Te damos gracias, Señor, porque somos como los demás,
y con ello te pedimos perdón
y sobre todo te pedimos fuerzas.
Nos la pasamos maldiciendo el orden establecido
porque se estableció con engaño y violencia,
porque establece la desigualdad y la injusticia;
y sin embargo, Señor,
en él estamos también establecidos nosotros.
¿Adónde iríamos si no?;
no podemos vivir en ningún-lugar,
la utopía es para nosotros una visión anhelada pero fugaz,
no es una morada,
y aún no somos capaces de vivir a la intemperie.
Vivimos, Señor, con tristeza y rabia
el alimento que el mundo nos da,
(de sus cadenas, de su veneno),
que es nuestra vida.
Maldecimos a cada rato,
pero luego nos aplacamos
y hasta nos dejamos absorber por la ilusión
de esa vida falaz.
Es verdad que procuramos buscarle la vuelta
y tramamos calculadas rebeliones,
y nos esforzamos por crear
nuestros espacios de libertad.
Es verdad que resistimos y que sufrimos el mal.
Te damos gracias porque no buscamos salvarnos solos,
sino que aspiramos a la salvación en pos de la comunidad.
porque somos parte de ese pueblo
que ama, sufre y espera.
Con los pobres de la tierras te pedimos perdón,
porque estamos en el sistema y a veces sin querer
somos instrumentos de opresión,
y entramos en los mecanismos de esta competencia salvaje.
Y nos desconocemos y nos ignoramos y nos molestamos,
y llegamos incluso a despreciar.
Te pedimos, Señor, perdón
por este mal que segregamos y aborrecemos.
Tú sabes bien, Señor, cuánto nos duele todo este mal.
Por eso, Señor, te pedimos sobre todo fuerzas
para luchar por quitarnos este pecado de encima,
para luchar por quitar este pecado del mundo.
Te lo pedimos por Jesucristo liberador,
amigo de los hombres y mujeres de este mundo. Amén.