¿Esperar?
Nada
Mis queridos amigos y amigas.
Os agradezco de corazón el ánimo demostrado en
esta historia surrealista en la que estoy involucrado.
Hace días, os comunicaba que estaba triste. Sí,
bastante.
Hoy estoy cansado del trabajo, pero el ánimo está
muy robustecido.
Por ello, me decido a escribir unas líneas,
con la seguridad de que de ellas solo debe extraerse el propio estado de ánimo
del que escribe y la gratitud a todos los que de una manera u otra, en estos
días me habéis mandado un abrazo cálido.
Se agradecen los abrazos, os lo
aseguro. Sobre todo se agradecen porque por medio de ellos, tiene uno autentica
conciencia de quienes somos comunidad. “No te sientas solo ni triste, en la lejanía
sabes que mucha gente estamos contigo, te deseamos lo mejor y te deseamos que
sepas vivir tu realidad con alegría, con paz, con todo el gozo del mundo.
¿Quién es quién para interponerse en nuestra vida?” (Ana Rodrígo)
Sabed, que soy consciente de que me observan. Eso
está bien.
Será porque nuestra voz, la de los críticos en
la iglesia, es escuchada en foros y medios de comunicación. Y en muchos casos
mal utilizada y mal interpretada.
Solo deciros que la situación es muy
complicada, y por el bien de muchas personas y la serenidad de mi comunidad,
espero que no se materialice la represalia. “Haces bien en resistir asumiendo
el dolor pero manteniéndote firme en tu fe y tu libertad. Al final tu dolor
dará fruto. Otros a tu lado resucitarán”. (Antonio Duato)
Porque el ánimo de muchas personas
respecto de nuestra iglesia, está en juego y pende de un hilo.
Ninguna institución o comunidad de
personas, está en la actualidad más deslegitimada para denunciar escándalos, actitudes
licenciosas o criticas impropias, que la Iglesia católica. Y siempre se puede
poner los temas sobre la mesa, o discutir opciones, pero jamás decidir por
otros, o dirimir cuestiones que afectan a las personas de una manera concreta.
Me dijo un amigo hace días: “Floren,
que se nos note que nos duele la iglesia”.
Os aseguro que me duele la iglesia,
porque me duele la gente.
Me duele que nos cueste tanto ver el
testimonio, la justicia y la fraternidad desde los pulpitos.
Me duele, la desafección para con la
iglesia de familias enteras, porque se le dio a alguno de sus miembros un trato
desproporcionado.
Eso me duele. Me duelen las cuotas de
poder, las calumnias y el párvulo que algunas personas dan a la información
podrida de llega a tales sitios, de unos y otros.
¿Dónde queda el diálogo? ¿Dónde la
corrección fraterna?
José María Castillo el teólogo me animaba
ayer, a no negociar con mi libertad ni con mi dignidad. A mantenerme tranquilo,
pues nada nos apartará de Jesús. Me advirtió que por sus muchas experiencias en
historias como esta, mi piel se irá endureciendo hasta que estas cuestiones
resbalen como el agua en un cristal.
Gracias pues a José María.
A todos pediros vuestra oración. Agradeceros el
ánimo.
Y dejaros claro que, como esperar esperar, NO
ESPERO NADA.