Estimados Juan, Ana, Cristina, Bea, Almudena y demás amigos.
Soy una persona creyente, pero como estudiante de teología demasiado responsable con la realidad presente, como para esperar milagros.
Aun así, tengo la certeza personal de que los que se van de este mundo siendo portadores de un trozo de nuestro corazón, forman parte de ese mundo del recuerdo, que nos ayuda a vivir y a mantener la ilusión en esta vida.
Fernando no ha sido un fracaso en mi vida, ni su vida ha sido un fracaso aunque fuera corta. Después de perder a Ebra y al gran Falco, en Fernando encontramos la familia un nuevo ser alegre y jovial. Inteligente y dócil como vosotros mismos habéis podido comprobar.
La vida simplemente le jugo una mala pasada y así acabo sus días.
Por medio de estas sencillas letras quiero agradeceros en el nombre de Fernando y en el mío propio, todo lo que habéis hecho por él. He podido ver con mis ojos, como vuestra profesionalidad la desarrolláis hasta convertirla en sensible humanidad.
Por mi parte solo me queda en estos días duros que me esperan, recordarlo corriendo por el campo con Vela, esperando con nerviosismo el que yo le tirara una piedra para buscarla entre los arbustos. Lamentare su ausencia como no puedo ni imaginarlo, la alegría de este animal fiel, que siempre esperaba a la puerta de casa. Pero así de dura y a su vez de maravillosa es la vida que vivimos.
Gracias amigas y amigos.
Gracias por vuestro esfuerzo, por vuestro trabajo.
Vuestro esfuerzo me hizo permanecer esperanzado de que podía haber vida. Aun así Fernando descansa ya donde descansan los buenos de este mundo. En ese espacio escondido, mimado y reservado para aquellos seres que tanto quisimos y tanto añoramos.
Un abrazo y hasta pronto.
Floren.