CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

miércoles, 19 de mayo de 2010

VERDAD HOY.

“Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio…”
(Luis Cernuda)
Quizás si hubiera sido consciente del efecto que tuvieron en su día estas palabras dedicadas a un amigo respecto de la verdad y la autenticidad de la vida, nunca se las hubiera escrito. ¡Quizas!, digo. Aun sabiendo que aquello nos pudo distanciar sin remisión alguna, la verdad es que no me arrepiento, sobre todo en días como hoy en que la palabra verdad y su único sentido, nos llegan de los mismos labios de Jesús de Nazaret:
“Conságralos en la verdad: tu palabra es la verdad” (Jn 17,17)

Sin lugar a dudas cuatro cosas pide Jesús para sus discípulos; que sean uno, que tengan alegría, que sigan en el mundo sin ceder al mal, y que se santifiquen en la verdad –J.Mª Castillo-. ¡Santificar!, que palabra tan grande, ¿verdad?. Nombramos esta dimensión y la sacralizamos y la ascendemos hasta el cielo como cosa propia de los canónicamente exaltados como santos. Y desde luego, no nos damos cuenta –ni nos daremos- que la fabrica de santos, no es tanto la comunidad eclesial en sí misma, como el mundo y la comunidad social donde todos convivimos y que por ser nosotros misioneros del Reino de Dios en esa sociedad, estamos obligatoriamente empujados a realizar en ella las obras propias de los que se consideran hermanos. Ahora bien, pienso que; ¿es posible realizar una dedicación propia y plena a la causa de Jesús de Nazaret que es la causa del mundo, cuando nosotros mismos no tenemos claro ni definido nuestra propia realidad?. Es fácil demonizar a tal cura, porque una cosa es lo que predica y otra muy distinta lo que hace. Pero, ¿acaso en la sociedad en la que vivo mi misión particular y vocación a la que soy llamado, desdice de la vocación y misión del cura?. Son compromisos y vocaciones distintas, pero igualmente comprometidas e importantes a los ojos de Dios, e importantes como ejemplo para la comunidad social en la que vivimos y en la cual vive la Iglesia.

Y siendo conscientes de eso, no debemos de dejar de lado que como personas incompletas, no serviremos efectivamente a Dios y a sus hijos e hijas. Para servir, en primer lugar hay que sentirse aceptado por Dios y nuestros semejantes, hay que respetar y hacerse respetar a uno mismo –que en ocasiones es aun mas difícil-, y sobre todo hay que huir de la represión que causa en la personalidad intima de cada uno, el vivir de cara a la calle una realidad que dista mucho de la esencia interior de cada sujeto.

Ser libre no es hacer lo que a uno le venga en gana. Ser libre es ante todo  aceptarse y dejarse aceptar, aun a costa de la propia cara de uno. ¿Qué es lo que no cuesta en la vida?. Todo tiene un coste o un sobrecoste, y por ello hay que ganarse las cosas a pulso. Y ser de la verdad cuesta, ya que “la verdad para cada persona es algo muy trabajoso”, como dice mi padre. Pero, cuando nos sintamos cómodos en nuestro sitio, cuando admiremos nuestra persona como obra de Dios y con sus propias imperfecciones, cuando amemos de verdad y con espíritu libre, solo entonces seremos dichosos y estaremos alegres. Y nuestro corazón libre, se sentirá avocado al bien y no a la maldad del que por reprimido, vive en una constante obra de teatro.

“Lucha por la verdad hasta la muerte, y el Señor Dios luchará por ti.” (Eclesiástico 4,28)