Reflexión al comienzo del 32
Congreso de Teología, “Cristianismo, Mercado y Movimientos Sociales”
Aun a pesar de
los casi siete años que llevo brujuleando en el campo de la teología y su
estudio, estando a la puertas de la obtención de mi bachillerato como pequeño
teólogo de seglares; admito que soy nuevo en esto de los congresos. Para los
que somos de pueblo y para siempre hijos del pueblo, es una barrera a sortear
el marchar a la capital y participar del frenesí de la metrópoli madrileña.
Aun
así, es merecido el esfuerzo, pues fue mucha la riqueza y la amplitud de los
campos abiertos ante uno, tras el congreso del año pasado versado sobre los
fundamentalismos. Este año según el programa, nos adentramos en la situación
económica actual, sin perder el norte de lo que somos, cristianos y miembros de
una comunidad que tiene mucho que decir y sobre todo hacer en el mundo.
A los
que seguimos –o decimos seguir- sus huellas, no nos llama Jesucristo a diario para
que continuemos manteniendo incólume el depósito de la fe, e inalterable el
magisterio de la Iglesia.
Ambas cosas pueden llegar a ser relativas, pues como
escribí en otras ocasiones la observancia de las mismas, no es garantía de que
seamos buenas personas. Manos, es lo que hacen falta en el mundo y en la Iglesia
de Jesucristo. Estamos en una coyuntura complicada respecto de muchos frentes.
La
economía hace aguas y se paga con sangre sobre todo en las clases bajas, donde
la precariedad se hace presente en necesidades reales e incluso la perdida de
la dignidad personal. Para llegar a sensibilizarnos con esta situación, debemos
pensar en personas concretas. Seres de carne y hueso como nosotros, con sus
tristezas, anhelos y esperanzas.
Todos estos desahuciados de la sociedad con
más o menos necesidades, necesitan una respuesta global que de llegar, llegará
demasiado tarde y con ganar de hacerlo todo de momento. Falta de trabajo, de la
dignidad personal, escasez de pluralidad en ciertos estratos políticos y
religiosos; el imperante fundamentalismo, el desaforado afán de consumo…etc.
Convendrán
conmigo, que mientras la respuesta global llega a los necesitados, dejando un
reguero de comisiones que enriquecerán bolsillos equivocados, la sociedad y los
cristianos debemos ocupar el lugar que auténticamente nos corresponde junto a
los que necesitan dinero, calor, un abrazo, o que le reconozcan su dignidad y
le escuchen. “La gloria de Dios, es que el hombre viva” (S.Ireneo)
Son muchos
los necesitados y necesitadas, y cada cristian@ tiene ante sí un objetivo. Una persona,
sujeto digno personal y vital, que nos espera allí donde estemos, para darle
una respuesta en forma de solidaridad efectiva. Personas que necesitan amor y no
la intransigencia de la ley.
Admito que me gustaría que todos en la iglesia fuéramos
por el mismo camino, pero eso nunca ha sido posible ni nunca lo será; al menos
mientras la responsabilidad se modifique por abuso de poder. Con el debido
respeto al papa, no entiendo cómo se puede proclamar un Año de la Fe, cuando
debiera ser “Año de las Manos aptas para trabajar”. Estamos en la cumbre de la
cresta de la crisis, estamos tocando fondo.
Asistimos casi a diario, a un espectáculo
deplorable de obispos amenazando por no querer pagar impuestos como todo el
mundo hace por sus casas y propiedades, aun cuando ellos con privilegios
notariales se adjudican propiedades ajenas. Se ignora en muchos casos las
enseñanzas de Jesús respecto del apego al dinero (Mateo 6,19-21), se participa
en empresas que hacen dólares a marchas dobles. Y encima de todo esto, nuestros
obispos admiten que “existe una profunda crisis de la fe que afecta a amplios
grupos de personas”.
¿Está en crisis la fe, o están en desuso los efectos
positivos que una persona de fe debe de llevar a cabo en nombre de Jesucristo? La
fe no es sinónimo de buena persona para nadie. Y en esto estoy de acuerdo con
los obispos, cuando ellos admiten que “la fe no puede considerarse hoy como un
presupuesto obvio de la vida cotidiana”. Ya sabemos quienes nos llevarán la
delantera (Mt 21,31).
En definitiva, ser cristianos y serlo de manera efectiva.
Serlo sin caer en el consumismo desaforado al que nos someten los mercados, la economía
y el afán de consumismo. Ser cristianos y si es posible, ser personas antes que
cristianos, para estar junto a las personas sin considerarnos pequeños
conquistadores para la causa del Reino de Dios. Primero abracemos, solucionemos
el problema; luego hablaremos de Jesús que nos envía.
MI ORACIÓN PARA
EL 32 CONGRESO DE TEOLOGÍA (*)
No te
bendecimos, Padre, para halagarte, ni para camelarte, ni para alcanzar favores.
Te bendecimos para amarte, para cantarte que estamos tras de ti, que te
queremos, que nos tienes prendados y que soñamos contigo. Hemos optado por Ti,
a pesar de las zancadillas, que diariamente nos asaltan.
Frente a los
alicientes del consumismo y del dinero, confesamos que eres nuestro pan,
verdadera fuente de vida. Tú solo eres nuestra garantía; pues no necesitamos
signos espectaculares para poner nuestra confianza en ti. En la ruleta de la
vida hemos apostado en tu favor.
Renunciamos a
la voluntad del poder; proclamamos que ejercerlo sobre los demás es la raíz de
los males que padecemos. En contrapartida, queremos ser servidores tuyos y de
los hombres, nuestros hermanos, viviendo en solidaridad y compartiendo los
frutos del trabajo.
Seguimos bendiciéndote,
Padre, por el camino que recorrió Jesús; vida que es para nosotros santo y seña
de nuestro propio destino. Lucho contra el poder que esclaviza; por eso los
detentores de la fuerza le juraron odio a muerte y lo condenaron con su ley,
asesinándole una tarde de primavera. Lo mataron, pero quedó su Espíritu, que
sigue clamando la venganza del amor y suscitando la urgencia de su recuerdo.
Con la
confianza que en ti tenemos, Padre; ayúdanos a discernir sobre nuestro papel en
la vida, sobre la contribución que hacemos a la vida y dignidad de cada persona
donde Tú te transfiguras. Como cristianos que decimos ser, enséñanos el lugar a
ocupar responsablemente entre la sociedad, para conformar entre todos un gran
movimiento de fraternidad social y solidaridad efectiva; para lograr que nadie
quede ahogado o desestimado, por el desaforado afán de consumismo y deslegitimidad
personal que atenaza a nuestro mundo.
Por Jesús de
Nazaret, nuestro amigo y nuestro hermano, Amén.
(*) Adaptación
de la Plegaria 23 de Jesús Burgaleta.