tal. Ellos allá, aunque el estado democrático es una de nuestras garantías.
Pues precisamente expreso este ejemplo para atestiguar la fragilidad de aquello
que es la perla de la corona, la democracia y todo lo que trajo respecto de
derechos y libertades. Con la llegada de la democracia fue despenalizada la
homosexualidad, la prostitución y la carta de derechos y libertades que se
implantó en España, daba posibilidades de que todos pudiéramos vivir nuestro
propio espacio en un respeto y orden mutuo, legislado por ley.
Otra cosa que me
impresiona a mis casi cuarenta años, es el hecho del esfuerzo de todas las
fuerzas políticas de entonces hicieron para establecer la Carta Magna como
código primordial de la convivencia española. Hoy da la sensación de que todo
está tan absolutamente polarizado, que es inconcebible ceder ni siquiera un
palmo de sitio al otro, aunque el fin primordial sea el interés público o
ciudadano.
Ojalá gobierne quien gobierne, nunca se fracture de manera notable
el sentido democrático que caracteriza nuestra sociedad. Yo quiero un estado
laico, sin privilegios para nadie. Donde la justicia sea absolutamente independiente,
donde todos los políticos tengan limitado su mandato y donde se inhabilite de
por vida al que robe dineros del erario público. Donde se prime la atención a
los mayores y personas desfavorecidas. Donde la libertad sea la bandera de
nuestra convivencia y los derechos fundamentales se contemplen por ley.
Quiero un
estado y un mundo que apueste por las energías renovables y cuide la naturaleza
de manera efectiva. Quiero responsabilidad en los políticos de hoy. Quisiera que
no dejaran de mirar a los de aquellos años, pues con sus luces y sus sombras
dieron pasos de gigante para llegarnos a lo que hoy llamamos en estado del
bienestar. Quiero que nos importe la persona que está al lado mío sea de
derechas o de izquierdas, pues el sentido de mi fraternidad dará cuenta de mi
capacidad como persona humana y cabal.
Ojalá vivamos muchos años más de
democracia y libertad. Ojalá prime siempre el bien común, lo público y los
derechos de las personas. Gracias a quienes hicieron posible la democracia y
ánimo a los que tenemos la maravillosa tarea de revitalizarla y hacerla
cumplir.
Fraternalmente. Floren.