CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Plegaria del 3 (III) Domingo Adviento A.

(Esta plegaria puede leerse tras las preces en la liturgia de las horas ya que en ella se incluye el espacio para el padre nuestro. Es útil para dinamizar los oficios litúrgicos en los tiempos fuertes como el presente Adviento)
Plegaria del 3 (III) Domingo Adviento A.
                               
Dios, Padre Santo,
que nos amas y nos buscas.
Te damos gracias,  
porque en el adviento de este año,
que termina según el calendario de los hombres
y que empieza según la tradición cristiana,
seguimos esperando.
Te bendecimos, porque gracias a tu Espíritu
deseamos someternos a la voz de tus profetas,
para que en nuestros oídos
resuene la Buena Nueva,
el anuncio de la liberación.
Nos cuesta compartir el pan,
hospedar a los pobres,
reconocernos hambrientos de luz,
ser centinelas de tu Aurora.

Gracias, Padre,
porque siempre que recurrimos a Ti
nos dices: “Aquí estoy”.
Bendito seas por las palabras de los profetas
que diste a los hombres,
para que las comunicasen a los hermanos,
a través de la esperanza de tu Reino
y de la buena noticia de tu amor.
Por esa palabra hecha carne en Jesucristo,
Entonamos aquella oración que Jesús nos enseño:
Padre nuestro que esta en el cielo…

Te bendecimos por Jesucristo,
imagen tuya y semejanza nuestra,
que tuvo un corazón lleno de dichas y de penas,
de alegrías y de angustias.
Te damos gracias,
porque tu Hijo Jesucristo se unió en el Jordán
al pequeño resto de los pobres
y compartió con ellos la esperanza.
Repartió con el pueblo su túnica;
invitado por los ricos a su mesa
los interpeló con libertad y con amor;
no extorsionó a nadie
y aceptó la paga de nuestros pecados.

Su bautismo de sangre y de Espíritu,
en el agua de su costado,
es nuestro bautismo de salvación.
Testimonio que nos dejó,
la víspera de su comunicación total
y de su entrega,
para que la muerte no tuviese ya
los triunfos en la mano,
para que la libertad no fuese meta inalcanzable,
para que en una misma mesa
se reuniesen los pobres de todos los tiempos.

Ahora nosotros, Padre,
recordamos aquel gesto del Señor,
su pasión y glorificación,
su advenimiento pleno al final de la historia.
Por eso nos hemos congregado en torno a Ti,
y aceptamos, gozosos y llenos de miedo,
aquel encargo,
dispuestos a comunicarnos,
a liberar a los hombres de la esclavitud
que tejen los poderosos del dinero o de la política
y a sobrepasar los obstáculos que se oponen
a nuestra libertad: el miedo y el orgullo.

Acepta, Padre, nuestra buena voluntad
como aceptaste el sacrificio de tu Hijo.
Que podamos ser llamados por Ti hijos tuyos,
porque somos comunidad en tu amor;
que seamos hermanos unos de otros,
para que brille la luz de las tinieblas
y la oscuridad se vuelva mediodía
con la Buena Noticia del evangelio de Jesucristo.
                                               
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.