CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

lunes, 7 de noviembre de 2011

SAN FLORENCIO

Bueno, hoy día de mi santa onomástica.
Florencios hay pocos, aunque todos desde luego somos buenísimos. Fuera broma -pues cada cual tiene su alma en su armario-, Florencio es un nombre bastante común en mi pequeña ciudad de Estepa. 
Por parte familiar, soy de la tercera generación que lleva el nombre de este santo. Florencio fue mi bisabuelo, mi abuelo materno y un servidor, llamado Florencio Salvador. Y hay otros en la localidad.
En cualquier caso, es un nombre que resulta afable y conocido en este pueblo de Estepa.

Hoy muy temprano en misa conventual, escuchábamos la lectura del libro de la Sabiduría. Permita Dios nuestro padre, que nos ama y nos busca; que nos asista su santo espíritu para gozar de la sabiduría, y de la responsabilidad suficiente, para ser por medio de nuestras palabras y obras, auténticos hijos de Dios. Con ayuda de San Florencio lo conseguiremos.
Buen día. Laus Deo.

Transcrito de: (Novísimo año cristiano, Don Ramón Muñoz y Andrade. Tomo Noviembre, año de 1855)

San Florencio. 7 de Noviembre

Nació Florencio en Escocia siendo de noble cuna. En su juventud abandona los placeres del mundo, abraza una vida de humildad y de pobreza, y emprende una larga peregrinación acompañado de tres santos varones, Arbogasto, Teodato é Hildulfo, con los que llegó a Francia. Dagoberto, su rey, lo recibió como un don del cielo, y nombró a Argobasto, obispo de Strasburgo. Teodato é Hildulfo lo acompañaron. Florencio se despidió de ellos y se retiro a una selva llamada Asle en el monte Vozago.

Se consagro allí a una vida eremita, de oración y penitencia, labrando la tierra con sus propias manos. Venían las reses y las fieras del monte a destruir las legumbres cultivadas. Pero el santo solitario Florencio, les mando en nombre de Dios que se detuviesen a su puerta sin hacerles destrozos en el trabajo de sus manos.
Obedecieron los animales. Dagoberto se hallaba en su palacio de Kirchesmense cerca de aquel bosque para una gran cacería. Salieron muy de mañana los cazadores con sus traíllas de perros, y en vano dieron vuelta por los montes y selvas cercanas  para encontrar caza. Llegaron fatigados al albergue de Florencio, donde vieron muchísimos ciervos y reses paradas a su puerta y cual si un poderoso encanto los sujetase. Llamaron a Florencio desconociendo su santidad, y creyéndolo un hechicero lo maltrataron y fueron a dar con él a dar parte al rey.

Apenas habían andado un pequeño trozo del camino, al llegar a una laguna por donde debían de pasar, se pararon de repente los caballos, quedando insensibles a las espuelas con que en vano los estimulaban a andar. Reconocieron su error, volvieron atrás, pidieron perdón al santo solitario Florencio, recibieron su bendición y los caballos no volvieron a  pararse más.

Informado el rey Dagoberto de este prodigio, mando buscar a Florencio con un rico sequito de acompañamiento. Florencio rehúsa humildemente el acompañamiento fastuoso en honor de su humildad y de dirige a pié a visitar al rey. Al llegar a palacio, una hija del rey Dagoberto ciega y muda de nacimiento, recobró de repente la vista y el habla, llamando a Florencio por su nombre, el que todos ignoraban. Asombrado el rey por tan gran milagro, hizo al santo donación de aquella selva y de las villas y aldeas inmediatas para que levantase, con la suntuosidad y magnificencia propia de un rey, en el sitio donde tenía su retiro, un monasterio que aun hoy se conserva y se llama el monasterio de Asle.

Al morir Arbogaste, obligó el rey Dagoberto a Florencio a que fuese sucesor de su santo amigo . doce años goberno pastoralmente San Florencio la iglesia de Strasburgo, retirándose muchas veces a su monasterio de Asle donde después de su muerte en el año 675, fue colocado su cuerpo, en el mismo lugar en que se había fabricado él mismo su primera habitación como eremita, ilustrando el Señor su sepulcro con numerosos milagros.