MI ORACIÓN PARA
EL 32 CONGRESO DE TEOLOGÍA (*)
No te
bendecimos, Padre, para halagarte, ni para camelarte, ni para alcanzar favores.
Te bendecimos para amarte, para cantarte que estamos tras de ti, que te
queremos, que nos tienes prendados y que soñamos contigo.
Hemos optado por Ti,
a pesar de las zancadillas, que diariamente nos asaltan.
Frente a los
alicientes del consumismo y del dinero, confesamos que eres nuestro pan,
verdadera fuente de vida.
Tú solo eres nuestra garantía; pues no necesitamos
signos espectaculares para poner nuestra confianza en ti.
En la ruleta de la
vida hemos apostado en tu favor.
Renunciamos a
la voluntad del poder; proclamamos que ejercerlo sobre los demás es la raíz de
los males que padecemos.
En contrapartida, queremos ser servidores tuyos y de
los hombres, nuestros hermanos, viviendo en solidaridad y compartiendo los
frutos del trabajo.
Seguimos
bendiciéndote, Padre, por el camino que recorrió Jesús; vida que es para
nosotros santo y seña de nuestro propio destino. Lucho contra el poder que esclaviza; por eso los detentores de la fuerza le juraron odio a muerte y lo condenaron con su ley, asesinándole una tarde de primavera.
Lo mataron, pero quedó su Espíritu, que sigue clamando la venganza del amor y suscitando la urgencia de su recuerdo.
Con la
confianza que en ti tenemos, Padre; ayúdanos a discernir sobre nuestro papel en
la vida, sobre la contribución que hacemos a la vida y dignidad de cada persona
donde Tú te transfiguras.
Como cristianos que decimos ser, enséñanos el lugar a
ocupar responsablemente entre la sociedad, para conformar entre todos un gran
movimiento de fraternidad social y solidaridad efectiva; para lograr que nadie
quede ahogado o desestimado, por el desaforado afán de consumismo y
deslegitimidad personal que atenaza a nuestro mundo.
Por Jesús de
Nazaret, nuestro amigo y nuestro hermano, Amén.
(*) Adaptación
de la Plegaria 23 de Jesús Burgaleta (PS Editorial 1977).