CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

martes, 5 de febrero de 2013

EN CAMINO, TEOLOGÍA DE LA CUARESMA - 2. MOISÉS EL PRIMER MESÍAS, 2.1 TEOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD DE LA CUARESMA


2.1 Teología y espiritualidad de la cuaresma

La cuaresma se interpreta teológicamente a partir del misterio pascual, celebrado en el triduo pascual y con los sacramentos pascuales, que hacen presente el misterio, para que sea participado y vivido. La cuaresma no es un residuo de aquellas primitivas practicas ascéticas nacidas en Tebas y que fueron el preludio de la vida de los cenobitas y el monacato, sino que es el tiempo de una profunda y sentida experiencia, para llegarnos a participar en el misterio pascual de Cristo; asemejándonos a él en todo:

         “Rom 8,17 padecemos juntamente con él, para ser también juntamente con él glorificados”

Esta es la ley de la cuaresma y aquí reside su carácter sacramental, ya que Cristo, no solo se hace constantemente presente en la vida de la iglesia, sino que pretende en el misterio pascual, purificarla como si de su esposa se tratara:
         “Ef 5,25b-27[…] Cristo amó a la Iglesia y se entregó él mismo por        ella, a fin de santificarla por medio del agua del bautismo y de la   palabra, para prepararse una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa y perfecta.”

El acento es puesto, por lo tanto, no en el énfasis de las practicas ascéticas y de contención, sino en la acción purificadora y santificadora del Señor para con la comunidad eclesial. Las practicas penitenciales pueden ser signo de la participación en el misterio de la vida de cristo, que nos dio un ejemplo profundo de penitencia y desierto en su retiró de cuarenta días, en la montaña bajo la cual se cobija la antigua Jericó. 

Por ello como nos enseña el magisterio, la iglesia al comenzar el camino cuaresmal, debe tener conciencia de que es el mismo cristo Jesús, el que nos lleva de la mano dando eficacia a nuestro camino cuaresmal. Por lo que penitencia, oración u otras prácticas, adquieren el valor de acción litúrgica, siendo estas mismas, acción de cristo y de su Iglesia.

Siendo sobre todo conocido el carácter penitencial de la cuaresma, no debemos olvidar que este sentido penitencial, se fundamenta en el carácter bautismal. En esas aguas renovadas la noche del sábado en la vigilia pascual, son símbolo del nuevo nacimiento de la iglesia que se regenera y limpia por la conmemoración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. 

En este sentido la iglesia es una comunidad pascual porque es bautismal. No solo porque el catecúmeno entra en ella por medio del bautismo, sino porque toda la comunidad está llamada a manifestar con una vida de continua conversión el sacramento que la genera y la hace nacer. Por ello es tan importante el significado del agua bautismal en toda la historia de la salvación.

De esta espiritualidad cuaresmal expuesta nace, por tanto, una espiritualidad pascual-bautismal-penitencial- eclesial. Desde este punto de vista, la práctica de la penitencia, que no debe ser sólo interior e individual, sino también externa y comunitaria, se caracteriza por los siguientes elementos:
a. Integridad y coherencia cristiana para mantenerse junto al rostro de Dios.
b. Consecuencias de nuestros actos innobles ante Dios y la comunidad social y eclesial.
c.  Participar y actualizar el sacramento de la penitencia.
d. Sensibilización y ejemplaridad ante los que constantemente ofenden, (oración por los pecadores).

De este modo, en cuaresma el cristiano debe prestarse e incluso crearse un hábito para llegarse a prácticas que edifiquen su alma y su persona, tales como:
a.     la escucha diaria de la Palabra de Dios.
b.    Una oración intensa, fecunda y efectiva.
c.     La caridad humana, de igual a igual.
d.    Una intensa vida de comunidad sintiéndose parte.

Por ello es esencial que la pastoral de cada comunidad sea creativa, para actualizar las obras propias de la cuaresma, y así mismo revitalizar y consolidar los grandes rituales, en celebraciones más efectivas y concretas, que no queden reducidas a la pesadez de los rituales. 
De esta manera puede hacerse un ejercicio de actitud didáctica, por el bien de los jóvenes al acceso del triduo pascual y prácticas cuaresmales.

Actitud didáctica, que adaptándola a la sensibilidad del hombre contemporáneo, no le aparten de la naturaleza y del objetivo propio del tiempo litúrgico; ayudándoles a vivir un bautismo de dimensión individual y comunitaria, y a celebrar con mayor autenticidad la pascua. La vida cristiana esta por ello, especialmente guiada por la dinámica pascual.