Señor y
Padre bueno, que nos amas y nos buscas.
Por
bendición tuya, creaste el mundo (Gn 2), la naturaleza con sus elementos, los ríos
y los bellisimos árboles, poblados de pajaritos.
Todo ello
responde a un orden sabio y establecido, que armoniza la vida del mundo y de
los humanos que pueblan el mundo.
Ahora, tras
el agostado verano en el que “hemos aguardado pacientemente las lluvias, que
riegen los campos y hagan fértiles los frutos” (Sant 5. 7-8.11.16-17);
recibimos con gozo las lluvias, que son preludio de un nuevo tiempo que acompaña
al otoño.
Gracias,
Padre de amor. Gracias porque nos unimos en Ti, por medio de la oración
esperanzada. Gracias porque nuestra ceguera, en ocasiones nos impide ver lo
mucho y valioso qu recibimos de tu mano.
Hoy Padre
Bueno, como Ananías, Asaías y Misael, “bendecimos la lluvia” (Dn 3), que gota a
gota bendice la tierra el mundo y nuestras personas, con la bondad de tu
presencia. Que sepamos administrar tu presencia, tan eficazmente como
administramos el agua tan necesaria.
¡¡Gracias de
todocorazón, Abba!!
Fdo. Floren de Estepa