CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

jueves, 4 de agosto de 2011

EDUCAMOS EN CULTURA Y AFICIONES, PERO; ¿EDUCAMOS EN MORAL?

Educamos en cultura y aficiones, pero; ¿educamos en moral?

Pasó la Velá de Santa Ana, este fin de semana pasado en Estepa. Atrás quedaron los fuegos artificiales, la bella procesión, la banda de música local que tanto anima el cortejo, los actos religiosos disfrutados por todo el barrio de la “Coracha”…etc.
Y paseando en la procesión de la imagen junto a familia y amigos; observaba a los pequeños monaguillos incluidos mi sobrino Pablo, que con inusitado fervor se aferraba a un pequeño pero bello estandarte de los niños de Santa Ana.

Pensé en ese momento en la capacidad que ponemos en educar a nuestros niños en ciertas cosas, inculcarles aficiones y sentimientos religiosos –de carácter cultual- de más o menos calado y otras circunstancias culturales. Frente a esto, recordé el sábado de este fin de semana –día 30- y anterior a la procesión, cuando sobre las siete y cuarenta atravesé con la bici de montaña la zona de la “Velá”, y pude observar el gran grupo juvenil que se aferraba aun al sonido estridente de la música –por llamarlo de algún modo-, sin querer que el día se agotara.

Entre ellos vasos en el suelo, vomitonas, una papelera arrancada, un banco de la avenida descoyuntado, señales de tráfico ladeadas, ordinarieces, y mucha, mucha suciedad tanto en el lugar como en la indumentaria de los integrantes de la movida.

Por un lado instintivamente, me pregunte si este tipo de fiestas se darían con este índice de “chabacanerio”, en países como Holanda, Bélgica, Noruega, Finlandia; y todos aquellos países de la alta Europa en los cuales la sociedad, despliega una moralidad que se impregna –de manera sobre abundada- en la vida urbana de cada comunidad.

En los nombrados países el aspecto festivo es propio que se dé, y aun así puede ser posible alguna actitud residual de falta de urbanidad en algunos sujetos. Pero son sociedades generalmente afables, tolerantes y solidarias en las cuales se aprecia en sentido patriótico, junto al comunitario y social.

Hemos visto la unidad de la nación Noruega, ante los tristes acontecimiento de hace días y la conformidad que tiene para hacer piña y manifestar que la violencia solo puede ser combatida con la paz. “El hecho de que hombres y mujeres, en muchas partes del mundo, sientan como propias las injusticias y las violaciones de los derechos humanos […], es un signo más de que esta realidad es transformada en conciencia, que adquiere así una connotación moral. Así mismo […], el ejercicio de l solidaridad dentro de cada sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas.” (Sollicitudo rei socialis, J.Pablo II-30/12/1987)

No me estoy hiendo por las ramas, pues entiendo que urbanidad y destrozos de mobiliario urbano no es comparable con terror y violencia capital; pero estos sentidos negativos abundan en núcleos concretos de nuestra sociedad, así como el negativismo, negación de la autoridad, la falta de compañerismo y el nulo sentido social, se instalan de manera larvada en nuestra sociedad española.

No es la primera vez que recurro a la cita de Abubéquer de Tortosa cuando afirma que, “Has de saber que la urbanidad reviste de afectos a las personas que la poseen, y que la grosería despoja a quien la emplea del vestido con que se obtiene la buena acogida de las gentes”.

Quizás debemos en primer lugar los que podemos ser educadores, no perder la conciencia del sacrificio que hicieron aquellos que nos antecedieron, para que podamos hoy gozar del llamado estado del bienestar. Por otro lado, debemos sentirnos comprometidos con este estado del bienestar y transmitir sus auténticos valores, que no pasan por otorgar a la voz de ¡¡ya!!, cualquier cosa que a un “pequeñajo” nuestro se le pueda antojar.

Y a estos pequeños, hacerles concientes desde pequeños del esfuerzo que todo cuesta, no para que nos lo agradezcan de por vida, sino para que tengan conciencia de que en sus manos esta la perpetuación del bienestar social, que va de la mano del bienestar moral.
¿De que sirven leyes que arropan y defienden la vida humana, si una sociedad carece de humanidad? ¿Para que puñetas queremos propuestas legislativas contra la violencia de género, si todos, absolutamente todos, en ocasiones desplegamos a la vista de nuestros menores actitudes machistas y no urbanas? 

Jóvenes y niños que escuchan el vocabulario ocasional y soez de sus padres entre sí, que les ven escupir en el suelo a luz pública, que ven como tiran papeles, colillas y bolsas a la calle sin consideración urbana…etc. ¿Qué van a hacer esos niños cuando cumplan la mayoría de edad?

Pues serán de tal o cual hermandad, vestirán estos o aquellos colores de un equipo de futbol, considerarán que el potaje quien tiene que cocinarlo es la mujer; apreciarán que tirar un papel al suelo fomenta el trabajo de los limpiadores urbanos…etc. Y puede que carezcan de la moral necesaria, para ser capaces de ayudar a construir una sociedad, justa, limpia y tolerante. 

Es un tema que me preocupa, pues considero que si la moral –parte y esencia de la personalidad humana- no la tomamos en serio y no trabajamos por el arraigo de los valores fundamentales, acabaremos siendo cómplices de la sociedad deshumanizada y desestructurada a la que se ve abocada nuestra civilización del siglo XXI.