Inma, sé tú nuestro cielo
Mi
muy estimada familia y amigos, paz y bien.
Escribo
estas letras al término de un momento de oración. Me ha llevado a ese momento,
la tremenda noticia que me comunican hace un rato, y que me da vértigo
escribir.
Vuestra Inma, no ha podido superar las tremendas dificultades de
salud que tenia, y ha dejado de vivir para este mundo material. Un océano de
lágrimas, no bastarán para mitigar el dolor.
Sinceramente,
escribo por la necesidad de compartir este pensamiento mío. Es de cristianos
compartir. Ni siquiera se, si os enviaré estas letras, pues no tengo necesidad
de quedar bien con nadie. Tengo ahora una profundísima tristeza, pues añoro ya
la ausencia de Inma en las vidas de cada una de las personas, que de cerca o de
lejos, compartimos momentos de la vida con ella.
Cuando
tengo que hacer preguntas difíciles a Dios, suelo salir al campo a hablarle
desde el viento y los pájaros. Acabo de regresar con un pensamiento. Con un
único pensamiento.
La
vida de Inma, ha sido como una buena primavera. Fecunda, hermosa, llena de
vitalidad, comprometida con su entorno, y por todo ello breve.
Me
unían cosas a ella. La misma generación, el compañerismo escolar junto a Carlos
y ella misma, la amistad con la familia Martín, el ser hermana de mi muy querida
Mª Carmen. Y entre lo más hermoso, el compartir junto a ella durante muchos
años, el servicio al evangelio desde la catequesis.
Si
por mí fuera, el día en que la llevemos a la iglesia de San Sebastián, pondría
encima de su féretro el libro del evangelio, como merecen ser despedidos los
servidores del evangelio. Ha sido una persona de fe fecunda, cimentada. Para
muchas personas, la vida de esta joven mujer ha sido un cielo aquí en la
tierra. Un cielo fecundo, arraigado en su marido y en su hija, a la que quizás
más tarde contaremos entre todos, el nivel humano y cristiano que tenía su
madre, y que a buen seguro palpita en cada una de sus pequeñas células.
“Para quien no espera nada el final, los
logros, los gozos, los éxitos de la vida son tristes, porque acaban mal. Para
quien cree que esta vida está secretamente abierta a la vida definitiva, los
logros, los trabajos, los sufrimientos y gozos son anhelo y anuncio, búsqueda
de la felicidad final” (J.Ant.Pagola) Nosotros creemos en el anhelo final
de la felicidad. Tras el duelo, quizás entendamos que la mejor manera de hacer
fecunda la vida extinguida, es continuar evangelizando, dando testimonio y
abrazando fraternalmente; para que en cada rescoldo de la vida de los que
apreciamos a Inma, podamos apreciar su sonrisa en la comisura de sus labios.
Hoy
es domingo de la Ascensión del Señor, de su exaltación. No necesita Jesús ser
exaltado de otra manera, que desde la vida de sus hijos e hijas. En Inma, esa
ha sido una realidad. Y este, creo que puede ser el camino. Duro al comienzo,
agotador casi hasta la extenuación. Pero con el abrazo, el apoyo y la ayuda de
los que son familiares o nos consideramos amigos, lograremos inmortalizar a
Inma en la vida de cada uno.
Esa
es mi oración hoy: “Inma, sé tú nuestro
cielo”.
Abrazos
fortísimos, en este duro trance. Todo sea por ella y su memoria. Laus Deo.
La
Salada, Vísperas a 19 de Mayo de 2012.
Fdo.
Florencio Salvador Díaz Fernández
Estudiante de Teología Cristiana