Oración de los Cristianos del espíritu del 15M, ante las Jornadas Mundiales de la Juventud
Dios y Padre bueno,
que nos amas y nos buscas.
A una porción de tu comunidad eclesial,
has convocado junto a la clase sacerdotal en Madrid
para que juntos bendigan tu nombre y al hacerlo,
se sientan aun más comunidad.
Otros miembros de la comunidad,
Padre de amor, nos negamos a celebrarte
de esta manera fastuosa, ritualista y programática,
pues nos da la sensación de que somos siervos de la ley,
y no siervos de tu Reino.
Queremos bendecirte Señor,
con la alegría que brota de nuestros corazones,
al saber que al morir en la cruz,
borraste de nuestro camino
los rígidos cañones de las leyes;
y nos llamaste a vivir en la libertad. ¡Bendito seas!
De los jóvenes cristianos y no tan jóvenes,
quieres que seamos unas personas sin jaula,
un grupo sin más constitución que la del amor,
el respeto y la solidaridad.
Quieres que seamos una especie cuya única norma
sea vivir con intensidad la vida.
En Ti y de Ti, Dios sin fronteras,
amor sin límites, vida oceánica,
aprendemos a caminar sin senda prefijada,
a vivir sin más ley que el amor libremente querido.
Unidos al rumor de los que nos narran su liberación
y esperando llegar al mundo prometido,
te aclamamos como Dios de nuestros corazones,
y solicitamos la asistencia de tu Espíritu
que es nuestro Espíritu,
pues nos alienta y anima a vivir una rebeldía espiritual
basada en la negación de lo preestablecido
y que subyuga las conciencias.
Somos muchos jóvenes, Dios y Padre;
los que estamos hastiados
de ser el objetivo de las reprimendas magisteriales
de los hombres vestidos de negro.
Demasiados siglos lleva nuestra iglesia católica,
haciendo del negro su bandera,
aun cuando en tu resurrección,
nos entregaste un sin fin de colores
fantásticos y llenos de energía,
para que cada cual eligiera el suyo
y así pudiera sentirse
efectivamente miembro de la comunidad cristiana.
Una comunidad con la cual soñamos,
y en la que jamás se vuelva a señalar al pecador con el dedo.
Ni se defienda al potentado,
ni se calle voces en pro de la buena diplomacia,
ni se pese al amor de unos en detrimento del de otros.
Una comunidad en la cual toda familia pueda integrarse,
teniendo el amor por bandera.
Una comunidad eclesial en la cual junto al evangelio,
podamos ser tolerantes y democráticos
en la libre elección de nuestros pastores o representantes.
Una comunidad donde cada mujer
pueda llegar donde puede llegar un hombre;
y aun mas alto.
Una comunidad sin magisterios obsoletos,
ni “monituns” recriminatorios hacia teólogos de libre pensamiento.
Una comunidad en la que se abrace
al que te adora –Dios de amor-,
con otro nombre u otra forma,
sin hacer acopio de absurdas verdades.
Una comunidad en la cual se tenga más en cuenta
el latido de nuestros corazones,
que la letra de la ley.
Esta es la comunidad que queremos,
Padre bueno y santo.
Y junto a nuestra admiración por Ti,
queremos manifestarte nuestra determinación
por seguir gritando a favor del reconocimiento
de la autentica persona de tu hijo,
Jesús de Nazaret.
Pues entregado hasta la muerte,
dio cumplimiento a la ley y los profetas
y acabó con la esclavitud de los mandamientos.
No antepuso norma alguna, por muy sagrada que fuera,
a los dictados de su fe.
Por lo cual, muchos se escandalizaron de El,
porque no era esclavo de preceptos,
ni se sujetó a la letra de la ley,
sino que se embarcó en la aventura de ser fiel al Espíritu.
Que este mismo Espíritu
que insufla valor al hombre y a la mujer
desde el comienzo de los tiempos,
nos ayuden a todos a ser
verdaderamente comunidad cristiana,
de los que se reúnen en tu nombre y aman sin reservas.
Así sea.