CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿SIRVE PARA ALGO EL ADVIENTO?

Desde Lupa Protestante, hoy nos ofrecen un texto de 2007, en plena actualidad. No se espanten ante la palabra "protestante". Estos protestan, pero no reniegan de Jesús. Y la prueba de ello es este texto de Gerson Amat, al que he tenido el placer de leer en otra ocasión. Merece la pena darle lectura.
Saludos.

Por Gerson Amat
(Licenciado en Estudios Eclesiásticos. Pastor de la Iglesia Evangélica Española en Valencia. Presidente del Centro Ecuménico Interconfesional de Valencia.)


De mis tiempos de profesor de secundaria conservo algo bastante original: una tertulia. Una vez al mes nos reunimos algunos compañeros (más compañeras), de los que sólo dos nos confesamos cristianos (evidentemente, yo soy el único protestante), para hablar de todo lo humano y lo divino en torno a una mesa con algo para picar. En mi última tertulia, el diálogo derivó hacia la situación social en España y en el mundo, y mis amigos (licenciados de edad media) manifestaron un profundo sentimiento de miedo hacia el aparente aumento de la violencia, no sólo en España, sino en todo el mundo.

Con los temas que se están haciendo crónicos y tópicos: grandes y pequeñas guerras, terrorismo, violencia callejera, de género, en los centros educativos, niños soldado, y un largo etcétera. Y se empezaron a plantear preguntas: ¿Hay más violencia que antes? ¿Más inseguridad? ¿Más maldad? ¿Más que cuando? ¿A dónde vamos a parar? Preguntas (éstas y otras) que deberíamos contestar con rigor, mediante el estudio histórico, sociológico, político… Preguntas (éstas y otras) que a veces son utilizadas y manipuladas por determinadas tendencias políticas para incrementar el miedo. Al final, quedaba una pregunta por responder. Una que son dos: ¿Hacia dónde camina el mundo? ¿Camina hacia algún sitio? Terror.

El problema es que si no contestamos las preguntas que tienen que ver con el sentido y el significado de las cosas y los tiempos, cuando no distinguimos los tiempos, el tiempo nos envuelve. Como una rueda. Se suceden días, semanas, meses, estaciones y años. Se suceden generaciones, modas, modos y hasta ideas. Y los pequeños o grandes acontecimientos de una vida humana, que por larga que sea siempre parece pequeña, dejan de tener sabor. Y cuando las pequeñas o grandes cosas de la vida, cuando la vida misma deja de tener sentido, caemos en el tiempo mítico. Se ve la vida como una rueda que gira y gira, sin parar, sin principio ni fin, y “no hay nada nuevo bajo el sol”. Sólo queda el recuerdo, la idea, el mito, de que hubo un tiempo ideal, un tiempo “divino”, situado naturalmente en el pasado, en que todo era mejor, como en un paraíso. Y se oyen frases como “entonces podíamos hacer esto o aquello”… “en aquellos tiempos”… “eran otros tiempos”. Mientras que ahora, “en estos tiempos que corren”, sólo queda girar y girar, con alguna fiesta de vez en cuando, para recordar “tiempos mejores” y renovar fuerzas para seguir adelante. ¿Hacia dónde? [...]

¿Sólo de esta manera? ¿Sólo mediante el castigo puede Dios hacer justicia? Eso era lo que anunciaba el Bautista, a las puertas de la llegada del Salvador: “Ya está el hacha lista para cortar de raíz los árboles. Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Mt 3,10)… Es lo que esperaba todo israelita que todavía esperaba. Una intervención de Dios con un poder capaz de oponerse al poder de los malvados. Que” le diera la vuelta a la tortilla”. Ahora nosotros, los buenos, estaremos arriba, y los malos… destruidos. “Si no os convertís… Viene ya después de mí… Es más poderoso que yo… Separará la paja y el trigo… Quemará la paja en un fuego que nunca se apaga…” (Mt 3,11-12). ¡Por fin! Naturalmente, se bautizaron muchos, de todas las clases. ¡Hasta fariseos! ¡Hasta gente de bien! Por si acaso. Nadie quería que lo pillaran en el bando de los malos. No se habían enterado. Ni los sacerdotes, ni los especialistas en Escritura, ni Juan el Bautista. Quizás porque en Israel no se celebraba el Adviento. Ni la Navidad. No sabían que Dios no ve las cosas como ellos. Que no actúa como ellos esperaban. Si Dios aplicara nuestra justicia, ¿quedaría alguien para disfrutarlo?

Adviento nos pone delante de un niño insignificante nacido en una aldea insignificante de un país insignificante, en medio de gente insignificante. Un día cualquiera en un lugar cualquiera. Adviento nos dice que ahí está Dios manifestándose, actuando, pero no como nos lo imaginamos. Adviento nos pone ante un Dios cuyo poder se manifiesta en una criatura impotente, limitada, vulnerable, y nos dice que ahí, en ese lugar y en ese momento, en ese pequeño acontecimiento vulgar y cotidiano de un niño que acaba de nacer, se encierra todo el sentido de la vida humana, de la historia, del universo. Porque allí, en Belén, hace dos mil años, y aquí, y ahora, ESTÁ un Dios que no castiga, que no destruye, que no aniquila, sino que da la vida, que construye, que restaura. Un Dios que viene al encuentro, que ofrece el perdón, que justifica y hace justos. Un “Dios con nosotros” que nos acompaña a lo largo del camino. Un Dios que espera, que nos espera, que nos aguarda. En el futuro, creando un futuro de vida para cada ser humano, para la historia humana, para el universo entero. Ofreciendo esperanza a los que no la tienen, sentido a los perdidos, fuerza a los cansados. ¿Alguien se anima a ser anunciador de esperanza?



Texto completo en Lupa:
http://www.lupaprotestante.com/lp/secciones/biblia/%C2%BFsirve-para-algo-el-adviento-2/